LA INVENCIÓN DE LA LUZ ELÉCTRICA. EN CASA, UNA BREVE HISTORIA DE LA VIDA PRIVADA, de Bill Bryson
"...Las luces de arco eléctrico eran demasiado potentes para el uso doméstico. Lo que se necesitaba en las casas era un filamento doméstico que pudiera arder con una luz regular durante periodos prolongados de tiempo. El principio de la iluminación incandescente se comprendía, y de hecho se había conquistado, desde hacía mucho tiempo. En 1840, siete años antes del nacimiento de Thomas Alva Edison, sir William Grove, un abogado y juez que era además un brillante científico aficionado con un interés muy especial por la electricidad, exhibió una lámpara incandescente que funcionaba durante varias horas; pero nadie quería una bombilla que costaba mucho fabricar y que solo funcionaba durante unas horas, por lo que Grove no siguió insistiendo en su invento. En Newcastle, un joven farmacéutico e inventor aficionado llamado Joseph Swan, vio una demostración de la lámpara de Grove y realizó por su cuenta y con éxito algunos experimentos, pero la tecnología existente no conseguía obtener un buen vacío en el interior de la bombilla. Sin ese vacío, cualquier filamento se consumía con rapidez, convirtiendo la bombilla en un lujo caro y de corta vida. Además, a Swan le interesaban también otros temas, en particular la fotografía, terreno en el que realizó importantes contribuciones. Inventó el papel fotográfico de bromuro de plata, que permitió la realización de las primeras impresiones fotográficas de alta calidad, perfeccionó el proceso del colodión y realizó además diversas mejoras en las sustancias químicas empleadas en la fotografía. Mientras, su negocio farmacéutico, que se ocupaba tanto de la fabricación de productos como de la venta al por menor, iba viento en popa. En 1867, su socio y cuñado, John Mawson, murió en un insólito accidente descargando nitroglicerina para ser desechada en un páramo de las afueras de la ciudad. Fue, en resumen, una época complicada y llena de distracciones para Swan, y sus intereses se alejaron durante treinta años de la iluminación. Entonces, hacia 1870, Hermann Sprengel, un químico alemán que trabajaba en Londres, inventó un aparato que acabó conociéndose como la bomba de mercurio de Sprengel. Fue el invento crucial que hizo en realidad posible la iluminación doméstica. Por desgracia, solo una persona en la historia creyó que Hermann Sprengel se merecía ser más famoso: Hermann Sprengel. La bomba de Sprengel era capaz de reducir el volumen de aire en el interior de una cámara de cristal a una millonésima parte de su volumen normal, lo que permitiría que un filamento colocado en su interior alumbrara durante cientos de horas. Lo único que faltaba ahora era encontrar el material adecuado para construir el filamento. La investigación más decidida y fomentada fue la llevada a cabo por Thomas A. Edison, un destacado inventor norteamericano. En 1877, cuando inició su aventura en busca de una luz comercialmente satisfactoria, Edison estaba ya en camino de ser conocido como «el mago de Menlo Park». Edison no era un ser humano en absoluto atractivo. Carecía de escrúpulos para mentir o engañar, y estaba dispuesto a robar patentes o sobornar a los periodistas para que escribieran reportajes favorables. En palabras de uno de sus contemporáneos, tenía «un vacío allí donde su conciencia debería estar». Pero era emprendedor y trabajador, y un organizador sin par. Edison envió a varios hombres a los rincones más remotos del mundo en busca de material que pudiera emplearse para la fabricación de filamentos y puso a equipos de hombres a trabajar hasta en doscientos cincuenta materiales distintos con la esperanza de dar con uno que tuviera las características de durabilidad y resistencia necesarias. Probaron con todo, incluyendo incluso el pelo de la exuberante barba pelirroja de un amigo de la familia. Justo antes del Día de Acción de Gracias de 1879, los trabajadores de Edison desarrollaron un trozo de cartulina carbonizado, muy fino y cuidadosamente doblado, que ardería hasta trece horas, un tiempo que no era aún suficiente a efectos prácticos. El último día de 1879, Edison invitó a una selecta audiencia a presenciar una demostración de sus nuevas luces incandescentes. A su llegada a la finca que Edison tenía en Menlo Park, en Nueva Jersey, se quedaron encandilados al ver dos edificios cálidamente iluminados. De lo que no se dieron cuenta, sin embargo, era de que la luz no era en su mayoría eléctrica. Los esforzados sopladores de cristal de Edison habían conseguido preparar solo treinta y cuatro bombillas, de modo que el grueso de la iluminación la proporcionaban lámparas de aceite estratégicamente colocadas. Swan no retomó sus investigaciones sobre la luz eléctrica hasta 1877, pero, trabajando solo, llegó a un sistema de iluminación más o menos idéntico. En enero o febrero de 1879, Swan ofreció en Newcastle una demostración pública de su nueva lámpara incandescente. La vaguedad de la fecha se debe a que no sabemos seguro si mostró su nueva lámpara en una conferencia ofrecida en enero o si simplemente habló sobre ella; pero lo que sí es cierto es que al mes siguiente la encendió ante una agradecida audiencia. En cualquier caso, la demostración se produjo un mínimo de ocho meses antes de cualquier cosa que Edison pudiera elaborar. Aquel mismo año, Swan instaló luces en su casa y en 1881 había cableado ya la casa del gran científico lord Kelvin, en Glasgow, de nuevo mucho antes de que Edison pudiera conseguir algo similar. Sin embargo, la primera instalación de Edison fue mucho más destacada y su relevancia, por lo tanto, mucho más duradera. Edison cableó un barrio entero del bajo Manhattan, cerca de Wall Street, que recibiría energía de una planta instalada en dos edificios medio en ruinas situados en Pearl Street. A lo largo del invierno, la primavera y el verano de 1881 y 1882, Edison tendió veinticinco kilómetros de cable y verificó y volvió a verificar, casi con fanatismo, su sistema. No todo salió a la primera. Los caballos se comportaban caprichosamente por la vecindad hasta que se cayó en la cuenta de que les pasaba la electricidad por los cascos. En los talleres, varios de los hombres de Edison perdieron piezas dentales como consecuencia de la intoxicación por mercurio provocada por la prolongada exposición a la bomba de mercurio de Sprengel. Pero al final todos los problemas se solventaron y la tarde del 4 de septiembre de 1882 Edison, desde el despacho del financiero J. P. Morgan, accionó un interruptor que iluminaba ochocientas bombillas eléctricas en los ochenta y cinco negocios que habían contratado su plan. En lo que Edison destacó de verdad fue como organizador de sistemas. La invención de la bombilla fue algo extraordinario, pero de poca aplicación práctica si nadie disponía de una toma de corriente donde enchufarla. Edison y sus incansables trabajadores tuvieron que diseñar y construir todo un sistema desde cero, desde centrales eléctricas y cableado barato y fiable, hasta portalámparas y enchufes. En cuestión de meses, Edison había montado no menos de 334 pequeñas centrales eléctricas por todo el mundo, y en aproximadamente un año, sus centrales estaban iluminando trece mil bombillas. Con mucha astucia, las emplazó en lugares que le garantizaran el máximo impacto: en la Bolsa de Nueva York, el Palmer House Hotel de Chicago, la Scala de Milán o el salón de banquetes de la Cámara de los Comunes en Londres. Swan, mientras, seguía con la fabricación en su propia casa. En pocas palabras, le faltó visión de negocio. De hecho, ni siquiera presentó la patente. Edison presentó patentes en todas partes, incluyendo Gran Bretaña en noviembre de 1879, con lo que se aseguró su preeminencia."
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