EL DESIERTO. SIN FRONTERAS, de Gustavo Cuervo
"Las noches del desierto tienen algo muy especial, es el desierto de los oasis, es el aroma de los dátiles que llega de cuando en vez hasta tu nariz. Son las estrellas que brillan con fuerza, con una luz que traspasa con limpieza una atmósfera diafana libre de contaminación y de humedad. Son especialmente las noches de luna nueva el momento de admirarse ante una belleza universal que ya existía miles de milenios antes de que el hombre hiciera su aparición sobre la faz de la tierra y que continuará igual de imperturbable eones después de que hayamos desaparecido. Quién sabe si la humanidad será capaz de sobrevivirse asi misma, de no autodestruirse, pero lo que es seguro es que la luz de las estrellas del universo seguirá atravesando el espacio aunque nadie haya para contemplarla. Tal vez sea ésta sensación de pequeñez que el humano experimenta cuando se encuentra integrado en los grandes espacios naturales la que haga del desierto algo especial. El ejemplo de los mapas de la noche anterior tiene el efecto de hacerte sentir tan diminuto como un grano de arena en la vastedad del Sáhara. La contemplación de las estrellas desde su interior aún mucho más. Sentirte infinitamente pequeño ante la inmensidad del cosmos es uno de los atractivos que atrapan a los viajeros que se atreven con los desiertos secos. Estoy seguro de que este es uno de los motivos por los que enamoran. El hombre tiene aquí la posibilidad de comprobar en su espíritu su infinitesimal tamaño. Es por esto por lo que las noches del desierto unen tanto a los viajeros que en el se encuentran. Juntos nos damos valor, juntos nos sentimos algo de tamaño ponderable, juntos podemos observar el universo desde una dimensión humana"
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