LAS HUMILLACIONES EN EL CUARTEL MILITAR. Y ENTONCES NACÍ YO, de Miguel Gila
"Apenas llegamos al cuartel y una vez que nos habían afeitado la cabeza y nos habían puesto aquel uniforme ridículo, nos formaron en el patio; un sargento, acompañado del cabo primero, decía:
—Los que sepan conducir que den un paso al frente.
Y unos cuantos daban ese paso al frente. El sargento seguía:
—Los que manejen la pluma, un paso al frente.
Y otros cuantos que daban ese paso al frente.
—Muy bien, los que saben conducir a este lado y los que manejan bien la pluma a este otro lado. Los demás rompan filas.
Rompíamos filas. A los que sabían conducir les daban una carretilla y una pala para que cargaran tierra o los excrementos de los caballos que había en el suelo de las cuadras. A los que manejaban bien la pluma, una escoba para limpiar los retretes; pero antes de darles la carretilla o la escoba, para que la broma fuese más graciosa, les daban una pinza de tender la ropa y les decían:
—Esto para que lo uséis mientras estáis conduciendo o mientras escribís.
La humillación en el ejército siempre está latente. La humillación en el ejército nace de algunos mandos, generalmente de los de menor graduación, y se transmite a los soldados veteranos, que la ejercen con los reclutas que cada año se van incorporando a cumplir con sus servicios a la patria. La maldad, al igual que la viruela y el sarampión, es contagiosa. En los cuarteles son muchos los que se contagian de esa maldad. O tal vez la llevan dentro y se les despierta para practicarla con los más débiles o los más ignorantes; se llaman novatadas a un sinfín de crueldades."
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