MEMORIAS, de Willy Brandt
¿Seríamos capaces de leer la autobiografía de uno de los primeros ministros occidentales actuales? Poco me atrae la talla intelectual de ninguno de ellos, pero en algún caso lo leería con lupa para conocer sus justificaciones a algunas cuestiones poco justificables. Algo así me pasó con Brandt. Pero con una diferencia: él fue un hombre polémico pero creíble. Ahora parece que nos invade solo la polémica.
Hay primeros ministros, como el de la antigua RFA, que las han pasado de todos los colores porque su vida ha sido transversal a la del siglo XX europeo. Un hombre nacido en 1913, Willy Brandt, en el seno de una familia obrera, que fue al colegio un año después de acabar la I Guerra Mundial, que se hizo líder de los socialdemócratas alemanes muy pronto, que se jugó el tipo con la Alemania nazi incluso estando exiliado, que aprendió mucho de la sociedad noruega cuando nadie lo hacia, que volvió para reconstruir su país desde cero y trabajo por la paz en medio de la Guerra Fría, creando las bases de una reunificación alemana que parecía imposible, lo mismo que una distensión entre USA-URSS, entenderse con los franceses, resistir el acoso y el chantaje soviético incluido el Muro siendo alcalde de Berlín... Un hombre así tiene algo que decir, nos guste o no. Fue uno de los actores del milagro económico alemán. Y, sinceramente, no hay tantos políticos que puedan presumir de algo. Lo cual cuestiona no la política en si misma, sino a los ciudadanos que lo esperan todo de ella ingenuamente y a aquellos que eligen a gente fuera de la política tradicional, como Trump, porque uno no sabe dónde se mete votando a estos nuevos aventureros hasta que sabe lo que le cuesta en el bolsillo y en salud. Se suele decir que gracias a los rusos no hablamos alemán (algo bastante objetable, pero no viene al caso); pero gracias a Brandt (y a otros como él) tampoco hablamos ruso y no por suerte sino con mucho trabajo de diálogo y de posiciones básicas firmes, aunque sí es una suerte para los que venimos después. Es, además, uno de los primeros ejemplos en favor del desarme y en favor de políticas sociales dentro y fuera de Alemania (más de actualidad no se puede estar, aunque las circunstancias actuales sean diferentes). Cierto que es una autobiografía con el defecto de la subjetividad para valorar muchas controversias: su clara intención con estas memorias es la de quedar bien ante la historia, y no me parece mal siempre que se sepan los puntos flacos y criticables (se puede empezar por la Wikipedia), y no se olvide lo que hubo de bueno. Después de haber leído la biografía tan documentada de Trump, necesitaba un ejemplo más alentador como el de Brandt. Así están las comparaciones hoy dia. En absoluto dice que no se equivocara, muy al contrario señala numerosos momentos en los que lo hace, y no lo justifica siempre. Pero lo que merece la pena son las lecciones aprendidas, las experiencias intensas vividas, y un tipo de enseñanzas para la posteridad, sea cual sea la ideología del lector, que convendría no olvidar nunca, aunque nos parezca erróneamente que esto ya no importa o que sean otros quienes deberían tomar nota
Un primer y largo capítulo viene a decirnos, a los lectores de 1989 y a los del 2025, quien es este hombre: el alcalde de Berlín al que le tocó lidiar con la construcción del Muro, con los rusos, con la RDA (Ulbricht), con los políticos de la capital de su país (Adenauer) y con los norteamericanos (Kennedy). Es un político de raza. Una de las cosas que mas me sorprendio es leer que Kennedy le insto a invertir más en defensa para prepararse contra cualquier ataque de la URSS sin depender tanto de EEUU. Eso en 2025 resuena como la bomba que nos ha caído, pero porque ya no hay políticos como Brandt o Kennedy.
