LA PUNTA WALKER. JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin
"El cielo se pone feo, pero sentimos la cima cercana. No la vemos, pero la adivinamos por instinto. Tres días de permanencia y de esfuerzos en la pared no nos han cansado todavía, y de buena gana continuamos recto por rocas sueltas e inseguras. Un golpe de viento rompe de repente las cortinas nubladas que nos envuelven, se despeja un poco y aparece a la derecha la Punta Croz, casi a nuestra altura: Grito a mis compañeros, que habiéndose quedado apartados, no la ven: sentimos un suspiro de alegría en nuestro pecho. Faltan más o menos cincuenta metros, pero todavía es pronto para regocijarse…
Hemos vuelto plenamente a la arista, cuando de repente se desencadena un temporal violento. Descargas eléctricas caen muy cercanas a nosotros con un estallido seco, seguido de un sordo estruendo. El granizo choca rebotando en las rocas y se precipita formando una blanca cascada: Imposible continuar en estas condiciones. Nos ponemos el saco de vivac sobre la cabeza y cubrimos también las partes metálicas de los piolets.
El infierno dura media hora, después se calma. Volvemos inflexibles, pero los agarres están cubiertos de una capa helada. Cuesta ganar altura aunque las dificultadas sean nimias. Apenas iniciado un nuevo paso de hielo, vuelve a nevar. Esta vez no nos paramos: estamos muy cerca de la cima y queremos salir de ahí. Tampoco la nieve quiere parar; no nos abandona. En plena tormenta, entre copos blancos en remolinos de viento, ponemos el pie en la Punta Walker.
Hemos vencido. Suponemos que son las tres del sábado 6 de agosto. Ahora se trata de descender. ¿Pero por qué parte? Nunca hemos estado aquí arriba; sabemos sólo que la vía menos peligrosa para llevarnos al valle parte de la Punta Croz, y decidimos ir hacia ella..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario