COPERNICO. SANGRE Y ÁMBAR, de David Torres
"Sentado frente al Palacio Staszic, sede de la Academia Polaca de Ciencias, Copérnico continúa enfrascado en algún insondable enigma cosmológico. En una mano sostiene un instrumento de medición; en la otra, un modelo a escala del sistema solar. Parece muy ocupado y ni siquiera se molesta en sacudirse la nieve de los hombros. Astrónomo, matemático y médico, fue Copérnico quien desplazó a la Tierra de su lugar de privilegio en el centro del Universo, pero la mayoría de la gente cree que ese honor corresponde a Galileo.
—En eso los polacos y los españoles nos parecemos mucho —comenté, pisoteando fuerte para hacer entrar los pies en calor.
—¿En qué? —preguntó Aśka.
—En que no sabemos exportar nuestros genios.
—Tienes razón. Una de las primeras cosas que hicieron los alemanes cuando entraron en Varsovia, fue colocar una placa debajo de la estatua de Copérnico que decía: «Astrónomo alemán.»"
—En eso los polacos y los españoles nos parecemos mucho —comenté, pisoteando fuerte para hacer entrar los pies en calor.
—¿En qué? —preguntó Aśka.
—En que no sabemos exportar nuestros genios.
—Tienes razón. Una de las primeras cosas que hicieron los alemanes cuando entraron en Varsovia, fue colocar una placa debajo de la estatua de Copérnico que decía: «Astrónomo alemán.»"
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