Brandt continua con lo que es una biografía: también a él le negaron una partida de nacimiento honrosa (me recordó a Obama un poco), pero está claro que este hombre creció dentro de una familia humilde de Lübeck muy interesada en la política y los movimientos obreros. Su nombre no era el que todos conocemos, sino otro más largo. Cuando se renaturalizo alemán tras la II Guerra Mundial se quedó con el que venía utilizando en tareas clandestinas. Empezó trabajando en una naviera. De sus primeros años a la debacle de 1933 hay un suspiro, y entramos de lleno en una imagen del socialismo de base que se intenta enfrentar al advenimiento del nazismo. Brandt se encontró con el miedo, se mire como se mire, de sus correligionarios, y huyó a Dinamarca y luego a Noruega, su segunda patria. Con todo, él también fue además de un refugiado político, un hombre con el permiso de residencia caducado al que el partido Obrero noruego defendió para que no lo expulsaran (otra vez un tema actual).
Hay autocrítica, lo que me ha sorprendido, en esos años de exilio y trabajo por salvar la vida de los opositores dentro de Alemania. Aprender la vía noruega del socialismo fue determinante. Años en los que perder el engreimiento y el sectarismo, aún más el nacionalismo. Se cuentan muchos entresijos que nos dan otra perspectiva de lo que pasaba dentro y fuera de su país como pocos libros actuales nos saben transmitir. Es la diferencia entre las memorias de un contemporáneo que lo sufrió y lo vio, y los ensayos de académicos que ya están en otra onda. Un ejemplo: lo que costó conceder el premio nobel de la paz a Carl von Ossietzky para prolongar más su vida en manos de la Gestapo. Otro ejemplo, un tal Sverre, del que habla con total admiración por su forma de engañar a las autoridades nazis.
Después de contar lo mal que lo pasa la oposición en Alemania, se fue a España con la idea de ver y seguir aprendiendo: los comunistas haciendo limpieza ideológica en la República, la experiencia en Huesca cuando cayó Orwell herido, el trato con comunistas que después encontraría en la II Guerra Mundial y en la RDA siendo siempre unos sinverguenzas, Andrés Nin y el POUM. Con su vida también en peligro, regresó a Oslo. Abrazó el socialismo noruego, reformista y no vinculado al marxismo. Perdió, como escribió, los últimos atisbos de sectarismo. Expatriado en 1939, adquirió nacionalidad noruega a donde volvió. Con la invasión nazi de 1940, huyó a Suecia. Ya llevaba dos exilios. Y defendió la neutralidad sueca, y sus difíciles equilibrios, que salvaron tantas vidas.
Allí se reafirma en un socialismo democrático, no dogmático, no nacionalista, popular y liberal. Cuando llegó el momento de pensar en lo que iba a pasar con los alemanes después de la contienda, es evidente que incluso a él le echaban las culpas solo por ser alemán. No estaba en buena posición para defender a los alemanes buenos. Pero, como todo en este libro, los argumentos de cada problema político están muy bien desbrozados y limpiamente explicados. De manera que hace comprensibles cuestiones complejas como la desnazificación, la responsabilidad del gobierno nazi y de la gente de la calle que sabía todo lo que pasaba, etc. Fue tentado por Stauffenberg para unirse, tras atentar contra Hitler, a un gobierno para el armisticio. Periodista en los juicios de Nuremberg... todo lo que ha vivido este hombre da para distintos libros, con sus pensamientos y juicios de valor que aquí deja muy resumidos.
Un golpe de suerte lo sacó del ostracismo, renunció a la nacionalidad noruega (mucho más cómoda y con futuro que la renovada nacionalidad alemana que adquirió en 1948) y volvió a entrar en la política a los 34 años. A esa edad había vivido lo que otros no podrían ni en cien años.
