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viernes, 28 de septiembre de 2018

LA JUSTIFICACIÓN DEL MURO DE BERLÍN. EL HOMBRE SIN ROSTRO, de Markus Wolf

LA JUSTIFICACIÓN DEL MURO DE BERLÍN. EL HOMBRE SIN ROSTRO, de Markus Wolf 

    "En los días que precedieron a la construcción del Muro de Berlín, el 13 de agosto de 1961, para mí era evidente que se aproximaba alguna forma de acción drástica. El estado de ánimo del sector oriental de la ciudad era sombrío. La escasez de fuerza de trabajo y artículos se agravaba semana a semana. Al pasar al lado de una cola frente a una tienda, cierto día escuché a las mujeres maldiciendo en el marcado dialecto berlinés: «Pueden lanzar el Sputnik, pero no se puede conseguir verduras en pleno verano. Eso es el socialismo». ¿Quién podía censurar a los jóvenes si decidían poner en juego sus cualidades para el trabajo al otro lado de la frontera, donde podían ganar dinero y comprar artículos que quienes quedaban en la patria sólo podían soñar? Ajuicio de esta gente, no estaban traicionando a un Estado, sencillamente se trasladaban a otro sector de Alemania, donde la mayoría tenía amigos o parientes dispuestos a ayudarlos a comenzar una nueva vida. Desde la fundación de Alemania Oriental, en 1949, más de dos millones y medio de personas habían huido al Oeste, y la mitad de ellas tenía menos de veinticinco años. Yo no podía dejar de preguntarme si los jóvenes de mi propia familia no se habrían marchado también si no hubieran sido parte de un clan socialista comprometido. El 9 de agosto de 1961 el número de refugiados registrados en los campamentos de acogida de Berlín Occidental fue de 1926, el más alto que se alcanzó jamás un solo día. La fuerza de trabajo del país sufría una grave hemorragia, y se perdía gente cuyo entrenamiento había costado dinero y sin cuyo aporte el nivel de vida podía descender aún más. Sentí que estábamos chapoteando en el barro. La acusación oficial de nuestro lado era que Occidente estaba sangrando al Este. Despojadas estas afirmaciones de su sesgo retórico, yo sabía que eso significaba que la atracción ejercida por Alemania Occidental se acrecentaba con su nueva prosperidad, y que la gente estaba dispuesta a sacrificar sus vínculos familiares y la seguridad de que gozaban bajo el socialismo estatal por las promesas inciertas del capitalismo. Por supuesto, la explicación oficial del Muro nunca me resultó en absoluto creíble: que se habían cerrado nuestras fronteras como medida protectora contra la agresión inminente o la penetración de agentes extranjeros. Pero con la construcción de lo que en el Este se denominó de manera oficial «la barrera protectora antifascista» y en el Oeste se rotuló el «Muro de la vergüenza», nuestras vidas cambiaron de la noche a la mañana. Yo no sólo comprendía las auténticas razones que determinaron la construcción del Muro, sino que formalmente las apoyaba. Creía que en ese momento no había otro modo de salvar nuestro país. Habíamos heredado el sector que históricamente tenía la economía más débil de Alemania, y así habíamos partido de una base más atrasada, incluso si no se tenía en cuenta la mala administración que agravaba nuestras dificultades. Además, Alemania Oriental había sido desmantelada por las fuerzas soviéticas que se llevaron su maquinaria industrial e incluso elementos de la infraestructura como los ferrocarriles, considerados como rubros de reparaciones de guerra. En cambio, Alemania Occidental pudo reconstruir su parte del país con el dinero del plan Marshall..."





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