GOETHE EN DACHAU, de Nico Rost
Un supuesto: No consigo leer un libro.
¿Me siento apresado por horarios imposibles?
¿Te entra la desgana total de coger un libro al volver a casa?
¿Resulta que siempre tengo cosas mejores que hacer que abrir un libro o hablar de maestros de la cultura con mis amigos? ¿O estoy en eso también un poco solo en el mundo?
Siempre hay excusas para no leer, como las hay para hablar de fútbol, de política, del tiempo, de mis ultimas vacaciones. Las hay muy buenas, hay que reconocerlo, incluso para no profundizar en nada de ello.
Pero resulta que un día encuentras sobre la tapa de un libro dos nombres aparentemente inmiscibles: Goethe y Dachau. Con connotaciones precisas cada uno, agradables en el caso del escritor alemán, y perturbadoras en el caso del lager nazi. Compras el libro GOETHE EN DACHAU y, como fue mi caso, visitas el Campo de Concentración y Exterminio de Dachau en julio de 2018 para luego acabarte el libro de Nico Rost, holandés, un mes después. Concluyes que, finalmente, has banalizado el hecho de leer, y escribir, hasta limites insospechados, como si fuera otra cosa más.
Encontrar a un tipo curtido en la lucha contra el fascismo desde sus inicios, tanto en Alemania como en su pais, que pasa como puede el ultimo año de guerra en Dachau entre enfermedades, hambre, trabajo, palizas, miedo, bombardeos y disparos, y le llaman "el loco holandés que devora libros y papel para escribir", te deja sin excusas ni argumentos. Hay que leer un ejemplo de vida conmovedor, que empieza con disertaciones librescas donde la literatura le sirve de escape de este mundo horrible del genocidio junto a una comunidad pequeña de intelectuales de diversas tendencias y disciplinas (escrito como diario, hay bastantes asertos sobre sus lecturas de autores con las que no muchos estarán familiarizados). En un lugar donde las ganas de vivir un día mas, una hora mas, y el dejarse llevar hasta la muerte en cualquier rincón, o en cualquier momento, marcan una actitud diferencial, él encuentra argumentos para la vida, para respirar un ambiente mejor (quitarse los piojos de la ropa, juntarse con los buenos, buscar con que calentarse, etc) en la cultura, en los libros, en intercambiar ideas activamente, y en no ceder al mal. Y lo dice así de claro, nos lo cuenta así de claro. Conforme se acerca el final de la guerra, y la incertidumbre es máxima sobre su futuro, parece que ese miedo a un final de liberación por los americanos o de asesinato por los SS se le enrosca en la garganta con una fuerza cada vez mas brutal y asfixiante, tanto que hay días que se le hace difícil leer aunque siga encontrando momentos al día para hacerlo.
¿Que no tengo tiempo para leer? No es para ponerme un pelotón de fusilamiento al lado, pero es que hay cosas demasiado tontas invadiendo mi vida que achican el espacio de lo verdaderamente importante. Porque, ¿quien no ha experimentado, como Nico Rost, esa conmoción que dejan algunas lecturas al cerrar la ultima pagina de un libro, una esas que te dejan un regusto en la cabeza que no quieres disipar todavía con la siguiente lectura? Eso es magnifico, inolvidable en nuestras vidas.
Entrada al Lager de Dachau |
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