HIMMLER Y LAS MUJERES. LOS HERMANOS HIMMLER, de Katrin Himmler
"Los paralelos en su enfrentamiento con Kätha y Paula muestran la imagen desfigurada y distorsionada que tenía de la «mujer ideal», imagen en la que se yuxtaponían la adoración y el desprecio. Rechazaba la fortaleza y la voluntad propia de la mujer —como la que había manifestado Paula— porque se le antojaban síntomas amenazadores de independencia femenina, muy próximos ya al «puterío».
Paula respondió a la dureza autoritaria de la carta de Heinrich en un tono compungido y prometiendo mejorar. No obstante, la relación entre ella y Gebhard se fue enrareciendo, y en febrero de 1924, en una visita de Paula a Múnich, la fría distancia entre los dos novios era más que evidente. Al parecer, volvía a haber «rumores» sobre Paula, y Heinrich, en el consejo familiar reunido en la mesa del mediodía, se pronunció con vehemencia a favor de la disolución de los esponsales para restablecer el honor de la familia. Una vez más se encargó de usar el tono «adecuado» frente a Paula, pues Gebhard le pareció demasiado cortés. Actuó, ya entonces, como más tarde lo haría en su función de Reichsführer SS. La primera vez dejaba pasar lo que consideraba una debilidad humana y, magnánimo, le daba al «pecador» la oportunidad de rehabilitarse. Si este la desaprovechaba, caía definitivamente en desgracia ante Heinrich, quien se afanaba en expulsarlo sin contemplaciones.
Con todo su celo, se le escapó por completo que Gebhard y Paula habían comprendido hacía tiempo su incompatibilidad de caracteres. Sin duda, se habrían separado con respeto y sin mayor escándalo si Heinrich no hubiese caldeado el ambiente. Mientras Gebhard iba cediendo el campo a su hermano, Paula se defendía ante los intentos de Heinrich de «querer educarla para Gebhard» y le reprochaba a este su «conducta impotente» al tolerar el tutelaje ejercido por su hermano.
Heinrich no se conformó con amonestar a Paula. Por medio de una tía común, Friedel Höfl, le pasó el recado, todavía en mayo de 1924, de que se guardara de «despotricar» contra la familia Himmler. La advirtió de que él era una «persona de buen corazón», pero que podía «ser otro muy distinto» si alguien lo obligaba. En sus cartas a Paula se aprecia cuán soberbio e intolerante se había vuelto en los últimos años. Sólo aceptaba a los que comulgaran con sus ideales, a quienes incluía en la comunidad del «nosotros», nítidamente desmarcada de «los otros». En el «nosotros» estaban su familia, los amigos, las personas políticamente afines, los «seres racialmente equivalentes»; no escatimaba esfuerzos para tener buenas relaciones con ellos. «Los otros» eran los políticamente discrepantes, los «seres racialmente inferiores», pero también aquellos que habían sido excluidos del círculo y caído en desgracia por comportamiento incorrecto. A estos trataba de destruirlos socialmente con una sed de venganza francamente arcaica. En efecto, a Paula Stölzle le hizo saber que, si era preciso, él no descansaría «hasta que el respectivo adversario esté civil y moralmente borrado de las filas de la sociedad». En aquel entonces, una amenaza de ese tipo resultaba tan ridícula como arrogante, dada la juventud y el bajo rango social del que la profería, y Heinrich debió de ser consciente de ello: «Ahora se trata de permanecer firme y de no dejarse tumbar por las dudas». Más tarde, cuando el Reichsführer SS pensaba y actuaba de esa forma, las consecuencias eran mortíferas."
Una jóven recibe a Himmler en el Prat |
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