UNA MAESTRA EN KATMANDÚ, de Victoria Subirana
"...cuando a la mañana siguiente me encontré otra vez frente a la gran estupa, y vi a los tibetanos dando vueltas en derredor hacia un camino sin destino, sin fronteras, sentí que, por encima de la miseria, se respiraba una paz sin límites; nunca antes, en ningún lugar del mundo me había sentido mejor.
Comencé a dar vueltas como persiguiendo algo que nunca he sabido qué era. Nadie ahorraba una sonrisa. Me sentí tan humanamente ligada a aquella gente, que me pareció como si siempre hubiera hablado su lenguaje, como si todos formásemos parte de una gran familia."
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