VOCACION ALPINA, de Armand Charlet
Entrando en una tienda de material deportivo, si pasamos por la seccion montaña, es muy probable que nos crucemos con un piolet de mango corto y tal vez curvo, muy estético, con el nombre de Charlet. A muchos les sonará de sobra tal nombre, y, sin embargo, el innovador del alpinismo moderno es mucho más que una técnica de uso del piolet.
Hoy pongo la atención en su autobiografía, un libro que cautivará la imaginación y enamorará a todo aquel que se le acerque, porque esta vez, como pocas, se muestra en una persona el logro de unir la afición con su profesión hasta alcanzar casi el grado de mito. Vocación alpina va de ello.
En una época en la que todavía se podían realizar grandes primeras vías en los Alpes, Armand Charlet (1900-1975) nos habla de todo lo que acompaña esa actividad. Nos habla de sus orígenes familiares en Chamonix y Argentiere según los archivos parroquiales y de cómo las necesidades ganaderas, del contrabando y finalmente de los clientes, los turistas de la montaña que desean ser conducidos a las codiciadas cimas, han llevado a la gente como él a ser expertos alpinistas. Charlet divide su libro en tres partes, y en la primera desgrana los nombres de gente muy popular en el siglo XIX, gente de pueblo que acompaña a Mummery, Whymper o al duque de Chartres. Disfrutamos con los recuerdos de sus abuelos, sus tíos, su padre, y sus propios recuerdos de una época llena de anécdotas de montañeros muy peculiares, una época en que todo suponía mucho más sacrificio pero que nos deja un sabor añejo y desde luego mucho más auténtico, porque se vivía ante todo con pasión casi futbolera. Salen a la luz recuerdos como los de cargar fardos de heno desde muy lejos, recoger cristales de roca, o las peregrinas costumbres de los antiguos guías y los clientes de antes. Entonces ir a la montaña era un deporte de ricos, iba quien podía. Charlet acaba esta primera parte cuando aprueba el examen de guía alpino aspirante y se va a hacer la mili.
Las anécdotas del servicio militar en un destacamento de los Alpes vuelven a dejar a Charlet muy por delante de los instructores: suelen quedar por detras de todo el pelotón en las marchas. Por entonces pasó por el Mont Pelvoux y nos cuenta su ascensión a la Barre des Ecrins, uno de los cuatromiles más bonitos de los Alpes en mi opinión. Después sube a La Meije, pero en el descenso una tormenta atrapa a su cordada y a otras más donde mueren tres alpinistas. Esos dos años consiguió la admiración de sus superiores y que le permitieran hacer importantes vías de escalada. Se lo pasó bien.
Ya empiezan a sucederse los clientes y sus manías Hay que reconocer que a la gente se la reconoce bastante bien cuando se pone a subir montañas, los guías enseguida comprenden con quienes van en realidad. Por las páginas pasan el muchacho paralizado por el miedo en una repisa al que hay que izar con cuerdas, o el primero que puso el pie en la cima del monte Logan en Alaska. Esta segunda parte del libro acaba cuando aprueba el examen para convertirse en guía profesional definitivo. Con el tiempo, Charlet será de los que examine al convertirse en Director Técnico de la Escuela Nacional de Esquí y Alpinismo. El placer desde entonces serán las crestas a gran altura, acompañar a clientes experimentados y realizar primeras vías que le pongan a prueba. En algún momento, alguien le dijo:
-Créame, señor Charlet, para tener éxito como guía tiene usted dos cosas que le faltan a la mayoría de sus colegas: el amor por la montaña y la ambición, pero salga de las vías clásicas siempre que pueda.
Y eso hizo. Aunque ahora nos suenen trilladas, entonces las travesías del Grepon, la Aiguille de Peigne, Les Droites, la Aiguille Verte, Le Trident, la arista de Peuterey, Weisshorn, les Aiguilles du Diable, etc eran un trofeo. Charlet valoraba mas la dificultad y la belleza de la ascensión que la mera altitud.
A lo largo de los años 20, el autor nos cuenta la conquista de varias cimas cerca del Mont Blanc de Tacul y en varias ocasiones acompañado del señor Blanchet
Atrás quedan los refugios atestados y sus malas noches, la envidia de otros guías, los malos modos de algunos clientes, la Guia Kurz que siempre hay que corregir, los dramas con final fatal (por ejemplo, los hermanos Meyendorff) las alpargatas de cáñamo para escalar, el equipo de esquí, el joven Frison-Roché y las largas jornadas de actividad alpinista en las que, solo o acompañado, Charlet nos describe con pasión lo mejor de su vida. Como si de un Homero de los Alpes se tratara, las páginas de Charlet en Vocación Alpina describen con acierto las aventuras de muchos hombres de montaña entregados a ella como los héroes homéricos a su destino.
Se hizo una pelicula sobre su actividad alpinista: Asalto a las Agujas del Diablo
Vocacion Alpina, de Armand Charlet, Editorial Desnivel, primera edición del 2000, 196 páginas
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