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domingo, 19 de enero de 2014

DESDE EL LAGO DEL CIELO, de Vikam Seth

   
vikram seth



Allá por el año 1981, un estudiante indio de 29 años, con una beca para estudiar en la Universidad china de Nankin, decidió que ya era hora de volver a su casa en Nueva Delhi aunque solo fuera por vacaciones. Su loca idea por entonces fue hacerlo atravesando el Tibet, Nepal e ingresando en su país por tierra. Su idea era loca porque China estaba saliendo del profundo pozo en que la metió la Revolución Cultural y la Banda de los 4, por lo que la región autónoma del Tibet, como le dicen las autoridades a Vikram en más de una ocasión, no es una región cualquiera que un extranjero pueda visitar. Lo normal, en realidad, es que no le hubieran dejado, pero Vikram le echa un morro de los que marcan el género de viajes y se cuela. Pero eso sí, siempre por las buenas. Su tesis doctoral versaba sobre la demografía china en el ámbito rural, y su dominio del idioma chino era notable, asi que tenía dos armas poderosas para manejarse con la población e ir un par de pasos por delante de la policía a la que debía presentarse en cada población a la que llegaba.
tianchi

danzantes en Lanzhou
    Vikram nos entretiene con agudas observaciones: "Los chinos tratan a los extranjeros como si fueran pandas valiosos y propensos a las travesuras". En realidad, los chinos han llamado tradicionalmente a su país "La tierra del centro", por lo que todo lo extranjero es sinónimo de barbarie y objeto de una ligera xenofobia. El viaje echa a rodar en autobús con otros estudiantes, empezando por Turfan, una desértica ciudad de Xingiang donde conoce los canales enterrados (karez) de los uigur. El guía chino los llevan sin descanso de un lugar a otro y todos acaban hartos del guía y de los monumentos. De Urumqui llegan al Lago del Cielo, a 2000 m de altitud, en los montes Bogda.(seguramente es el lago Tianchi). Metidos en el frenesí del guía, conocen Xi'an y sus guerreros. Pero, tal vez harto del férreo control chino, prueba suerte y pide un permiso para entrar en el Tibet. Sorprendentemente, se lo conceden. Hay decide la coartada de regresar solo a su casa, en Nueva Delhi, por tierra y con la excusa de su escasez de dinero. Vuelve por Lanzhou bordeando la Gran Muralla y el Río Amarillo, y comenta de camino la política china con las minorías (conocerá tres etnias: tibetana, uigur y la mayoritaria han), y el carácter de los chinos:
    "Ser innovador, individual o excéntrico es arriesgarse a que te critiquen seriamente".
   En el tren, un policía de paisano le acomete: "Tras un examen intrusivo, ofensivo y minucioso de mi permiso de viaje intercalado con preguntas insinuantes, me dejan subir al tren"
   
Dunhuang
   Tampoco quedan bien paradas muchas ciudades chinas: "La calle principal de Liuyuan es como un decorado de una película del oeste: ancha, marrón, polvorienta, con unos establecimientos y lugares para comer dispuestos a intervalos a lo largo de la calle. Aunque delante del banco hay un carro tirado por camellos. Los cables cuadriculan el cielo. En el exterior de la tienda de comestibles unos cuantos zapateros y sastres están sentados con sus máquinas, mirando sin entusiasmo el polvo que arremolina una repentina ráfaga de viento". Uno de los alicientes del libro es la naturalidad con que Vikram se mueve entre los chinos, transmitiendo las ideas que surgen y sus sensaciones acerca de lo que ve con economía de medios.
El Himalaya desde Tong La Pass

    Pasa por Dunhuang, momento en que aprovecha para conocer la incipente libertad para producir y comerciar a nivel familiar. Lo mejor del viaje, a mi modo de ver, y donde Vikram se entusiasma, llega ahora, cuando se dirige a Lhasa, la capital del Tibet, en un camión con el que va a sufrir  los mismos avatares que los transportistas chinos: retrasos, frío en la cabina, el motor que se gripa, una paradita de nada para ver a un amigo, otra vez el motor que no arranca.... Encuentra los rescoldos de la Revolución Cultural en algunos templos budistas devastados. Si pierde el equipaje, el camión vuelve apresuradamente y cazan al ladrón, momento en que Vikram se entera de como las gasta el estado con los delincuentes. Todo sirve para que Vikram saque sus conclusiones. Como el extendido desprecio de los chinos (la mayoria han) hacia los tibetanos:
    "He notado que los han son por lo general un pueblo muy reservado. No llevan ropas llamativas. El mínimo comportamoiemto inconformista es examinado y comentado. Los hombres y las mujeres mantienen una extricta reserva en su actitud hacia el sexo opuesto...."

    El camión se detiene en las Unidades de Producción y las Estaciones de Transporte para cargar y descargar, hacer arreglos al motor, llevar encomiendas, etc. En la meseta de Quinghai le llega el mal de altura (nauseas, dolor de cabeza, etc), pero también la belleza de las praderas y la lluvia torrencial que destruye puentes, desborda ríos y convierte la pista en un lodazal. Se quedan atascados muchas veces, pero finalmente llegan a Lasa. Es en esta parte del viaje, en la que comparte durante semanas la vida de estos chinos menesterosos, cuando nos enteramos de como viven, a qué aspiran en la vida, sus opiniones acerca de todo.
Vadeando ríos como se pueda


    En Lhasa le anuncian que el puente habitual para pasar al Tibet se lo ha llevado la lluvia: las autoridades chinas quieren que se vaya cuanto antes, pero por Hong-Kong. Pero el consul nepali le da la solución para continuar adelante pese al gran recelo de las autoridades. Visita el Potala, el monasterio de Drepung y conoce a la familia de Norbu, a través de quienes sabrá del sufrimiento de muchos tibetanos a manos del poder maoista. Es un momento en que la narración recuerda mucho a la de otro libro: Cisnes Salvajes, de Jung Chang. Asiste al banquete de un cadaver, como forma de funeral, por parte de los buitres, al poco respeto de los turistas chinos hacia los tibetanos, y continúa el viaje en camión hacia Nepal via Shigatse y Gyantse hasta que se pelea con Wu, el camionero. Cruza el puerto de Thong La y llega a Nilamu.  Mete lo que le queda en un saco de arpillera y cruza la frontera donde son los policias nepalies quienes intentan dejarle sin tabaco. Ya todo es continuar hasta Katmandú y Delhi.

Potala en Lhasa
    Es un libro fácil y entretenido de leer. Al autor no le importa pasar fatigas para acabar sabiendo aquello que se propuso, y no se cree mejor que nadie pese a estar muy lejos culturalmente de la gente con la que viaja. Más bien son ellos el objeto de su interés y con quienes desea anudar la amistad. Tal vez sea el motivo por el que no existen apenas digresiones históricas ni se pierde en otras aventuras que no sean las suyas. Se agradece la síntesis de ideas y experiencias, que son muchas, y la transparencia de todas ellas. Vikram ha viajado con todo el aplomo del que fue capaz en una empresa más dificil de lo que en su relato nos da a entender sin haberse creído un superheroe. La fluidez narrativa te llevará con ligereza a lo largo de miles de kilómetros desde el centro de Asia hasta el subcontinente indio. Tal vez por eso se le concedió en 1983 el prestigioso premio Thomas Cook. Después ha escrito otros libro, algunos tan conocidos Un buen partido o The Golden Gate, obras que tal vez conozcáis.

DESDE EL LAGO DEL CIELO, de Vikram Seth, 250 páginas. En Ediciones B para el sello Zeta Bolsillo del año 2008

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