Desde entonces el tema de la reunificación alemana va y viene en las conversaciones internacionales. En Brandt es una obsesión comprensible con algunas conclusiones sacadas de los bloqueos a Berlín por parte soviética bastante interesantes. Solo la deseaban los alemanes, pero era incompatible con el rearme a un lado y otro de la frontera: la pertenencia la OTAN, al Pacto de Varsovia u otras alianzas. De hecho, el trozo de Alemania al este del Oder pasó a formar parte de Polonia hasta ahora. Por suerte esto no es un problema a dia de hoy. La RFA, decía, se convirtió en un gigante económico y un enano político, (¿nos suena?). Lo mismo resuena hoy día lo que escribió en la pag. 181: los americanos se quejan de que los alemanes se sirvan de las armas nucleares de ellos para vivir cómodamente ("para afirmar sus anticuadas posiciones"). Año 1954 aproximadamente. Además, toda la generosidad de RFA en aquellos años con el Tercer Mundo pasaba porque no reconocieran a la RDA como estado alemán, solo la RFA. Es otra de las cuentas pendientes que le pasa a Adenauer. El era de los que daban exclusivamente a la RFA la herencia, el presente y el futuro de Alemania. A esos manejos dedica gran parte del libro, ya sean sus años en la alcaldía de Berlín, como ministro de Asuntos Exteriores o Primer Ministro. En general, siempre busca dos cosas: el desarme conjunto de Europa, empezando por el centro, y la defensa de la integridad territorial de los pueblos. Las fronteras son sagradas, y la reunificación de Alemania pasa por esas dos premisas. Por eso busca la distensión con el Este europeo (Ostpolitik) sin romper con el oeste o con EEUU, más bien buscando su apoyo y comprensión dentro de una estrategia militar exclusivamente defensiva para Alemania. De ahí sale tanto diálogo con Nixon, Kissinger, Kennedy, Johnson, Breznev, etc. Dedica páginas al tratado de Moscú de 1970 entre RFA y URSS, señal de nueva amistad y cooperación. Muchos intentaron en Bonn y París saborearlo, pero sus colegas occidentales no. Su visión europeísta es total y le debemos mucho todos nosotros. La semblanza y las experiencias con Breznev son entre penosas e hilarantes, ahora entiendo la mofa con que se le trata actualmente. Pero no era tonto. Los peores enemigos, como suele suceder, los internos. El apartado dedicado a De Gaulle es sensacional: un personaje clarividente para unas cosas como el poco compromiso de EEUU con Europa como de su empecinamiento en la unión europea a través de marcados nacionalismos.
Más temas importantes y poco conocidos: los desplazados polacos a partir de 1945, la humillación en que vivían ellos y los checoslovacos frente a la invasión nazi pasada y el trato soviético posterior. Neonazis abucheado a los representantes de la RDA en la RFA, ciudadanos de la RDA saludando s Brandt y exponiéndose a la Stasi por hacerlo. Finalmente se abrió a todos los países posibles con vínculos diplomáticos, rompiendo el bloqueo a la RDA. Fue Premio nobel de la paz en 1971.
Sus recuerdos son un continuo ataque y defensa de su gobierno: el terrorismo, el trabajo por no perder ni un voto de la coalición con los liberales, los radicales del 68, la compra de votos por la oposición (y por el gobierno), regatear las fugas de información confidencial a la prensa, sacar adelante los tratados con Polonia, URSS y RDA, la visión personal de algunos políticos y algunas leyes polémicas, Analiza los problemas de su gabinete y sus propios errores. En conjunto, nada que no pase en nuestros días. Sin embargo la puntilla final a su gobierno no vino del interior exactamente: la RDA le coló un espía en la persona de uno de sus asistentes. Aquí aparece la sombra de Markus Wolf, del que ya leí sus memorias. Brandt se presenta como un cándido presidente del ejecutivo sin tiempo para los avisos que recibe, ni para entender que sus propios funcionarios se la están jugando. Es una etapa final con la que no supo lidiar: le pilló el toro en la persona de un tal Guillaume, agente de la Stasi. No es el mejor momento de sus memorias.
