RECUERDALO TU Y RECUERDALO A OTROS, de Ronald Fraser
El libro tiene la genesis que muchos quisieran para si: a mediados de los 70, un inglés se dedica a entrevistar a gente que pasó la Guerra Civil como pudo, personas con nombres y apellidos de ambos bandos y distintas afiliaciones políticas: sus motivaciones, sus experiencias en el frente y en la retaguardia. El miedo al otro en muchos casos es a tu vecino, a tu compañero, incluso a algún familiar. Si en un libro das la palabra a todos y en todas partes, difícilmente queda una historia de buenos y malos en medio de la guerra. Otra cosa son los preparativos o lo que vino después. Fraser grababa los testimonios en cintas y las enviaba a Francia con el miedo a las autoridades en el cuerpo, porque pese a las décadas pasadas, había mucho miedo a los franquistas, y con razón. Solo es bueno quien pasa por el aro.
Después de leer algunos libros años atrás, siempre he evitado volver sobre estos temas de manos de autores españoles: hay mucho resentimiento, y algunas veces alguna tergiversación de los datos. Pero viniendo de alguien de fuera, con datos de fuentes originales, dando la voz a todo el que viviera aquellos años en España sin importar lo que pensara, y leyendo que tiene muy buenas referencias desde que se editó por primera vez en los 70, me animé a comprarlo. Además, ha sido difícil hasta el 2024 encontrar un ejemplar porque hacía mucho que o se reeditaba. ¿Que tiene de distinto este libro a la cantidad ingente de libros sobre la Guerra Civil española? Pues que en otros se pone el acento, por ejemplo, sobre lo que hizo el general Mola, sobre si Franco pudo haber acabado antes la guerra o dejo que su retaguardia limpiara físicamente cualquier atisbo de oposición; cuándo se disparó primero, si en el 31, el 34 o el 36, si los hermanos Machado estaban enfrentados o no, que si la Pasionaria, o donde fueron a parar los restos de Lorca; que si Queipo de Llano, o cuantos salvo el embajador de Noruega. En general muchos libros parten de un personaje o hecho notable para darnos una perspectiva ajustada a ese inicio de libro. Otros van al combate ideológico. Aquí la voz en primera persona la tienen lo demás, aquellos que se perdieron ya por los desagües de la historia. Personas que ya no son historia porque no eran nadie salvo para su familia. Pocos son de mayor importancia que esa. En realidad, aquí habla gente anónima como la mayoría lo somos, aunque los medios luego señalen a tal o cual. Esos tal o cual no son aquí los más importantes, ni mucho menos. Por tanto, aunque a alguno le pese, gente de un mismo estrato social, por ejemplo campesinos pobres, pueden decirte que estaban a favor del socialismo o a favor del alzamiento. Cada uno sabe por qué, y lo dice. De eso va este libro, de acoger todos los testimonios o sentimientos posibles, aunque sean contradictorios o contradigan el discurso actual de una corriente política de la historia.
¿Y qué aportan estos hombres menos conocidos, a veces sin formación, a veces con la conciencia herida, con una visión particular? Creo que aportan algo muy valioso, difícil de cuantificar en cifras, pero que explica muchos detalles de aquellos años, detalles que muchos escritores serios pasan por alto y que los datos no pueden explicar del todo: el estado de ánimo de la gente, como les llegaban las noticias y que suponía para ellos, que actitudes y que estado de ánimo generaban para decir o hacer algo, o no hacer nada, o tomar la decisión a todas luces equivocada pero que les surgía del corazón. Se cuentan situaciones de personas que fueron un punto y aparte en sus vidas, cuando las cosas podían haber sido de otra manera. Esas decisiones que a veces nos toca elegir cuando nos ponen contra la espada y la pared. Porque, muchas veces, son personas con muy pocos recursos a los que acudir. Eso no te lo cuenta cualquiera, decide el curso de muchas historias personales, y aqui esta contado y escrito.
