LUIS COMPANYS. APÓSTOLES Y ASESINOS, de Antonio Soler
"El siglo XX da sus primeros y equívocos pasos y el joven Companys, guiado por los preceptos de la familia, comienza a trabajar como pasante en el bufete de su tío Sebastián. Pero aquel despacho con aire de funeraria de lujo produce asfixia al burbujeante Lluís. A pesar de ello, se queda allí hasta altas horas de la madrugada estudiando no los casos en sí, sino las argucias que usa la gente principal de Barcelona para solventar sus negocios y sus batallas judiciales.
«Ese sitio donde trabajo no es un bufete de abogacía sino un hipódromo donde se saltan obstáculos legales. Y con qué elegancia», le cuenta a Layret.
«¿Los derriban? Los obstáculos, digo. ¿Los derriban?», pregunta el inválido.
«No. Nada. Todo es limpio.»
Layret asiente, desaprobando. Cuestiona:
«Limpio según las normas del hipódromo.»
«Exacto. Eso es. Según las normas impuestas por los dueños del hipódromo nacional.»"
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