EL ORIGEN DE JAMES BOND. UN ESPIA ENTRE AMIGOS, de Ben Macintyre
La tarea Nicholas Elliott de atacar a la inteligencia alemana en los Países Bajos, su antiguo territorio, era una misión distinta y más complicada. La Abwehr de la Holanda ocupada era sumamente eficaz: captaba, entrenaba y enviaba espías a raudales a Gran Bretaña. En cambio, resultaba muy difícil infiltrar agentes en los Países Bajos. Las pocas redes que habían sobrevivido al incidente de Venlo estaban plagadas de informadores nazis.
En una ocasión que parece sacada de una película de James Bond (y que tiene todos los números de ser un jugada de Elliott), un agente holandés llamado Peter Tazelaar desembarcó cerca del casino situado en la costa de Scheveningen; iba vestido con ropa de gala, cubierta con un traje de goma para que no se mojase. Una vez en tierra, Tazelaar se quitó el traje externo y empezó 'a mezclarse entre la multitud' con su chaqueta de gala, rociada con brandi para acentuar su imagen de «persona ociosa». Gracias a su ropa formal y el perfume alcohólico, Tazelaar logró burlar a los guardias alemanes y se hizo con una radio que había sido lanzada previamente con un paracaídas. El parecido con 007 no es una coincidencia: entre los jovencitos de la inteligencia británica de la época se encontraba un oficial del Departamento de Inteligencia Naval llamado Ian Fleming, futuro autor de los libros de James Bond. Ian Fleming y Nicholas Elliott habían sufrido el trauma de ser educados en la Durnford School y eran amigos íntimos.
Peter Tazelaar fue de los pocos que logró volver a Gran Bretaña. De los quince agentes enviados a Holanda entre junio de 1940 y diciembre de 1941, solo cuatro sobrevivieron, gracias a la brutal eficacia del mayor Hermann Giskes, director de contrainteligencia de la Abwehr en Holanda, el homólogo de Elliott. En agosto de 1941, Giskes interceptó a un grupo de agentes holandeses de la SOE que habían sido enviados a los Países Bajos a bordo de un torpedero y los obligó, amenazándolos de muerte, a enviar mensajes de radio encriptados a Gran Bretaña y atraer así a más espías. Unos cincuenta y cinco agentes neerlandeses fueron capturados y decenas ejecutados en una operación denominada Englandspiel (Juego Inglés), hasta que dos agentes lograron escapar y alertar a los británicos de que se trataba de un engaño. Para dar el toque final, Giskes envió un mensaje de escarnio: «Que sea la última vez que intentáis hacer negocios en los Países Bajos sin nuestra ayuda Stop creemos que es bastante injusto considerando nuestra larga y exitosa cooperación como vuestros agentes exclusivos Stop cuando decidáis visitar el continente os garantizamos que seréis recibidos con el mismo afecto dispensado a quienes nos habéis enviado hasta ahora Stop hasta la vista»
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