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lunes, 29 de octubre de 2018

LA DESNAZIFICACION INSUFICIENTE TRAS LA II GUERRA MUNDIAL. LOS ASESINOS ENTRE NOSOTROS, de Simon Wiesenthal

LA DESNAZIFICACION INSUFICIENTE TRAS LA II GUERRA MUNDIAL. LOS ASESINOS ENTRE NOSOTROS, de Simon Wiesenthal

    "En el Oeste fueron los franceses quienes adoptaron la actitud más dura, no sin razón, ya que ellos habían sufrido la ocupación nazi directamente. Sin embargo, paulatinamente, la dura actitud francesa se suavizó notablemente a medida que antiguos partidarios de Vichy fueron uniéndose a las fuerzas francesas de ocupación en Alemania y Austria, consiguiendo echar tierra a la acción de la justicia.
La política británica con respecto a los criminales nazis no fue ni clara ni coordinada, tuvo aspecto distinto que en Alemania y en Austria y con frecuencia resultó paradójica. Los ingleses muchas veces hacían la vista gorda con respecto a importantes nazis que se escondían en sus zonas; pero entregaban nazis con expediente criminal a los soviets o, por ejemplo, a los yugoslavos cuando había pruebas de que tales nazis habían cometido crímenes en la URSS o en Yugoslavia. Los ingleses andaban escasos de investigadores expertos, y como resultado, la desnazificación se llevaba a cabo con muy poca eficacia. Los ingleses tenían sus propios problemas en Palestina y en sus colonias y bastante menos interés que los americanos en poner en claro el embrollo nazi.

    Los americanos, de acuerdo con su temperamento nacional, fueron de extremo a extremo. Primero crearon la política de «arresto automático». Todos los SS miembros de la Gestapo, los miembros destacados del Partido Nazi, simpatizantes y colaboradores, fueron cazados y llevados a campos de detención donde se les suministró comida abundante, cuidados médicos y cigarrillos. Se les informó asimismo que tenían que aguardar a que los investigadores les interrogaran y separaran las ovejas de las cabras, los criminales de los simples secuaces. En los campos de detención fueron dispuestas diferentes unidades para los SS y los nazis menos responsables, para los altos oficiales de la Wehrmacht, para los colaboracionistas no alemanes (húngaros, eslovacos, croatas). Me pasé muchos ratos en esos campos investigando por cuenta de la Comisión de Crímenes de Guerra, la OSS y la CIC y sé muy bien qué trato recibían los internados. Durante mucho tiempo, los internados en aquellos campos tuvieron más comida que la población civil.

    Tuve también ocasión de observar los sutiles medios que los detenidos empleaban para «trabajarse» a los americanos. Los que se decían «expertos en cuestiones soviéticas», aquellos que habían estado en la Unión Soviética, comenzaron a envolver a los investigadores americanos en discusiones políticas. A algunos de ellos les pidieron incluso que escribieran informes destinados a importantes agentes de la inteligencia americana. Yo conocí a oficiales americanos que escribieron, a su vez, prolijos informes basados en tales fuentes, sin preocuparse de hacer comprobaciones. En 1946 y en 1947, los americanos pusieron en libertad a muchos criminales de guerra que fueron posteriormente arrestados de nuevo por la policía alemana y austríaca. Numerosos oficiales de la policía local habían sido víctimas del régimen nazi. Algunos estuvieron en campos de concentración y, por lo tanto, sabían de los nazis más que los americanos, separados de ellos por infranqueables barreras de lengua y mentalidad.

    Mientras los americanos que habían ganado la guerra en Europa dirigieron la desnazificación ésta se llevó a cabo con justicia y eficacia. Pero esos hombres se reintegraron definitivamente a sus hogares y fueron reemplazados por otros que habían pasado la guerra en los Estados Unidos o en el Lejano Oriente. No entendían nada del problema nazi, que para ellos parecía formar ya parte de la historia. En su mayoría no hacían el menor esfuerzo por hablar alemán y se valían de muchachas alemanas y austríacas como intérpretes. Con frecuencia fueron víctimas de la mejor arma secreta nazi: Las Frauleins. Un joven americano se sentía, naturalmente, más atraído por una bonita y complaciente muchacha que por uno de «esos de la SS», a los que todos deseaban olvidar como se desea olvidar una pesadilla. Esos americanos pensaban que nosotros, los que teníamos interés en ver la justicia cumplida, no éramos más que unos alarmistas, vengativos de «ojo por ojo», que no podíamos dejar de contemplar el mundo más que a través de una alambrada. Un capitán americano que tenía un importante puesto en la tarea de reeducación alemana, me dijo una vez:

    —Siempre habrá personas con un punto de vista distinto. En mi país tenemos demócratas y republicanos. Aquí vosotros tenéis nazis y antinazis. Eso es lo que hace que el mundo no se pare. Intenta no preocuparte demasiado por ello."

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