También hay mucho de historia tal como la conocemos. Fraser se dedica a poner en orden cronológico y a situar estas historias personales en la fecha y geografía del entrevistado cuando recuerda su experiencia. El relato oral adquiere entonces mayor sentido ya se trate del susto inicial del 36, los avances nacionales del 37, el final del frente del norte, el empuje de los comunistas, la gente que se tiene que esconder en Madrid o en Sevilla por las causas sabidas. También la situación en la que vivían muchos de los entrevistados, agraviados, obreros mal pagados, despreciados y humillados. Explica una clase social de empresarios y parte de los políticos que piensa que, en definitiva, cada uno está donde dios lo puso, que para eso esta Dios. Un desorden así la República no lo soluciona en dos días, aunque parece que volver al pasado no estaba en los planes de la mayoría de uno u otro bando. Incluso hay proclamas de Franco al principio de la sublevación acabadas con el ¡Viva la república!, muy curioso. Pero eso lo cambiará después por el Viva España.
El libro da voz a muchos aspectos de la sublevación, los meses iniciales, con dilemas como: ¿primero ganar la guerra o hacer tambien la revolución?. Para unos es un desastre la organización productiva de las empresas de Cataluña con la CNT. Para otros no tanto. Para los comunistas, tiempo desaprovechado para poner orden y acabar haciendo una especie de capitalismo de estado. Hay un jolgorio de voces bastante grande en mi opinión, como debía ser entonces en el bando republicano. Una Cataluña metida en colectivizar industrias y sectores económicos con resultado irregular, Asturias centrada en la guerra cuyo frente estaba a las puertas. Otros todo lo contrario, intentando salir al paso de cada nuevo problema diario con la mejor voluntad. En general, dos focos tan activos en favor de la república como Asturias y Cataluña responden a la sublevación de forma significativamente diferente, y merece la pena ver las diferencias y a que se deben. España es muy diversa, la ha sido desde siglos, y eso que es más bien pequeña. En este momento tan crucial, en el territorio republicano eso se nota mucho, en el franquista no. Como la continua confrontación de socialistas contra anarcosindicalistas por el derecho de propiedad de los medios de producción, de bienes y servicios. Mucha discusión política para no ver la desafección de la gente que se ve desposeída o mal dirigida.
Pronto se ven las diferencias entre un ejército de verdad y el otro, que es de entusiastas en el norte. O también lo que Fraser señala en la página 334: el localismo era el leit motiv de las fuerzas republicanas. Un ejemplo de localismo fue la defensa de Oviedo: el engaño de Aranda, la cantidad de gente que era neutral pero que incluso se puso a defender Oviedo cuando los bombardeos de los republicanos arrasaban centros civiles, los pocos fusilamentos como venganzas en ese periodo, el empecinamiento de la estrategia del comité republicano y su falta de armas... es una parte emocionante desde los recuerdos de los combatientes entrevistados de un lado y otro del frente. Es la historia contada a pie de calle, en la trinchera, detrás del fuego de la ametralladora, rompiendo tabiques de pisos en una guerrilla urbana, o tirando piedras porque ya no quedan balas. Gente que empezó haciendo la guerra con una lanza (página 450)
Llegados al final del capítulo Otoño 1936, sorprenden varias cosas. Que los rebeldes esperasen acabar pronto, que un número altísimo de civiles saliera a la calle a defender la República y, sobre todo, a no volver a lo vivido antes. Que las agrupaciones políticas, a veces tan diferentes, salieran a rechazar el alzamiento, y el mismo entusiasmo que les empujó a hacerlo les impidió en muchos lugares ponerse de acuerdo. Que pronto se vio que, sin los comunistas, el orden en el frente y sin material, se venía abajo. Parece que la mentalidad madrileña era repetir el 2 de mayo de 1808, y que las cosas salían solo por echarles más cojones que el otro.
Se recuerda el papel de Unamuno en Salamanca. Se comentan los fusilamientos de Paracuellos y Torrejon de Ardoz por parte republicana, y finalmente cómo empezaron las represalias políticas contra gente inocente, como el hijo de Clarín, o las hermanas de un comunista en Sevilla, todo muy recordado por los supervivientes con evidente emoción después de décadas. Incluso parece que los militares sublevados no querían llegar tan lejos en un principio. Pero, independientemente de buenos y malos, ¿como se le ocurre a alguien iniciar una guerra contra media España para matarla, encarcelarla, robarla, separar familias, romperlas, dejarla muchísimo peor de lo que estaba, solo porque no te gusta lo que ves, cuando las diferencias sociales, económicas e ideológicas son tan grandes, si hasta Queipo de Llano lo veía? Si hubieran sido unos muchos contra unos pocos tampoco hubiera estado justificado pero se hubieran quejado muchos menos y ya se hubiera echado tierra al asunto como siempre ha ocurrido, por muy injusto que fuera. Pero aquí, en la España de 1936, tienes que destrozar la vida de millones de personas. ¿Cómo piensas arreglar después eso cuando ganes? Dejas un país mucho más atrasado, más humillado, más avergonzado, hambriento, más atrasado, que ya disponía anteriormente de pocos recursos... pero ya sabemos lo que paso despues para que nadie levantara la voz. Me recuerda en malignidad a la represión soviética. Me dan igual las diferencias ideológicas. Esto está muy claro: aquí entran dos, pero solo sale uno. Y punto.
Defender esto da asco.
Invierno del 36: se empieza por Andalucía, se cuentan los fusilamientos en masa, y como entrar en la saca o salir de ella era pura suerte. Se cuentan ejemplos dolorosos de recordar por parte de un fiscal. Están las movidas de Queipo de Llano, que lo mismo deja fusilados tirados en los barrios obreros de Sevilla que te levanta casas baratas para ellos. Está la mala administración del campo en Castilla la Vieja (la de antes), y testimonios agradecidos sinceramente de jornaleros al alzamiento nacional. Pero, sabiendo otros iguales que ellos, que siempre habían sido explotados, ¿que motivación pudo empujarles a alistarse? Pues que les empujaron desde distintas instancias, y ya venían muy al límite de la subsistencia. En realidad, hay muchas respuestas dentro del campesinado, la clase social más desfavorecida, y son varios los motivos a uno de esos enigmas difíciles de entender 90 años después. Esta el creciente peso de los comunistas en el gobierno y en la administración de la guerra frente a los libertarios. Los escondidos en las embajadas, los que buscaban refugio entre la familia que los rechazaba (más historias de miedo y asesinatos en Málaga), la inesperada ayuda de gente del otro bando que no se deja cegar por el odio, las checas temibles. Se cuentan casos de encarcelamientos y amenazas de muerte dentro del mismo bando, o el caso de pasar 4 años en la cárcel, atenuando una sentencia a cadena perpetua, del lado nacional por una denuncia anónima sin causa justa.
¿Y del amor? Por ejemplo, la chica de Beceite enamorada de un compañero de Durruti. Interesante ver las reacciones de la CNT. De la educación, se valora como uno de los grandes logros pero se dice poco.
Todo lo contrario que Bruno Ibáñez, un sanguinario represor en sus distintos destinos por Andalucía hasta que el mismo Queipo de Llano se lo quitó de encima.
Primavera del 37: este es un capítulo de choques ideológicos en cada bando y como se resuelven. Primero, el cabreo de falangistas y sobretodo de carlistas cuando Franco los unifica en un partido. Se describe esa primera frustración dentro del bando nacional. Después llegan las estrategias comunistas al dictado de Stalin para cooperar en la guerra. Y luego está el lío mental de los anarcosindicalistas y la CNT. Además de los antimilitaristas que solo defendían la guerra para hacer la revolución desde abajo, había otros anteponiendo la victoria a toda costa y deseaban militarización las milicias civiles. Con los comunistas no había trato fácil, solo estos suministraban material militar en cantidad con la condición de la militarización. Así, ganaron el peso social que no tenían al principio. Tengo la sensación de que la CNT tomó varias decisiones que les eran coherentes a su ideología en tiempos de paz pero la cagaron a lo grande durante la guerra. Ahí estaban los comunistas para ocupar los huecos que ellos despreciaban. Por otro lado, hay detalles ideológicos no tan lejanos entre CNT y la Falange original. En Aragón fue diferente, allí la CNT si ocupó espacio político y colectivizo pueblos enteros según los gremios, aquí entran las experiencias de Más de las Matas , Alloza y algunos ejemplos más que, sin embargo, acabaron peor. El periodo culmina con una gran cagada para el curso de la guerra en favor de la República: los comunistas atacan a los del POUM en Cataluña y luego en Aragón, matan a un montón de esta gente, como a Nin. Lister deshace las colectividades. Deja a los de la CNT presos de sus errores estratégicos en política, pensando si no serán ellos los siguientes. Aquí los testimonios son abundantes y muy apesadumbrados.
