LOS GUÍAS. ESCALADAS EN LOS ALPES, de Albert Mummery
"Una vez encontré a un hombre que me dijo, a las once de la mañana, que acababa de subir los Charmoz. Parecía profundamente orgulloso de su logro y es indudable que lo había hecho a una velocidad extraordinaria. «Pero», me pregunté a mí mismo, «¿por qué lo ha hecho?». ¿Puede alguien con ojos en la cabeza y un alma inmortal en su cuerda, apresurarse a abandonar la tosca belleza de la arista de los Charmoz para regresar corriendo hasta las hordas de turistas dirigidos que llenan y hacen insufrible el mediodía y la tarde en Montenvers? Y esto no es algo excepcional; en Zermatt es frecuente encontrar personas a primera hora de la mañana que han cometido la tontería de abandonar los rincones más bellos y los íntimos recovecos de los Alpes, el Gablehorn, el Rothorn u otro pico similar, para apresurarse a volver a las orquestas de metal y a los trovadores negros de esos lugares para excursionistas. El escalador sin guía no hace ninguna de esas cosas; rara vez se le ve regresar antes de que el último brillo del día se haya ocultado en el horizonte del oeste. Es la noche, y sólo la noche, lo que le conduce de regreso a las atestadas guaridas de los turistas. Ese amor por vivir al sol y en las altas nieves es la marca de identidad del entusiasta y lo distingue del tropel de fanfarrones y de todos los «hacedores de los Alpes». No hay que asumir que el amor por la montaña deba considerarse como el primero de los deberes humanos, o que el valor de la moral de un hombre pueda determinarse por la hora a la que suele regresar al albergue, sino que el montañero, el hombre que puede entender cada cambio de luz y sombra y que venera el verdadero espíritu del mundo superior, se diferencia por esos detalles de imitadores e hipócritas empedernidos."
Mummery |
No hay comentarios:
Publicar un comentario