EL SACO DE TESALONICA, de Juan Cameniata
Quienes de los presos había que tenían noticia exacta de lo que antes habían ocultado, revelaban enseguida su identidad para entregarlos con urgencia a cambio de su vida. Quienes reconocieron que no tenían nada, pero habían arreglado el acuerdo solo sobre vanas esperanzas, recibieron la muerte decretada inequívocamente para los de su condición. Así pues, en ese momento algunos bárbaros ya son asignados para ese cometido: llevar a sus casas a los que querían entregar lo suyo y, si había algo con lo que saciar el ojo ávido, estos merecían salvarse y contarse de nuevo entre los cautivos; si, por el contrario, eran cosas baratas o modestas o el enviado no estaba satisfecho con lo que estimasen, se los pasaba a espada. De ahí que el peligro para los sojuzgados no fuese pequeño, porque muchos fueron excluidos del grupo de los que tenían algún material precioso"
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