UN VIAJERO COSMOPOLITA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg
"Pushkin escribía en Oneguin: «Empezó a viajar sin un fin, guiado sólo por el sentimiento, y también los viajes, como todo en el mundo, acabaron aburriéndole». Yo tampoco tenía un «fin», pero los viajes no me cansaban. Evidentemente, no es posible huir de uno mismo y, dondequiera que estuviese, no me abandonaban mis pensamientos. Sin duda, por eso me gustaba (y me sigue gustando) viajar: a veces, en algún lugar remoto, observando la vida ajena, uno encuentra la explicación que en vano buscaba sentado a la mesa de trabajo… Entonces yo tenía casi cuarenta años, por tanto ya había abandonado lo que, por lo general, se suele considerar como el período de formación de la personalidad, pero continuaba sintiéndome como un escolar.
Todos los hombres se van rodeando poco a poco de gente con la que se sienten ligados por intereses comunes, por el trabajo. No es posible huir de uno mismo, pero sí que es posible desgajarse por algún tiempo del círculo de los conocidos habituales. Desde luego, también en otros países me encontraba a menudo entre escritores; conocí a Majerová, a Novomeský, a Antoni Słonimski, a Broniewski, a Andersen Nexø, a Johan Nordahl Grieg, a Joseph Roth.
(...)
Podían obtener el visado del tiempo. Los viajes me ayudaron a desprenderme de muchos convencionalismos, tanto antiguos como nuevos, me ayudaron a ver la vida tal como era. Al hablar con granjeros daneses me esforzaba en comprender el camino de un escritor soviético."
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