LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg
"Las reticencias, los gazapos, las equivocaciones me impedían comprender el significado del texto. Observaba muchas cosas monstruosas, veía la maldad y la ignorancia, pero no veía lo esencial. Se estaba haciendo realidad aquello con lo que había soñado de adolescente, aquello que imaginaba en las celdas de las cárceles. La vida nunca se parece a los sueños. Las adivinadoras hablan de la «línea de la vida». Esa línea en realidad existe no en la palma de la mano, sino en el destino del hombre: cuanto antes se vea y se tome conciencia de ella, más fácil resultará superar las dudas. Esta línea se compone no sólo de ideas elevadas, sino también de acontecimientos reales; no sólo de atracciones, sino también de repulsiones; no sólo de sentimientos apasionados, sino también de reflexiones. Lo último que quiero decir con esto es que, según una definición común, el fin justifica los medios; sé demasiado bien que los medios pueden modificar cualquier fin. Pienso sólo en la fidelidad de un hombre, de un pueblo y de un siglo a la línea de la vida. Más tarde, al igual que todos mis contemporáneos, tuve que hacer frente a no pocas pruebas; estaba preparado. A los cuarenta y seis años la línea de la vida me resultaba mucho más clara que a los veintiséis… Sabía que es necesario aprender a vivir apretando los dientes, que es imposible abordar los acontecimientos como si se corrigiera un dictado, subrayando las faltas, que el camino del futuro no es una carretera bien asfaltada. Como dijo el poeta Tvardovski, «aquí nada hay que quitar, nada hay que añadir»; en la historia, al igual que en la vida de un individuo, hay muchas páginas amargas, no todo se desarrolla como uno quisiera… Ahora para todo el mundo resulta clara la proeza que realizó nuestro pueblo en un país mísero, tenebroso y hambriento, cuando en otoño de 1917 echó a andar por un camino nuevo, nunca antes transitado. Pero entonces no sólo yo, sino tampoco muchos escritores de la vieja generación, e incluso mis coetáneos, no comprendíamos la dimensión de los acontecimientos. Sin embargo fue entonces cuando un joven poeta de Petrogrado a quien consideraban poeta de salón, pseudoclásico, alejado de la vida, enclenque y suspicaz, Ósip Mandelstam, escribió unos versos maravillosos: «Y bien, probemos: un enorme, torpe | y chirriante golpe de timón. | La tierra flota. ¡Ánimo, hombres! | ¡El océano se abrirá como un arado! | Y hasta en el frío del Leteo recordaremos | que diez cielos nos costó la tierra»."
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