LA CULTURA POPULAR DEL SIGLO XX. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg
"En septiembre, participé en un encuentro de Ginebra, que no tenía nada que ver con la cumbre. Los Encuentros de Ginebra eran una iniciativa cultural: una vez al año se reunían los expertos o, como solemos decir, las personalidades de la cultura de diferentes países y se dedicaban a debatir un problema. En 1955 tuvo lugar el décimo encuentro, un aniversario, y por primera vez los organizadores invitaron a un soviético; se respiraba el espíritu de Ginebra. Tenía que pronunciar mi discurso en una sala grande y participar en la mesa redonda dedicada a mi propia ponencia y a otras intervenciones de los miembros permanentes, ante un centenar de señoras mayores que disponían de tiempo libre.
El tema era si la cultura se encontraba amenazada por los diversos medios de comunicación: el cine, la televisión, la radio, los semanales ilustrados. Uno de los ponentes fue Georges Duhamel, que desde la década de 1930 proclamaba la amenaza que suponían el cine y la radio para la auténtica cultura y, mitad en broma mitad en serio, proponía organizar un quinquenio libre de los nuevos medios.
Me ofrecieron la posibilidad de explicar a los ciudadanos occidentales nuestras dificultades, éxitos y esperanzas. Por supuesto, descarté la ridícula afirmación de que los adelantos técnicos pueden conllevar el empobrecimiento de la vida espiritual de la persona per se: hay películas buenas y malas, televisión que enriquece o embrutece a la gente. Dije que a lo largo de la historia de la humanidad, en numerosas ocasiones las culturas se habían hundido al convertirse en patrimonio de unos pocos. La Acrópolis o las tragedias de Eurípides quedaban al alcance de un número reducido de atenienses y el llamamiento a defender Atenas de los bárbaros romanos no encontró respuesta entre los esclavos. En el momento de la Revolución de Octubre, dos tercios de la población de Rusia eran analfabetos. Al principio, se amplió la base cultural a costa de la reducción de su profundidad. La gente leía su primera o décima novela en la vida y muchas cosas quedaban fuera de su alcance. Apareció un término deleznable: comprensibilidad. Se empezaron a escribir novelas destinadas al lector moderno y éstas quedaban irremediablemente obsoletas: los lectores maduraban espiritualmente. Los acontecimientos posteriores, sobre todo las guerras, han cambiado el perfil espiritual de los individuos de una forma tan drástica que a menudo cierran los libros con total desprecio.
Asimismo señalé que la democratización de la cultura también tenía lugar en Occidente: los libros se vendían más baratos, los semanarios publicaban reproducciones de buenos pintores, la radio no sólo emitía canciones para bailar, sino también música sinfónica. (Durante los diez años siguientes este proceso ha cobrado más fuerza. Las ediciones baratas, no sólo de los clásicos sino también de autores modernos, permiten a los obreros leer libros. Primero en Italia, luego en Francia, se han empezado a publicar monografías sobre pintores con reproducciones de gran calidad y a muy buen precio; las tiradas son muy altas).
El texto de mi intervención se publicó en una colección francesa y en la revista Literatúrnaia gazeta. Lo acabo de releer y sigo manteniendo mi opinión de entonces."
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