LA GUERRA Y STALIN, de Ilya Ehrenburg
"¿Qué pasaría después de la guerra en nuestro país? Esto me preocupaba todavía más. ¿Sabríamos vencer las semillas de nacionalismo y de racismo que habían sembrado los nazis en muchas personas? La guerra no sólo exaltó la audacia del espíritu del pueblo, sino que también mostró la rapacidad, la codicia, la indiferencia; la gente se había curtido pero también se había encallecido; se necesitaban procedimientos de educación nuevos: en vez de gritos, campañas o memorización sin sentido, hacía falta inspiración. Había que insuflar en los jóvenes los principios del bien, de la confianza, encender en ellos una llama que hiciera imposible la indiferencia ante el destino de un compañero, de un vecino. Y lo más importante: ¿qué haría Stalin ahora? Por encargo del diario Krásnaia zvezdá, en marzo, Irina fue a Odesa: desde ese puerto partían los ingleses, franceses y belgas liberados por el Ejército Rojo. Justo en aquel momento llegó de Marsella un barco con nuestros prisioneros de guerra entre los que se encontraban quienes habían escapado de los nazis y luchado con la guerrilla francesa. Irina contó que los habían recibido y aislado como si fueran delincuentes y decían que los mandarían a los campos de concentración. Pensé en varios decretos que aprobó Stalin y por momentos me preguntaba: ¿se puede repetir el año 1937? Pero la lógica me volvía a fallar, me consolaba diciendo que en 1937 había miedo a la Alemania fascista y, asustados, habían empezado a disparar contra los suyos. Ahora el fascismo estaba derrotado. El Ejército Rojo había demostrado su poderío. El pueblo había soportado demasiadas desgracias… El pasado no podía repetirse. Una vez más tomaba mis deseos por la realidad y la lógica por una asignatura obligatoria en la escuela de la historia."
No hay comentarios:
Publicar un comentario