EL NIÑO SOLDADO. SANGRE Y ÁMBAR, de David Torres
"Cerca de uno de los muros, al resplandor de unos cuantos cirios rojos que ardían bajo su pedestal, se erguía la estatua del Niño soldado, obra de Jerzy Jarnuszkiewicz. El casco, coronado con una cinta con los colores de la bandera polaca, casi tapaba por completo la pequeña cabeza; el uniforme y las botas también le estaban demasiado grandes. Pero aun así, los rasgos de bronce perpetúan la dignidad y la valentía de aquellos críos que habían luchado y corrido por las calles de Varsovia durante el levantamiento de 1944.
—Siempre me emociono cuando la veo —dijo Carol—. Para mí, es la estatua más conmovedora de Varsovia.
La ametralladora que colgaba de una cinta parecía un juguete entre las diminutas manos infantiles, pero desde luego no lo era. Era un arma, como el sable del rey Segismundo y la espada curva de la Sirena, como todos los símbolos de aquella ciudad acosada por los perros de la Historia. Me agaché y encendí con el mechero los cirios que estaban apagados. La débil luz de las velas parpadeó, estañó el casco del pequeño soldado. Una sombra danzó tras los muros. El viento no tardaría en apagarlas todas."
Estatua del niño soldado, Varsovia |
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