Ver Viajes del Mundo en un mapa más grande

viernes, 23 de febrero de 2018

AMIGOS QUE QUEDARON EN EL K2, PARTE II. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza

AMIGOS QUE QUEDARON EN EL K2. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza 

    "Me decido con una pena profunda, porque mis amigos salen para arriba al mismo tiempo que los americanos para abajo, lo que significa que no estaré en el base durante los intentos de cumbre. Me despido de Atxo, que me da unas cartas para su mujer, de Ramón y de Juanjo el día anterior a que Sebitas y José Carlos suban a la cumbre en una escalada limpia y meteórica, un 30 de julio fantástico.
Y yo me voy para abajo solo, con mi dolor como compañero, cojeando débilmente por la morrena glaciar.
(...)
    Pero la miseria, el dolor y el hambre no es lo peor de todo. Lo peor de todo, con diferencia, es aguantar el sentido del humor de Alan Hinkes todas las tardes. Cuando no es sexista, es xenófobo. O ambas cosas a la vez. Y si no, simplemente resulta burdo y grosero. Además es obvio que se cree un tipo gracioso.
    Si lo sé, no aprendo inglés.
(...)
    ...acojo con sumo gusto la llegada de Sebas y compañía, que vuelven hacia Pakistán y a cuyo grupo puedo unirme ahora.
    La tarde antes de salir de Kashgar estamos charlando con los americanos en una terraza próxima al hotel. Estamos tranquilos porque el tiempo ha sido bueno y nos imaginamos, o al menos lo deseamos, que nuestros amigos hayan subido ya al K2 y estén emprendiendo el camino de vuelta. Aquí no hay línea telefónica internacional, así que no tenemos modo de saber qué ha pasado. Además eso sólo podría suceder si ellos han mandado alguna noticia a Madrid a través del fax de los generosos italianos.
    Súbitamente, mientras bebemos algo, una de las empleadas del hotel aparece corriendo con los ojos desorbitados y gritando:
    —¡¡Spanish group, Spanish group, international telephone!!…
    No entendemos muy bien qué pasa, pero Sebas y yo cruzamos la calle lo más deprisa posible. Yo cojeo y él corre. Llega antes que yo a la recepción y me dice después de coger el auricular:
    —Es mi hermana.
   Con eso espera apaciguar mi impaciencia. En cierto modo lo consigue, al menos durante unos cortos instantes. Yo sé que Sebas tiene una hermana que trabaja en una compañía telefónica española. Ella ha debido conseguir el increíble milagro de que alguien en alguna compañía china del mismo género le conecte con el único hotel de Kashgar que aloja a extranjeros. Después no ha debido serle fácil explicarse y que le entiendan. Y mandar a alguien a buscarnos.
   Por eso sé que las noticias, buenas o malas, son importantes. La cara de Sebas no arroja mucha luz, aunque consigue disimular lo que siente en un primer momento. Yo no puedo más de curiosidad y le meto un par de tirones a su brazo para ver si me dice algo. Algo sí que me dice, desde luego, algo para lo que yo no estaba de ninguna manera preparado:
   —Atxo ha muerto.
   Noto como mi dolorida espalda se desliza por la pared de madera del mostrador. Me siento en el suelo y toda mi realidad se reduce a esa frase, inalterable y cruel, que de ningún modo me resulta digerible. Mientras mis ojos se llenan de unas lágrimas que tardarán años en salir, me siento completamente vacío por dentro.
   Sé que él era fortísimo, pero ahora mismo no pienso que sea una injusticia, no pienso en el porqué, no pienso en el cómo. No me rebelo, no blasfemo, no reniego. Sólo puedo pensar en Atxo Apellániz, en su sonrisa y su solidaridad cuando yo más las necesitaba. También en Nati, que espera las cartas que Atxo escribió y yo le llevo. La misma Nati que recibió aquel abrazo que me avergonzó por su intensidad, aquel abrazo que sellaba una despedida que era definitiva.
   Me da la sensación que en el corazón grande de Atxo nadie ha sido nunca forastero. Y yo no he sido ninguna excepción.
  En los días que siguen nos vamos de vuelta hacia Pakistán rotos por el dolor. Poco a poco conoceremos más detalles de la escalada de Sebitas y José Carlos como primer grupo de cima, el 30 de julio. Y de cómo Juanjo y Atxo también pisaron la cumbre a últimas horas de la tarde del 4 de agosto, envueltos en la maldita sincronía de una tormenta perfecta que ya les envolvía. También conoceremos la interminable odisea en la que se convirtió su descenso y cómo, casi una semana después, Atxo se apagó como un pajarito en la tienda del campo II, agotado.
   Pero todo está lejos de terminar aún y sabemos que Juanjo necesita un rescate urgente debido a sus extensas congelaciones, en las manos principalmente. Mi cercana experiencia no invita al optimismo y una vez más, los chinos no nos van a defraudar. Son los peores. Primero no serán capaces de mandar un helicóptero propio, alegando «mal tiempo». Después no permitirán tampoco que lo haga uno del ejército pakistaní, cuya intervención ya había sido autorizada mediante eficaces gestiones de TVE y la embajada española en Pakistán. Y finalmente pondrán todo tipo de pegas a la salida de los diversos miembros de la expedición por separado, alegando que el visado de entrada es «de grupo» y que por lo tanto hay que salir todos juntos. Gracias a sus trabas y a su criminal negligencia, las amputaciones de Juanjo serán más extensas y crueles.
   ¿Me permiten ustedes maldecir un poco? Pues, que mal rayo les parta."

No hay comentarios: