LA GUERRA DE GILA. Y ENTONCES NACÍ YO, de Miguel Gila
"El teniente instructor, militar de carrera, se colocó en un lugar que se suponía que era el puesto de mando, y cada uno de nosotros entraba para pedir el permiso. Aquello más que una clase teórica fue lo más parecido a un circo. Entró el primero, y de entrada —no había puerta— con la boca imitó el ruido de una llamada, “tam, tam”, al tiempo que golpeaba en el aire con el puño. Los que esperábamos turno no pudimos evitar una carcajada, pero el teniente instructor no se dio por enterado y dijo:
—¡Adelante soldado!
El soldado, un madrileño castizo de Vallecas, pero bruto bruto, dijo:
—A tus órdenes, oye, teniente.
El teniente, con mucha paciencia, le explicó lo de el usted a los superiores y le dijo que suprimiera el “oye” y lo cambiara por “mi teniente”, luego le mandó salir y entrar de nuevo. El de Vallecas obedeció y volvió a golpear en el aire con el puño y otra vez con la boca el “tam, tam”. Y el teniente:
—¡Adelante soldado!
Y entró el de Vallecas. Esta vez al pie de la letra:
—¡A sus órdenes, mi teniente!
Nos dieron ganas de aplaudirle.
—¿Qué desea, soldado?
—Quiero que me des, o sea que…, coño me se olvida lo del usté, que me dé usté permiso pa irme a mi casa, porque han bombao el Puente Vallecas y a mi hermana l’an jodío una pierna.
El teniente le corrigió:
—Han bombardeado.
—Bueno, sí, eso.
—Está bien, soldado, tiene usted cinco días de permiso. El siguiente.
Y el siguiente, más bruto que el de Vallecas, dijo:
—¿Da su permiso pa’ entrar?
—Adelante.
—Muchas gracias, teniente mío.
Aquello nos provocó otra carcajada. El teniente también estuvo a punto de reír, pero su condición de teniente se lo impidió; no obstante, con un gran sentido del humor, dijo:
—Procura decir “mi teniente” en lugar de “teniente mío”, porque lo de teniente mío se presta a que yo te conteste: “Pasa vida mía”.
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