LA MIRADA, de J. Castillo
que vuela en alas de la curiosidad.
Anida en la mochila con la que viajo,
pero busca su alimento en las cimas
y se arrima a descansar junto
al arroyo gorgoteante.
Sobrevuela la cuenca de los valles,
encuentra alamedas escondidas
y sigue la estela de los viajantes,
también la de esos, los que se atreven
a asaltar la cúspide del picacho desafiante.
A veces lo imagino a ras de los pináculos del bosque,
a veces fundido con el horizonte.
Unas horas después, regreso a casa;
ufano y tranquilo, me descuelgo la mochila y,
al abrirla, descubro, junto al polvo del camino,
la pluma de un aguila y el aroma del pino.
Pero el nido está vacío porque, tal vez,
la mirada es un pájaro que no se puede enjaular,
la mirada es un pájaro con libre albedrío.
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