LOS ALEMANES Y EL HOLOCAUSTO. DE VIAJE POR EUROPA DEL ESTE, de Gabriel Garcia Marquez
"Es una actitud clásica de los alemanes. Los comentarios sobre las atrocidades del nazismo les resbalan por el pellejo sin erizarlos y se puede decir delante de ellos lo que se quiera que no se alteran ni disculpan. En Budapest yo había de ver a un alemán en el momento en que un húngaro explicaba la inutilidad estratégica, la mala fe con que los nazis dinamitaron el puente Elizabeth, sobre el Danubio, considerado como el mejor de Europa. Alguien cometió la insensatez de preguntarle al alemán que opinaba de eso. El respondió secamente: "Me parece deplorable". En el campo de concentración de Buchenwald, el guía alemán nos dijo: "Nuestra desgracia es que somos científicos inclusive para organizar una matanza". En Alemania, cada vez que tenía algo que ver con ese pueblo extraordinariamente cordial, alegre, camarada, de una hospitalidad comparable apenas a la de España y una generosidad comparable apenas a la de la Unión Soviética, yo me rompía la cabeza sin poder entender los campos de concentración. En los campos de concentración me rompía la cabeza sin poder entender a los alemanes."
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