EL INDIANO, de Josefina Aldecoa
"Una vieja preguntó, al fin:
—¿Y tú? ¿Qué tal estos años? ¿Y aquellas tierras? ¿Son tan buenas como dicen?
El hombre se quedó pensando un momento. Luego habló.
—Aquella tierra —dijo— es muy llana y muy grande. Aquella tierra no se parece a la nuestra. Aquello es como cien valles de aquí abajo, uno al lado del otro y más y más. Aquella tierra…
Le faltaban palabras, términos de comparación, lugares a los que hacer referencia. Pero quería hablar y necesitaba que le entendieran.
—Aquello es muy rico para el que quiere trabajar. Aquello es muy caliente y da rápido lo que se siembre, y se puede sembrar dos o tres veces al año y luego a recoger sin parar…
Los hombres escuchaban cabizbajos. Las mujeres miraban a lo lejos con la cabeza alta. Los niños le miraban a la cara. En los ojos de los jóvenes se reflejaban las luces del hogar con un fulgor de esperanzas.
—Allí se gana y se come, pero se está muy solo, y algunas noches, como a mí me ha sucedido, se piensa en esto y si se pudiera venir acá en un vuelo… Algunas noches cuando se mira al cielo, que es lo único, lo único que es igual en todas partes…
Un niño se había dormido en los brazos de su madre. Ella le puso un pañuelo en la cara para evitar que le diera la luz.
—Por eso yo me dije: «Vamos a darnos una vuelta por allá antes de que sea tarde, que alguno quedará para que me cuente y me escuche…»"
Antiguas cabañas de pastores al norte de Leon |
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