LAS NUBES. LOS INDOMITOS DE LA MONTAÑA, de Dino Buzzatti
"LAS NUBES: por la tarde, sobre todo en otoño, se forman sobre col Visentín nubes de excepcional belleza. No se ven nubes así despedidas ni siquiera sobre los grandes desiertos de África, tan célebres por este tipo de fenómenos. Se agolpan dando lugar a inmensas estructuras arquitectónicas y resplandecen un buen rato cuando ya ha caído la oscuridad sobre el valle, enviando reflejos mágicos. No sería extraño que desde Australia o Brasil vinieran turistas solo para verla. La materia de la que están hechas no es esa tan basta de las nubes oceánicas: es fina, densa, casi carnal. Sus formas pálidas y violáceas repiten, magnificandolas, las fantásticas perspectivas de las montañas que se alzan por los alrededores. En la cumbre, los blancos pináculos se tuercen lentamente, en continua metamorfosis, narrando largas epopeyas de caballos, de banderas, de palacios, de obispos, elefantes, bailarinas, dragones, amores y batallas. A veces, por jugar, fingen que son los propios Dolomitas, y durante algunos minutos se quedan inmóviles como si fueran de piedra. Selvas de torres enormes, salientes con paredes de miles y miles de metros con extraplomos como no hay en el mundo. La ilusión es tan perfecta que durante algunos instantes nos preguntamos si habrán surgido de la tierra, milagrosamente, unos picos tan altos como el Himalaya. Y el ojo empieza a buscar en esos terribles precipicios una posible vía de subida cuando de pronto las rocas se repliegan hacia un lado, disolviéndose grotescamente, destruyéndose en silencio".
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