PASANDO HAMBRE EN LA URSS. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg
"En aquella época el tiempo pasaba volando, pero los trenes circulaban despacio. El viaje a Riga fue larguísimo y dispusimos de tiempo libre para meditar sobre esto y aquello. En el compartimiento contiguo se instalaron correos diplomáticos. Eché un vistazo a los sacos sellados con lacre y sonreí. Nosotros no llevábamos más que una maleta, vieja y pelada, con las revistas Unovis [Defensores del arte nuevo], Iskusstvo kommuni [El arte de la comuna], Judózhestvennoie slovo [La palabra artística], y libros de Maiakovski, Yesenin y Pasternak.
Cuando al fin alcanzamos Sebezh, un correo diplomático nos dijo: «Camaradas, pronto cruzaremos la frontera letona. Allí hay un restaurante; pero recordad el prestigio de nuestro país: no os abalancéis sobre la comida».
Decidí no salir del vagón.
Llegamos a Riga al anochecer y después de arrastrar la maleta hasta un pequeño hotel, dije a Liuba: «Y ahora, al restaurante».
Miraba a mi alrededor como si acudiera a una cita clandestina. Me sentía violento al pensar que alguien pudiera decir: «Ese ciudadano soviético acaba de llegar y le ha faltado tiempo para salir corriendo a cenar».
No sé si las raciones eran demasiado copiosas o si nosotros habíamos perdido la costumbre de comer, pero ni siquiera pude terminar la mitad de mi bistec. Me sentí triste: «He aquí el trozo de carne con el que tanto he soñado y no me lo puedo comer entero»."
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