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jueves, 5 de abril de 2018

TENER LA REGLA EN UNA FAMILIA HINDÚ. UNA MAESTRA EN KATHMANDU, de Victoria Subirana

TENER LA REGLA EN UNA FAMILIA HINDÚ. UNA MAESTRA EN KATHMANDU, de Victoria Subirana

    "En cierta ocasión Mummy me asaltó con la siguiente pregunta:
    —¿Para cuándo estás esperando la regla?
    —¿Qué?
    —Dímelo tan pronto como la tengas, porque habrá que iniciarte en los ritos de purificación.
¿Purificación? ¿Purificación de qué?
    Cuando averigüé de qué se trataba, creo que, en lugar de purificarme, más bien se me llevaron los demonios, porque de repente me cogió tal coraje y tal indignación que me dieron ganas de hacer la maleta y salir corriendo. En cuanto aparecieron las primeras señales Mummy se cercioró de que entendiera bien las normas, ya que se trataba de un periodo muy crítico, en el que las mujeres se ven sometidas a toda clase de discriminaciones. Tuve que aprender nuevamente a andar por la casa tomando las precauciones necesarias: no me estaba permitido cocinar, ni tocar los alimentos que hubiera de consumir otra persona. No podía entrar en la cocina, tenía que comer aparte, mis platos tenían que ser lavados sin que se mezclaran con los de otra gente, no podía pisar ninguno de los templos ni recintos sagrados, no podía ir a comprar alimentos, no me podía duchar hasta el cuarto día de la menstruación. Me sentía como un estorbo: todos los instintos de rebeldía se daban cita en mi mente. Lo que hasta entonces me había tomado como una diversión empezaba a afectar a las zonas más femeninas de mi persona. Pero así era Nepal, así había sido desde hacía siglos y, si quería vivir con mi familia adoptiva, no tenía más remedio que aceptar las reglas del juego, aunque muchas veces no estuviera de acuerdo. Si decidía quedarme en la casa, debía buscar un antídoto contra lo que yo llamaba machismo y desigualdad. Pero, de no encontrar una poderosa vacuna, si quería vivir a mi aire y practicar lo que hasta entonces habían sido mis creencias, entonces debería marcharme a una pensión.
    La idea de dejar la casa de los Shrestha simplemente por el hecho de que vivieran de forma diferente a la mía no me pareció justa, porque, en realidad, lo que yo andaba buscando era precisamente información acerca de ellos, de sus diferencias. Quería conocerlos, entender su sentir, establecer lazos que me permitieran saber cómo actuar cuando yo decidiera montar la escuela, que en definitiva era lo que me había llevado hasta allí. Lo demás eran cosas secundarias, pasajeras, coletillas que se cruzaban en mi camino. Focalicé toda mi atención en el montaje de la escuela: debería trazarme objetivos a corto y largo plazo."

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