VOLVER, de Toni Morrison
El universo violento de EEUU. No el de la guerra, aunque el protagonista es un negro recién licenciado de la guerra de Corea. Es la segregación racial. Se trata de lo que se hacen unos a otros en la calle, en los pueblos: tardamos en saber por qué Frank se escapa del hospital, que es como empieza la novela. Pronto se suceden más personajes: un reverendo que le ayuda pero le menosprecia, una pareja de blancos agredida a la salida de un bar y el error de la mujer por menospreciar el valor de su marido al querer ayudarle. Un chico inválido de un brazo por un disparo del sheriff. Gente que le ayuda con metiendole un par de dólares en el bolsillo...
Frank parece sufrir un síndrome postraumático a raíz de sus experiencias bélicas, y veremos que se narra a si mismo como un pequeño héroe, pero al final sabremos que no lo es. Vive con recuerdos de las escenas en el frente que se resuelven en ruidos abrasadores, colores chillones, situaciones extrañas con personas desconocidas. Todo muy sensorial. El comportamiento de Frank es difícil. Pero no todo es malo de pasar, también hay personas que le ayudan a llegar a Georgia, junto a su hermana Cee que le reclama porque se muere. Toda esta gente busca la amistad antes que la compasión, que es lo que en realidad obtienen en el mejor de los casos. Cuando recibe la llamada de su hermana Cee, parece que al menos tiene un objetivo en la vida que no es salvarse, sino llegar a tiempo y salvarla de un médico sádico. Parece que es lo único que lo va sacando del comportamiento traumatizado.
Entre las cosas que le van pasando, hay unos capítulos más cortos que relatan en primera persona los recuerdos mas intimos de Frank a alguien que los va recopilando. Porque Morrison ha elegido dos formas de narrar: esta directa de Frank, de capítulos muy cortos y directos, y otros capitulos mas largos narrados por el autor omnisciente donde tambien, con esa naturalidad y destreza para ir y volver temporalmente en la historia de los protagonistas, la autora capta las humillaciones, los deseos en la vida, o la falta de estos. Aquí entran esas ironías de jugar con el apellido de Frank Money mientras su novia deposita monedas en el lado de la cama que el ocupaba antes de abandonarla. O ese juego de mujeres: la niña Cee a la que siempre protegió, y la niña coreana a la que no es capaz de proteger de si mismo.
Es un libro de 157 páginas, cuya acción corre rápida sin dejar de lado los matices necesarios. Por ejemplo, los capítulos dedicados a Lenora y Lily son cortos, precisos y ajustados al resto de la historia, como para que no nos queden preguntas acerca de que pasó con este o el otro personaje. No es la mejor novela que haya leído de Morrison, pero sigue siendo absorbente y admirable.
Entre los recuerdos directos de Frank y lo que cuenta la narradora de cada personaje de la familia de Frank, vamos conociendo que es lo que ha pasado con ellos: sus padres huyeron de Texas dejando sus posesiones atrás. En Georgia son recibidos por el abuelo Sam y su mujer Lenora que no los quiere. En realidad Frank y Cee están solos en un mundo violento e injusto, el que les tocó vivir en las profundidades de Georgia, en un pueblecito llamado Lotus. Ella continuaba allí mientras Frank se fue a la guerra de Corea. El pensaba que no sería tan malo como Lotus, pero se equivocó. Lo era de otra forma.
Finalmente no todo acaba mal. Hay mucho dolor rumiado en los personajes, y sobresalen esas relaciones humanas por salvar la vida de un chico amenazado o una Cee enferma. Son las relaciones dentro de la comunidad las que los sacan adelante, las mismas que intenta reventar el capitalismo cuando se interponen en su camino.
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