Ver Viajes del Mundo en un mapa más grande

miércoles, 10 de marzo de 2021

TESTAMENTO DE JUVENTUD, de Vera Brittain

 TESTAMENTO DE JUVENTUD, de Vera Brittain

Rechazando consuelos menores, reanudaba una y otra vez el ataque principal; el deseo de una existencia más azarosa y unos horizontes menos restringidos se había convertido en obsesión, y en ningún momento se me pasó por la cabeza plantearme el matrimonio como posible vía para la libertad. A tenor de lo que ya sabía de los hombres, lo más probable sería que un marido limitase aún más mis oportunidades, conclusión totalmente justificada por el hecho de que casi todos los hombres que yo conocía no solo vivían en Buxton, sino que para colmo consideraban la localidad como el lugar de residencia más deseable de toda Inglaterra.
 Con cada nueva negativa a gastar un solo penique en mi educación (aunque el coste de mis clases de música y del carísimo piano que, con generosidad, fue adquirido para que yo practicara habrían cubierto casi un año entero en Oxford) me sumía aún más en la melancolía; me sentía atada, atrapada, y al cabo de los primeros meses en casa llegué a odiar Buxton —a despecho de la austera belleza de sus cumbres y valles y del saludable aire que llevaba a muchos enfermos de reuma a alojarse esperanzados en sus hoteles y tomar sus aguas— con un aborrecimiento que jamás he vuelto a experimentar bajo ninguna circunstancia. En una época en que una escrupulosa madre de provincias habría preferido que su hija adolescente cayera en las garras de la seducción antes que permitirle pasear unas pocas horas sola por el pueblo, o concederle la libertad de conducir un modelo pequeño de Austin, y a casi trescientos kilómetros de Londres, es decir, completamente aislada de aquellos grupos de chicos y chicas ambiciosos e inteligentes que gravitaban de manera natural en torno a las ciudades universitarias y las capitales, me sentía del todo a merced de las normas locales y los dictámenes de la familia. No tenía nada que hacer, nadie con quien hablar; Edward pasaba la mayor parte del año en la escuela de Uppingham, y con Mina y Betty fui perdiendo el contacto con el transcurso de los meses.
 Una chica de dieciocho años con una mente voraz no es capaz de alimentarse de paisajes...
(...)
Para mí, el provincianismo encarnaba, y encarna aún, la suma total de los valores más hipócritas; es la estima de las personas por lo que poseen, o pretenden poseer, y no por lo que son. Parecen constituir su esencia clasificaciones artificiales, rígidas líneas de demarcación que no guardan relación alguna con el mérito intrínseco, mientras que el desprecio por la inteligencia, las suspicacias y el miedo hacia el pensamiento independiente se presentan como salvoconducto necesario para alcanzar la popularidad provinciana. Ese espíritu mezquino y censurador lo encarnaba a la perfección la quejumbrosa e insignificante esposa del director de la sucursal de banco que amonestó con severidad a mi madre, por aquel entonces una recién casada que daba su primera cena en Macclesfield, por haber «mezclado invitados de diverso extracto social».
(...)
...por emplear una expresión muy famosa hoy en día, en nuestra familia lo que importaba no era la calidad del trabajo, sino el género del trabajador.
(...)
El paso del tiempo —o, al menos, es lo que me gusta pensar— ha transformado el furioso resentimiento de la época de Buxton en opiniones más moderadas y equilibradas, pero es probable que ninguna chica con ambiciones que haya vivido en el seno de una familia donde se considere que la subordinación de la mujer forma parte del orden natural de la creación llegue a sobreponerse del todo de la amargura de los sentimientos más precoces. Y quizá sea mejor así; las mujeres todavía tenemos mucho camino por recorrer antes de que nuestros logros se evalúen sin que medien consideraciones irrelevantes sobre nuestro género que sesguen el juicio del crítico, y ni siquiera las victorias políticas más recientes están lo bastante consolidadas como para que aquellas que ya se benefician de ellas puedan permitirse dar de lado a las pocas feministas reconocidas que se mantienen en un estado de alerta y caminan todavía con cautela por unas sendas prohibidas hasta hace muy poco.

No hay comentarios: