SAINT CIRQ LAPOPIE
Saint-Cirq Lapopie, pueblo medieval declarado monumento histórico, es uno de los más bonitos de Francia. Encaramado sobre un acantilado a 100 metros por encima del rio Lot, Saint-Cirq Lapopie constituye uno de los parajes más importantes del valle.
Fue Oldoric, Vizconde de Saint Cirq, quien a partir del siglo X hizo construir en ella el primer castillo, la Fortaleza de Saint-Cirq Lapopie que domina y protege el pueblo. El vizcondado de Saint-Cirq Lapopie, uno de los tres de Quercy, se repartió después, en la Edad Media, entre tres dinastías feudales: los Lapopie, los Gourdon y los Cardaillac. Como consecuencia de ello, varios castillos y fortalezas constituyeron el fuerte de Lapopie dominando el pueblo. Desde el siglo XIII, rindiendo homenaje al Conde de Tolosa y a los Reyes de Francia.
El Castillo de los Lapopie se erigía sobre la parte más alta del peñasco, llamada "el peñasco de La Popie". El de los Gourdon no fue encontrado sobre la Fortaleza pero se supone que habrían construido una torre. En cuanto al Castillo de los Cardaillac, se sitúa más abajo. A partir del siglo XVI, los castillos fueron abandonados por sus señores. Actualmente de algunos solo quedan los cimientos.
Hoy en día sólo se aprecian los cimientos de algunos edificios o partes muy remodeladas de los Castillos: una torre del siglo XIII, un edificio principal y un recinto autónomo que data de finales del siglo XIII a principios del XIV.
De esa epoca se conservan un buen numero de casas por debajo de la Fortaleza, casas antiguas cuyas fachadas de piedra o entramado de madera datan, en su mayoría, de los siglos XIII a XVI. Son de tejados de teja plana y fuerte pendiente, las calles, empinadas, empedradas y estrechas, como un laberinto.
Las calles, han vuelto a acoger en nuestros días un monton de comercios, hosteleros en su mayoria, o tiendas de souvenirs, pero también algunos trabajos artesanos que recuerdan la misma actividad antigua de Saint-Cirq: con todo, ya no estan los antiguos peleteros de la calle de la Pélissaria, caldereros de la calle de la Peyrolerie y sobre todo torneros en madera o "roubinetaïres", en cuyos talleres se fabricaban moldes para botones, escudillas, vasos y grifos de toneles.
Hasta aquí la parte más legendaria de Saint-Cirq. En el siglo XX los valles del Lot y del Célé han inspirado a artistas de todos los tiempos, estilos y géneros. Saint-Cirq Lapopie es base para conocer desde el arte neolítico al arte contemporáneo. Para satisfacer gustos variados.
Pierre Daura, de origen español, estudió en la escuela de Bellas Artes de Barcelona y más tarde hizo carrera en Estados Unidos, sobre todo en Virginia, en donde pintó paisajes. Vivió en la bella mansión de Saint-Cirq de 1930 a 1939 con su mujer Louise Blair y su hija Martha, y allí pasó cada período estival hasta su muerte ocurrida en 1976. El pintor encontró en el pueblecito medieval del Lot, al que estaba particularmente apegado, un remanso de paz y una fuente de inspiración, y trabó amistad con su vecino André Breton.
El pueblo ha sido residencia de 11 artistas. Por estas calles han vivido Henri Martin, Pierre Daura, Othon Friesz, Paul Paquereau, Joseph Rignault, que aquí desarrollaron su actividad.
Joseph Rignault, coleccionista de arte de comienzos del siglo XX, invitó a su vez a numerosos artistas, con ocasión de las obras expuestas en su mansión (por ejemplo las de Soutine, que él descubrirá), o albergándoles en su casa, como a Man Ray, quien dejó como recuerdo un dibujo original en el Libro de Oro de los Amigos de Saint-Cirq.
Nacido en Normandía, André Breton (Tinchebray, 19 de febrero de 1896 - París, 28 de septiembre de 1966), escritor, poeta, ensayista y teórico del Surrealismo, se convertirá en el transcurso de sus búsquedas y encuentros en «ciudadano del mundo». De este modo acaba encontrándose, en junio de 1950, en Saint-Cirq Lapopie. Acababa de inaugurar en Cahors, junto a su amigo Robert Sarazac, la Primera Carretera mundial sin fronteras. Una treintena de kilómetros más lejos, Saint-Cirq Lapopie se mobilizaba para recibir uno de los mojones. Del descubrimiento de Saint-Cirq, es Breton quien mejor lo cuenta, en el testimonio que dejó en el libro de oro de la asociación «Los Amigos de Saint-Cirq», al comprar un año más tarde el antiguo Albergue de los marineros, en la parte baja del pueblo:
«Al término del paseo en coche que, en junio de 1950, consagraba la apertura de la Primera Carretera Mundial, única carretera de la esperanza, apareció ante mí Saint-Cirq encendida por los fuegos de bengala, como una rosa imposible en la noche.
Debió de tratarse de un flechazo, si pienso que, a la mañana siguiente, volvía a la tentación de posarme en el corazón de esa flor: maravilla que, aunque había dejado de arder, permanecía intacta.
Más que tantos otros parajes –de América, de Europa– Saint-Cirq me había lanzado el único hechizo: aquél que se clava para siempre. Dejé de desear estar en otra parte. Creo que el secreto de su poesía se emparenta con el de algunas iluminaciones de Rimbaud, es el producto de un raro equilibrio en la más perfecta desnivelación de planos. La enumeración de sus otros recursos está muy lejos de agotar este secreto… Cada día, al despertar, tengo la impresión de abrir la ventana a las riquísimas horas, no sólo del Arte, sino de la naturaleza y de la Vida.» (3 de septiembre de 1951). ¡Qué homenaje, viniendo de aquél que se definía como buscador del «oro del tiempo»! Breton vendrá a pasar todos los veranos a Saint-Cirq, hasta su muerte en septiembre de 1966.
La casa no está abierta al público ya que fue comprada por particulares, pero sigue resonando en ella el recuerdo de André Breton, pues quienes viven hoy allí son artistas, que trabajan rodeados de algunos objetos que pertenecieron al escritor.
El castillo de la Gardette se encuentra enclavado en el reborde del acantilado. Fue construido por el señor Hébrard de Saint-Sulpice, más abajo del fuerte de Saint-Cirq Lapopie, el que que albergaba originalmente a las cuatro familias del pueblo, los Lapopie, los Gourdon, los Cardaillac y los Castelnau. Émile-Joseph Rignault, nieto de barquero, pasó parte de su infancia en la Charité-sur-Loire y en París. Nacido en 1874, y apasionado por el arte, Rignault adquirió la propiedad y sus casi ruinas en 1922 y emprendió profundas reformas. Era un marchante de obras pictoricas: Callot, Van Dyck, Oudry, Fragonard, Boucher... . Se convirtió en un entendido y aficionado a las obras de sus contemporáneos, uno de los primeros buscadores de talentos de los años veinte. Fue otro enamorado de de Saint-Cirq-Lapopie, por entonces maltrecho tras la Gran Guerra. Entre sus invitados a su casa cabe citar a Man Ray. Vendio sus obras al Museo Calvet de Aviñón en 1946. Ese mismo año, con el deseo de demostrar su apego al Lot, dona su residencia al Consejo General del Lot, con su mobiliario y los objetos de arte que la adornan. Muere en 1962. Su tumba vela ahora al pie del acantilado, contemplando la estrave de ese paraje romántico y sublime.
El Camino de Santiago pasa cerca. En la vía Podiensis, entre Figeac y Cahors, se abren dos itinerarios. A la altura de Béduer, siguiendo el GR651 tendrás la posibilidad de dirigirte hacia este célebre pueblo medieval, Saint-Cirq Lapopie.
Al pie del peñasco de Lapopie, molinos, embalses, puertos, esclusas y camino de sirga evocan las épocas de una actividad barquera que fuera floreciente.
La Fortaleza de Saint-Cirq Lapopie, imagenes de las vistas sobre el valle, de donde se sube por los peldaños hasta el peñasco de La Popie; podrás admirar el pueblo medieval pero también el valle del Lot, con sus molinos, embalses, puertos, esclusas y el célebre Camino de Sirga.
Durante siglos, el Lot tuvo un tráfico fluvial importante, sobre todo de gabarras, barcos de fondo plano de 25 m de eslora que podían transportar hasta 36 toneladas de mercancía. Los "gabarots", barcos más pequeños, alcanzaban, por su parte, 7 metros de eslora.
En 1845, en la roca entre Bouziès y Saint-Cirq Lapopie se crea el camino de sirga para evitar accidentes en ese trayecto que, debido a las corrientes, era demasiado peligroso para los marineros.
El camino de sirga, es decir el acondicionamiento tallado en la roca a nivel del río, permitía a los animales o a los hombres tirar de las gabarras a lo largo del Lot. Las gabarras transportaban mercancías tales como vinos de Cahors y producciones de los torneros en madera con destino a Burdeos.
El arte contemporaneo ha dado a Saint Cirq Lapopie una nueva identidad, en positivo, mientras que el turismo de masas, ese que se pasea a un ritmo de 400.000 al año por sus calles, lamentablemente le despoja de su alma. Una contradiccion en el corazón de este bello pueblo. La solución, ir cuando es temporada baja, porque aquello puede quedarse en un mero "yo estuve alli" que no aporta nada.