"...iban conducidos por un mismo guía: un luchonés llamado Pierre Barrau, carpintero de profesión pero buen cazador y más o menos conocedor de las montañas, quien empezó guiando a Ramond de Carbonnières y estuvo llevando más gente a las montañas de La Maladeta hasta que finalmente, ya en 1824, tuvo que surgir para él la injusticia, por imprudencia o descuido suyo o simple fatalidad: se cayó en una grieta del glaciar de La Maladeta y no pudo ser recuperado por sus acompañados, quedando su cuerpo prisionero del hielo, para viajar en el interior del glaciar hasta que en 1931, al final de un gélido recorrido de 107 años de duración, salieron sus restos al descubierto, casi indemnes, bastante bien conservados por el hielo.
En 1817 otro francés también inquieto y culto que se dedicaba a estudiar la cordillera pirenaica reveló algo muy importante: era Henry Reboul, «sabio geómetra», y dijo haber hecho un gran descubrimiento en sus mediciones desde bastante lejos, con las lentes y los aparatos de la época. Este descubrimiento consistía en que había comprobado que algo al este del pico superior de La Maladeta «existía otra cumbre más alta», sesenta y cinco toesas más elevada que la propia Maladeta, «cumbre que por razones de perspectiva había pasado desapercibida hasta el momento». Reboul, como descubridor, tenía pleno derecho a dar nombre a esta nueva cumbre; para ello estudió los inciertos mapas de la región española a la que pertenecía el descubrimiento y le pareció comprobar que el pueblo más cercano al nuevo pico era uno llamado Aneto o algo parecido, situado en el alto valle catalano-aragonés de la Noguera Ribagorzana, en la orilla occidental. Y bautizó la cumbre como Pico de Aneto.
El pueblo llamado Aneto no está en absoluto vinculado con el nuevo pico, ni geográficamente ni humanamente: corresponde a otro valle, completamente distinto del valle de Benasque. En línea recta, mirando un mapa, se verá que está a 16 km el pueblo de Aneto de la nueva cumbre; mientras que en el propio valle de esta cumbre, el de Esera correspondiente a Benasque, hay dos pueblos más cercanos a la gran cumbre descubierta: el mismo Benasque a 13 km en línea recta sobre el mapa, y Cerler, a sólo once y medio. A estos les hubiera correspondido más ceder su nombre a la nueva montaña.
Tercera injusticia: Hemos dicho que Reboul era un gran personaje y hacía las cosas muy bien pero, sin llegar a saberse el motivo, entendió mal o leyó mal el nombre de Aneto o inventó para escribirlo su propia ortografía, y en consecuencia lo apuntó como Néthou. Y, durante más de cien años, los franceses han conocido el pico más alto de los Pirineos, situado por completo en España, como Néthou, y hasta algunos franceses se han extrañado durante mucho tiempo de que los españoles llamaran a esta cumbre con la palabra Aneto. Afortunadamente, hoy casi todos los pirineístas, tanto españoles como franceses, ya llaman «Aneto» a la gran montaña.
El Aneto fue conquistado en 1842 por dos «monsieurs», el francés Franqueville y el ruso Tchihatcheff, acompañados por dos guías franceses llamados Pierre Sanio y Jean Sors, y dos cazadores de rebecos, también franceses, apodados Ursule y Nate. Los dos «monsieurs» no se conocían antes, pero coincidieron en Luchon y como aportaban cada uno su propio guía y tenían las mismas intenciones los dos, y eran los dos alpinistas con experiencia, iniciaron y llevaron a cabo conjuntamente la aventura del Aneto completamente a espaldas de los españoles. A juzgar por lo que dejaron en sus escritos se comprueba que al principio no iban bien guiados: después de pasar el collado fronterizo de Benasque durmieron una primera noche en la antigua choza-cueva de La Renclusa. Hasta aquí bien. Pero desde allí el grupo, según parece siguiendo indicaciones de los guías luchoneses, inició un descontrolado rodeo lateral de la montaña hacia el oeste y hacia el sur saltando a los valles de Alba, Cregüeña y Vallibierna. Una vez en el tercer valle, parece que los dos señores —que ya se ha dicho tendrían su propia experiencia de montaña— decidieron poner orden en la empresa y no dejarse llevar más por unos guías que en realidad no eran del país y que dejaban traslucir que lo que temían era pisar el hielo de los glaciares. Así, en Vallibierna el grupo tomó valle arriba, hacia los lagos de Coronas (los «couronnés de neige») y treparon hasta el collado del mismo nombre para, una vez allí, seguir por lo que hoy es vía normal de la gran montaña hasta su antecima, de fácil acceso. Y en esta antecima, previa consulta y estudio de una corta pero impresionante cresta que comunicaba con la verdadera cumbre, llegaron finalmente a la gran cima inhollada. Uno de aquellos dos extranjeros cultos comentaría que la cresta que les surgió al paso podía parecerse al «puente que cita el Corán de los mahometanos, mediante el cual las almas puras pueden llegar al cielo y desde donde se despeñan al infierno las almas impuras». Por lo visto, todos ellos tenían el alma pura porque llegaron bien a la cumbre, sin despeñarse nadie al infierno. Y ya en la cumbre, decidieron que aquella alucinante cresta se podría llamar precisamente «el Puente de Mahoma» o «el Paso de Mahomet». Y así ha quedado bautizada la cresta en los anales toponímicos de la montaña más alta y la más tardíamente conquistada de los Pirineos."
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