EL ATENTADO. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich
"»… A mi madre no la recuerdo. Perdió la vida de muy joven. Mi padre era el representante del Comité provincial del Partido Comunista en Novosibirsk. En 1925 le enviaron a su aldea natal a recaudar el trigo. El país vivía sumido en la pobreza, los campesinos ricos escondían el pan, preferían que se pudriera. Yo tenía nueve meses. Mi madre quiso acompañar a mi padre a su aldea, él aceptó. Ella iba conmigo y con mi hermanita, no tenía con quien dejarnos. Tiempo atrás papá había trabajado de peón para aquel kulák a quien había amenazado en la reunión aquella noche: “Sabemos dónde tiene guardado el trigo; si no nos lo entrega por las buenas, vendremos y se lo cogeremos por las malas. Se lo quitaremos en nombre de la Revolución”.
»Nada más acabar la reunión, se juntó toda la familia. Mi padre tenía cinco hermanos, ninguno de ellos regresó de la Gran Guerra Patria, igual que mi padre. Bueno, pues se sentaron a la mesa, a comer la tradicional pasta rellena, la de Siberia. Había bancos colocados a lo largo de las ventanas… A mi madre le tocó sentarse con un hombro frente a la ventana y otro hacia mi padre, que estaba donde no había ventana, solo pared. Era abril… En aquella época del año en Siberia suele haber heladas. Por lo visto, mi madre tenía frío. Lo entendí después, cuando ya fui mayor. Se levantó, se echó la pelliza de mi padre sobre los hombros y me dio el pecho. En ese momento se oyó el disparo. Querían disparar a mi padre, apuntaban a su pelliza… Mi madre solo pudo pronunciar: “Pa…”, se le abrieron los brazos y me dejó caer encima de la comida caliente… Tenía veinticuatro años."
No hay comentarios:
Publicar un comentario