LA MALDICIÓN DE TROTSKY. LEÓN TROTSKY, de Joshua Rubenstein
"Si bien las autoridades de Oslo se resistían a expulsarlo, se sentían cada vez más incómodas por tenerlo en su entorno. En aquel momento, el ministro de Justicia noruego era Trygve Lie, que posteriormente fue el primer secretario general de Naciones Unidas. Bajo las presiones del Kremlin y de los simpatizantes nazis, Lie ordenó que se internara a Trotsky y a su esposa. Fueron sacados por la fuerza de la casa de Knudsen y alojados bajo arresto domiciliario con la custodia de veinte policías. Se les censuró el correo y no se les permitía recibir periódicos. Todo servía a los propósitos de Stalin. Tras la estela de los primeros juicios de las purgas, Trotsky padecía ahora graves ataques públicos auspiciados por el Kremlin y sus partidarios. Pero apenas pudo responder; durante más de tres meses, él y su esposa padecieron un confinamiento arbitrario. Su único solaz fue un breve libro que Lev escribió en París (con la ayuda de Victor Serge, liberado del exilio hacía poco y a quien se le permitió marchar a Francia), en el que ponía de manifiesto las contradicciones en que incurría el juicio, entre ellas la afirmación de la fiscalía según la cual Lev se había reunido con su padre para conspirar en el hotel Bristol de Copenhague en noviembre de 1932; el hotel había sido demolido en 1917 y Lev jamás había puesto un pie en Copenhague.
Las autoridades noruegas se mostraron inflexibles y cedieron a las presiones del Kremlin y los activistas locales proalemanes. Insistían en que Trotsky había violado las condiciones de su estancia al hablar de asuntos políticos de diversos países. En cierta ocasión, Trotsky perdió la paciencia y acusó a Trygve Lie con unas palabras que resultarían proféticas. «Es su primer acto de rendición al nazismo en su propio país. Lo pagará —afirmó para que todos lo supieran—. Se creen ustedes a salvo y con libertad para mercadear a su antojo con un exiliado político. Pero se acerca el día, ¡recuerde esto!, se acerca el día en que los nazis les expulsarán de su propio país». Cuatro años más tarde, cuando los alemanes se habían apoderado de Oslo, Lie y otros ministros, a los que se unió el rey Haakon, aguardaban en la costa a que llegara un barco que los trasladara a Inglaterra. Fue entonces cuando el rey les recordó «la maldición de Trotsky»."
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