No hay sol que te pueda calentar, es de esos días que no aparece y de nada sirve esperarlo. El día lo descubre impreso bajo tu coraza de nubes, ahogado en la profundidad de un sueño en el que padeces de insomnio. Aun siendo así, sé que nada es lo que parece y debo esperar, sí, alerta cómo un fugitivo de mi propio ánimo
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