EL REY SE INCLINA Y MATA, de Herta Müller
¿Qué se puede decir de estos ensayos de Herta Müller? Que mientras los silencios en sus novelas son elocuentes y ricos en matices, aquí ella ha decidido hablar. Y según parece, desvelar los trazos de su desgarrada poética en prosa con alusiones a su biografía y al significado de sus metáforas.
El segundo es más complejo, trata de ese rey que parece inoculado en la vida de los rumanos para siempre. Como un virus del miedo que sabotear tu vida hasta destrozarla por medio del miedo a muchas situaciones concretas de la vida, al exilio, a la gente en general. Ese rey es un dictador, un régimen totalitario, un tipo de persona que te viene a buscar a tu hogar a altas horas de la noche... bastante complejo el capítulo al principio, luego las cosas se aclaran desde el hilo de seguir a ciertas palabras que se enriquecen con nuevos significados, entreverado con ilustraciones de la vida real en Alemania o Rumanía, fobias actuales que sufre debidas al regimen de intimidaciones recibidos o los recuerdos de suicidios e interrogatorios con agentes estatales. Cuando el rey se inclina sobre ella, cuando pone en ella sus ojos, es que está a punto de lamentarlo. Además, el texto explica el origen de su afición por los collages de palabras que acaban formando poemas, y también explica el significado profundo de algunos detalles de sus novelas, como los pelos, los cortes de pelo, los lazos, etc.
Los textos son muy autobiográficos, como en el que describe las amenazas de muerte en Berlín, después de otras, y como el estado rumano era capaz de pudrirlo todo. O cuando habla del valor del silencio que ella aprendió en el campo frente al bullicio social de la ciudad.
En realidad, es una malabarista de las palabras y los objetos. Una palabra puede tener más de un significado como es sabido, pero también añadirse a una palabra otros significados que la experiencia de uno mismo crea. Con los objetos hace lo mismo, y lo ejemplifica en el cuadro de la mujer en camisón del vagón de tren alemán, por dar uno de muchos ejemplos.
Junto con su experiencia en los interrogatorios, rebaja mucho las expectativas de eso que a veces llamamos la Mirada Distinta de los escritores. O la imposibilidad de una forma de ser diferente a causa del adoctrinamiento a los chavales en el colegio.
Explica por qué, al menos en su caso, muchas ideas de países occidentales y con tradición democrática, no las puede compartir por los mismo hechos que ella ha vivido. Es decir, que no son ideas irrefutables en absoluto algunas frases típicas que escuchamos sin atisbo de crítica: que el lenguaje es parte de tu patria (Herta prefiere aquello que recuerda de Jorge Semprun: Patria no es el lenguaje, "patria es lo que hablamos"), que vivir aislado en medio de nuestras vidas urbanas es una bendición, el problema del nacionalismo más o menos excluyente (por más alemana que te sientas habrá otra más alemana que tú), el problema que tienen los alemanes "de toda la vida" con los "nuevos alemanes" (turcos, indios, etc) esos que no se terminan de ver alemanes "de bien" (como diría cierto político español) aun pasadas dos generaciones porque hablan el alemán con matices que no parecen propios... El análisis que como una alemana nueva, por decirlo de alguna manera, hace Müller del nacionalismo, siempre excluyente, a través del lenguaje y de su propia experiencia tiene poquisimas objeciones, y me encanta. Pero lo que hace terrible y actual su análisis es que formula los logros de una dictadura socialista rumana muy cerca de los logros sociales de una democracia ejemplar como la alemana con sus minorías a las que, por otra parte, invita a venir a trabajar desde sus países de origen para después invitar a que se vayan. El análisis es brutal de leer, un auténtico estacazo para la soberbia alemana. Parece que a Müller le encanta derribar ideas asumidas como irrebatibles o ampliamente consensuadas. O dicho de otra manera, con el tiempo puedes acabar detestando aquello que alabas en cuanto cambien las condiciones sociopolíticas del país en el que vivimos.
En el ultimo capitulo, Müller muestra una vez más su ingenio lingüístico para explicar ideas propias desde su experiencia tomando algunas palabras esenciales, como quien mezcla perfumes esenciales para crear uno singular y que se te va meter muy dentro. Esas palabras son miedo y ventoso (creo que se entiende mejor como voluble, pero eso es cosa mía). Se trata de juntar ese miedo de largo recorrido, no el súbito y manejable, con las personas volubles que se encargaron de alimentar ese miedo para que nunca decayera durante la dictadura. La suma de ambos es el "metemiedos", un tipo que, con la caída del régimen, se ha vuelto un defensor, o mejor un vividor, del capitalismo que anteriormente era su enemigo. A veces ese metemiedos era un objeto, como La llave del Cielo. A veces, como acaba el libro, es una asesino a sueldo del régimen de Ceaucescu en Alemania, con el nombre de Herta Müller en su lista de encargos hallada por la policía alemana, un tipo que ahora es "solamente" dueño de una empresa de zumos en Timisoara. Algo así he visto también en España.
Concluyendo, diría que es un libro atípico en cuanto a género que reúne lo biográfico con la lingüística resultando una forma bastante interesante, muy reveladora, de los libros más crípticos de Herta Müller. Yo lo lei a la vez que La piel del zorro, y fue un valioso acompañamiento. Es original, atrevido, no le falta ironía, ni a veces dolor por lo sufrido y visto sufrir en aquellos años de dictadura. Expresa el por qué de una forma de expresarse tan lúcida, entre mágica y realista, de esa rara poética en prosa de temas duros de los que trata de escapar sin perderles el rostro del todo. Me parece un libro espectacular en ese sentido.
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