LA DERROTA DEL PUEBLO NAZI Y SIN SENTIMIENTO DE CULPA. EL HOMBRE SIN ROSTRO, de Markus Wolf
"...Al parecer la mayoría no podía o no quería comprender lo que los nazis habían hecho con la ayuda de todos o en su nombre. Casi nadie experimentaba un sentimiento de culpa o de responsabilidad por lo que había sucedido. Emmi recordaba que había escuchado a un grupo de mujeres comentando el informe acerca de los crímenes de guerra alemanes, difundidos por la estación de radio en la que yo trabajaba. «Los hombres alemanes», decían, haciéndose eco del lenguaje hitleriano ultra nacionalista que habían escuchado durante los últimos doce años, «jamás harían cosas como esas». A juicio de muchos alemanes y de gran parte del mundo, nosotros habíamos regresado del Este trayendo otra dictadura. Pero nosotros no nos veíamos, como lo haría más tarde Occidente, en el papel de personas que cambian una tiranía parda por otra roja. Los comunistas alemanes éramos quizá los menos indicados entre todos los extranjeros que vivían en Moscú cuando se trataba de analizar los crímenes de Stalin, pues la Unión Soviética nos había salvado de la muerte o la cárcel en Alemania. Otras dudas acerca de lo que estaba sucediendo fueron desplazadas por los acontecimientos que tuvieron lugar durante el régimen brutal de Hitler, y por mi parte yo era incapaz de ver nuestro sistema socialista como una tiranía. Para mí y para mi generación de comunistas, había sido una fuerza liberadora. Existía quizá cierta tosquedad en los métodos, pero siempre creímos que en esencia era una fuerza positiva, y habría sido inútil tratar de convencerme de lo contrario. Este enfoque determinaría nuestro pensamiento durante la Guerra Fría. Significaba que siempre que escuchábamos una descripción poco halagadora de nuestro propio lado, la primera pregunta que nos formulábamos no era «¿Esto es cierto?» sino «¿Qué están tratando de ocultar acerca de ellos mismos cuando nos acusan de este modo?». Una vez que este sistema de defensa mental ha sido perfeccionado, pocas críticas pueden dar en el blanco. También éramos ingenuos. Yo había tenido la esperanza de que, después del golpe de la derrota, habría más alemanes que se sentirían agradecidos porque se los había liberado de Hitler, de modo que se mostrarían dispuestos a abrazar a los soviéticos como liberadores. La realidad era bastante distinta. En el edificio de inquilinos en el que yo vivía, escuchaba a mis vecinos discutir acerca de quién se trasladaría a los apartamentos más espaciosos y ventilados del frente del edificio, los lugares de los cuales habían sido expulsadas familias nazis. Pensé con amargura que el derrumbe de Alemania como potencia mundial no había destruido las mezquinas ambiciones de su pueblo, que aspiraba a su propio Lebensraum . Mi humor se agrió cuando supe por otros que la familia que reclamaba el apartamento sobre la base de que sus miembros nunca habían pertenecido al Partido Nazi, eran conocidos Denunzianten locales, que habían delatado a cinco comunistas ante las autoridades."
mayo de 1945 |
No hay comentarios:
Publicar un comentario