El resto de sus memorias son ya recuerdos de muchos viajes para hablar con gente importante, como si fuera un enviado de su sucesor Helmut Schmitz, oficioso, tirando de agenda y amigos. Felipe González, Carter, Honecker... Halagos al Rey y a González en 1989. Hoy suenan fuera de lugar pero, ¿quien decía lo contrario en 1989? Hay varias preocupaciones: mantener a su partido, el socialista SPD, unido, entender las nuevas tendencias de los jóvenes y su aparente radicalismo que llevó a formar partidos políticos como Los Verdes, el proceloso tema de los misiles SS20 soviéticos y los Pershing de EEUU en el centro de Europa y las negociaciones para retirarlos. Es decir, Brandt es uno de los protagonistas de la Guerra Fría de principio a fin. Tambien los 80 fueron para él un intento de acercar a los países ricos y lo pobres, crear lazos de intereses mutuos que mejorara la vida del Tercer Mundo. En 1987 abandonó la presidencia del SPD y se tomo las cosas con calma a partir de entonces, aunque con la sensación de llevar un montón de dagas clavadas en la espalda por sus propios correligionarios. Las últimas páginas se dedican al proceso que llevó a la caída del Muro de Berlín. Murió tres años después, con casi 79 años.
Algunas ideas de las que se encontró Brandt a lo largo de los años y que cualquier día encontramos en un periódico cualquiera de 2025:
1.- EEUU deja de lado a Europa y se centra en la otra costa del pacífico asiático: China
2.- Los europeos nos aprovechamos de los norteamericanos, vivimos tan bien porque no pagamos por nuestra defensa.
3.- Los europeos deben invertir más en defensa, ser autónomos, le dijo ya Kennedy.
4.- Los intentos de enfrentamiento y absorción de Berlín occidental por parte de la URSS se parecen a la invasión rusa de Crimea en 2014, con la única diferencia de que el mundo occidental aprobó que Berlín se enfrentara desde el primer momento a los intentos de dejar a la capital alemana aislada, y en el territorio ucraniano el mundo miró para otro lado.
5.- ¿Seguridad o libertad? Brandt lo tuvo siempre claro: libertad. Y antes que todo eso, no pasar hambre y contar con lo mínimo para poder tener libertad.
6.- Miedo norteamericano a que la UE le haga competencia económica y política.
¿Cosas que no cuenta Brandt de su vida? Numerosas infidelidades matrimoniales, posiblemente alcoholismo y depresión. El agotamiento personal poco antes de dimitir. La crisis del Petróleo afectó mucho a su gobierno, aunque el presuma de poder con todo esto. Y que durante el voto de censura que ganó, y que él no sabe a qué achacar concretamente más allá de la compra de votos en ambos sentidos, dos votos de la CDU y la CSU fueron comprados por la Stasi para mantener a Brandt en el poder. Es curioso como el poderoso Markus Wolf ponía y quitaba un presidente de la RFA, aunque lo de quitarlo no era lo que deseaba, sino un descontrol de lo que la Stasi manejaba. Otra critica a Brandt es la de haber convertido la Internacional Socialista en un órgano alemán principalmente. El autor se defiende de todo esto exhibiendo sus logros. Si se hace una pequeña búsqueda en internet acerca de su vida, veremos que las muchas páginas dedicadas a ciertos temas responden a las controversias creadas en torno a su actuación política. Como cabía esperar, sus memorias funcionan tanto para remachar sus logros e intenciones, como para fijar la visión de situaciones difíciles para él desde su perspectiva.
A día de hoy, cuando tantos ensayos y novelas se publican de aquella época, estos recuerdos se leen bien y además son auténticos, como cuando su partido lo envía desde el exilio a Berlín en 1936 y dice: "no tenía nada de aventura, había demasiado en juego". Hoy estas cosas se escriben como parte de la cultura del espectáculo.