ITALIA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg
"En mi juventud tuve ocasión de visitar dos veces Italia. Tenía poco dinero y pasaba la noche en albergues y tugurios sospechosos, comía pasta en las tabernuchas, costaba dos soldi el plato y daba una engañosa sensación de saciedad durante varias horas. Cuando no tenía dinero para el tren, hacía el camino a pie. Recuerdo los meses pasados en Italia como los más felices de mi vida. Fue allí donde comprendí que el arte no era un capricho ni un adorno, que no se presentaba como los días festivos del calendario, sino que con él se podía vivir en una misma habitación, como con la persona amada. Todos los jóvenes cuando se enamoran por primera vez tienen la impresión de que acaban de descubrir un mundo desconocido. Lo mismo sentí yo con respecto a Italia: desde tiempos inmemoriales los escritores extranjeros que se han encontrado en este país han sentido una dicha nueva y han percibido de una manera nueva la proximidad del arte: desde Stendhal hasta Blok, desde Goethe hasta nuestro contemporáneo Víktor Nekrásov. (Es cierto que Hemingway conoció en Italia la medida de la aflicción humana, pero eso fue durante la guerra, y la guerra es guerra en todas partes).
Para mí, Italia fue un paraíso y una escuela. En 1909 contemplaba los lienzos de Van Gogh, Gauguin y Matisse con recelo, casi con espanto, como un ternero mira pasar un tren. Cinco años más tarde trabé amistad con pintores, Picasso, Léger, Modigliani, Rivera. Sus obras me ayudaron a desenredar una madeja de esperanzas y dudas. Encontré la llave del arte moderno en el pasado. Es imposible comprender a Modigliani sin la pintura del Renacimiento, al igual que resulta imposible comprender a Blok sin Pushkin."
Edwin Smith, Basilicata, 1963 |
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