REBELIÓN, de Josefina Aldecoa
"...Y yo siempre sola y él, Maximino, se me iba a la taberna porque decía que se le caía la casa encima, ya ve usted. Se le caía a él, que toda la semana está fuera. Pues fíjese a mí, que no sé salir más que a la compra… Y lo que yo le dije, no veo que sea un crimen que yo vaya a asistir por las mañanas, que así me gano un sueldo y me distraigo. Y oiga usted, él que no, que siempre hemos vivido con lo suyo, que a qué viene el querer ganar yo ahora. Y lo que yo le dije: Maximino, son dos caras de la misma cuestión: una cara, el dinero que nos vendrá muy bien, que a los hijos siempre hay que darles. Da igual que se casen que no y que se casen bien o mal. Siempre piden y si no piden se lo damos nosotros, los padres, que es como una costumbre y no sabemos ya vivir sin dar. El caso es que ésa es la cara económica, como yo digo, de la moneda. Y luego está la otra, señora, la mía, más de dentro, que yo quiero salir de aquella casa y hablar con alguien y ver otras ventanas y otras puertas."
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