EL RAMO DE FLORES. EL FIN DEL HOMO SOVIETICUS, de Svetlana Aleksievich
"Un día Vladia y yo fuimos a llevar un chal de plumón a una compradora... Un objeto hermoso destinado a alguien que habitaba un mundo distinto del nuestro. Un encargo acabado. Vladia era muy buena tejiendo y su habilidad era nuestro único sustento. Tras pagar lo acordado, la mujer nos dijo: 'dejadme que os corte unas flores'. ¡No dábamos crédito! ¿Flores? ¿Para nosotras? Dos niñas pobres, vestidas con trozos de saco, hambrientas, heladas... ¿y aquella mujer quería regalarnos flores? Vivíamos soñando con mendrugos y aquella mujer supo percibir que también éramos capaces de anhelar algo más. Estás aislado, secuestrado por la miseria, y de repente te abren una ventanilla... ¡Una ventana entera que nos abrían de par en par! Resultaba que no era pan lo único que nos podían regalar. ¡También podían obsequiarnos un ramo de flores! Luego, no éramos diferentes de los demás. Éramos como cualquier otro hijo de vecino. Al regalarnos flores, aquella mujer se estaba saltando las reglas. No decía que las arrancaría de algún parterre o las recogería del campo. ¡No! ¡Las iba a recoger de su propio jardín! A partir de entonces... Puede que aquella fuera la llave que yo necesitaba... Puede que ella me diera la llave... Aquello significó un vuelco en mi vida... Recuerdo bien aquel ramo... Un gran ramo de girasoles. Ahora no dejo de plantarlas en mi dacha."
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