Sigue con la caída del frente norte, algunos se esconden durante meses en túneles, otros escapan en barcos pesqueros, algunos presos nacionales son enviados a su bando para que no los fusilen, muchos fusilamientos de todas maneras. Familias numerosas con los hijos divididos ideológicamente. Recuerdos duros, sufrimientos y culpas para toda la vida. Y civiles a la caza de los rojos escondidos por los montes con la zona norte conquistada. Acaba con la experiencia de los niños de la guerra en el exilio.
Invierno 37, verano 38: Teruel se gana y se pierde, con alguna anécdota que da pena y dice mucho de cómo se pierde la guerra. Los comunistas y el PSUC se vienen arriba en Barcelona, la CNT todo lo contrario después de los graves sucesos de mayo anterior. La desafección por ganar la guerra de los catalanistas les hace incluso salir de España, ya que no creen que la República que están defendiendo sea la original. Creen que Franco les dejará tranquilos... pero eso no pasará. Hay un desorden tremendo que no siempre los partidos, ni la mejor de las intenciones, pueden controlar. Es un periodo de evidente decadencia para la república: Madrid resiste pero la moral de la retaguardia baja en la zona republicana. Se cuentan casos de deserciones, de ejecuciones ejemplarizantes, de gente que intenta ser neutral, ocultar sus opiniones y solamente sobrevivir. El último gran esfuerzo bélico republicano, la batalla del Ebro, se malogró, y nadie gana batallas decisivas, aunque Franco ya ha partido la República por la mitad.
Invierno 38-Primavera 39: comienza con total escepticismo, se preparan retiradas y evacuaciones cuando Madrid no ha caído todavía. Parece que el gobierno sólo se puede apoyar en los comunistas, de los que el resto recela, tanto los tibios de la causa como otros que lo han dado todo. Los testimonios generales ya denotan cansancio de la guerra, de una República que con comunistas no es la suya, y que piensan que con los nacionales no habrá represalias. La retaguardia franquista es todo lo contrario: segura y entusiasta de que van a ganar.
Cuando Madrid cae es en medio de un caos donde, por ejemplo, salen miles de nacionales de sus escondites durante el tiempo de guerra desde el 36. Todos los republicanos huyen a Valencia, Gandía o Alicante con la esperanza de escapar en barco, pero al final quedan atrapados entre el mar y el ejército ganador. Los suicidios dejan más cadáveres en el puerto, otros escapan por poco tiempo y la mayoría pasa por campos de concentración. Contextualizado el asunto, se nos presenta el fin de muchos republicanos que, habiendo llegado hasta aquí, serán fusilados de inmediato, condenados a muerte o a años de prisión. Los que aun podian contarlo en 1975, dijeron a Fraser como les fue: gente que cruzó a Francia, que pasó por los campos de trabajo alemanes, que volvió a España al maquis... Tampoco muchos del bando vencedor quedaron contentos: los carlistas, obviamente estafados. Los falangistas, engañados. Gente que se lamenta de que el régimen no ayude a cerrar heridas entre españoles, que sólo conmuta penas de carcel por la mano de obra barata que necesita porque hay miles de encarcelados, miles de muertos y un país en peor situación socioeconómica que en el 36. El último tramo del libro es conmovedor, ilustra que el hombre común de cualquier bando no tiene nada que ganar, ni de que enorgullecerse. Que el franquismo sólo ha favorecido la creación de empresas, el enriquecimiento para su gente más cercana a costa de la continua represión del trabajador de izquierdas, pero también de la falta de oportunidades para tantos del lado vencedor. Franquismo, lo de siempre.
Hay un apéndice final en las 820 páginas del libro que da paso a una explicación económica, y del malestar en la sociedad civil y militar, para explicar el origen del conflicto. Se titula muy gráficamente Puntos de ruptura, me gustó.
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