MARRUECOS. SIN FRONTERAS, de Gustavo Cuervo
"Un acogedor restaurante junto al mar es ya un buen lugar para la primera parada y quitarse los nervios de la frontera y deleitarse con algo que para mí es normal en todo viaje a Marruecos: un té a la menta. Hasta que el dulce aroma del te no regala mi paladar, no me siento en Marruecos. Quizás sea solo una impresión personal que me persigue desde mi primer viaje al reino alauita. Quizá sea porque ese aroma, como todos los olores, se fija en la parte más primitiva del cerebro y queda guardado e inalterable para siempre, mucho más que las imágenes que con el tiempo se van idealizando y modificando. El olor, ese olor del té moruno con hierbabuena me sumerge sin escapatoria en este país fascinante y esta es una de las cosas que quiero transmitir a los viajeros que me acompañan en cada ocasión. Tradicionalmente se toman tres tazas, la primera sin azúcar, amarga como la vida, la segunda azucarada y dulce, como el amor, la tercera extremadamente dulce, como la muerte"
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