ANDRÉ BONNARD. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg
"Me gustaría hablar del insigne helenista André Bonnard. Lo había conocido en el congreso de París. Me invitó a su casa, en Lausana. Hablamos de Micenas, de la poesía soviética y de la paz. Luego leí sus libros, que me ayudaron a entender mucho mejor la cultura de la Hélade. Volví a ver a Bonnard varias veces, le visité de nuevo en Lausana y tuve ocasión de hablar con él en varios congresos de la paz. Hablo de él en este capítulo porque el ocaso de su vida estuvo estrechamente ligado con la Guerra Fría. Bonnard tenía tres años más que yo, y era uno de los últimos humanistas occidentales. Aunque nunca participó en política, fue uno de los primeros en adherirse al Movimiento de los Partidarios de la Paz. En 1952, mientras se dirigía a una sesión del Consejo Mundial, fue detenido en Zúrich y absurdamente acusado de divulgación de secretos de Estado. Lo juzgaron un año y medio más tarde y lo condenaron a quince días de cárcel. La sentencia muestra por sí toda la absurdidad de la acusación: los jueces de Berna no se atrevieron a absolverlo por miedo a una recusación de la policía suiza.
Es difícil encontrar a un hombre tan desinteresado, leal y honesto como Bonnard. Era un apasionado de la poesía de la Grecia Clásica, de sus monumentos, de la vitalidad de su arte; quería a sus estudiantes, quería la paz. En el juicio declaró: «Ahora deben pronunciar la sentencia. Es una cuestión que quedará en su conciencia. La mía está limpia… Se ha hablado de mi humanismo, pero para mí el humanismo no es la ciencia de un estudioso aislado en su estudio, el humanismo está en las leyes que gobiernan la vida. Quiero decir también que se ha intentado mostrar erróneamente que, en mí, el humanista convive de manera sospechosa con otro ser al que se ha definido de un modo muy genérico como “comunista”. En efecto, el helenismo ha absorbido durante mucho tiempo mis intereses. Aquí se ha intentado disociar al traductor de Antígona del defensor de la paz, cuando en realidad ambos son la misma persona. No, señorías, no tengo la doble vida que se ha intentado mostrar aquí… La literatura no sirve sólo para ser leída, se creó para realizarse en la vida. Si la literatura no enseñara el arte de vivir, sólo sería un pasatiempo al que no habría consagrado mi vida».
Época terrible, en que los libros se trataban como bombas, y la Suiza pacífica y neutral procesaba a un hombre que era su orgullo y trataba de mancillar su nombre. Cuando acabó el juicio, Bonnard se limitó a sonreír y, mirando a los niños, dijo: «Las cosas serán más fáciles para nuestros hijos»."
Viniendo de una familia de la burguesía protestante intelectual de Lausana, André Bonnard se horrorizó con la guerra de 14-18, lo convirtió en un pacifista y, al final de la Segunda Guerra Mundial, admiró el éxito del Ejército Rojo (¡!)
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