Del libro de Cheryl Strayed, SALVAJE:
"Cuando Eddie llegó, mi madre aun estaba preparando la cena, así que el jugó con nosotros en la exigua zona de césped ante el edificio. Nos perseguía y nos alcanzaba y nos levantaba en el aire y nos sacudía para ver si caía alguna moneda de nuestros bolsillos; si eso ocurría, la cogía de la hierba y se echaba a correr, y nosotros lo perseguíamos, chillando con una alegría especial de la que nos habíamos visto privados durante toda nuestra vida porque ningún hombre nos había querido nunca debidamente. Nos hizo cosquillas y nos miró mientras ejecutábamos pasos de baile y volteretas. Nos enseñó canciones fantasiosas y los complicados intercambios de palmadas del rhythm and blues. Nos robó las orejas y la nariz, y luego nos las enseñó con el pulgar asomando entre los dedos indice y medio, para devolvérnoslas por fin mientras nos reíamos. Cuando mi madre nos llamó a cenar, yo estaba ya tan enamorada de él que había perdido el apetito"
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