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viernes, 29 de marzo de 2019

EXODO. DIARIO DE GUERRA, 6 DE JULIO DE 1946, de Ingeborg Bachmann

EXODO. DIARIO DE GUERRA, 6 DE JULIO DE 1946, de Ingeborg Bachmann

    "En uno o dos días embarcaremos y después nos dirigiremos rumbo a esa tierra convulsa donde al parecer nunca llegará la paz. Aquí he encontrado a otros compañeros que hacen el mismo viaje. Muchos de ellos están mucho más confiados que yo, ellos ven Palestina como la única tierra donde puede resolverse el problema que espera una solución desde hace miles de años. 
    Es posible que tengan razón, hasta el día de hoy no me he mezclado en estas discusiones porque se desarrollan con mucha vehemencia y amargura. 
    Llevo ya tiempo, casi 4 años, sin ver la tierra de Palestina, y me costaría mucho dar de algún modo mi opinión. Así que permanezco callado y escucho el torrente de palabras que cae sobre mí. 
   Honor nacional, el Estado judío. La única solución es Palestina, salvación de cientos de miles de refugiados, construcción, y progreso cultural, misión del pueblo judío, ejemplo, etc. Éstos son los tópicos que vagan por aquí y que en mi estado de ánimo actual apenas me rozan. Pues, bien o mal, vivo en otro mundo y, si se me permite decirlo, en cierto modo estoy por encima de todo esto. 
    Otros dicen que estoy huyendo y que evito tomar una decisión. 
    Sin embargo, no puedo cambiar nada, vivo contigo (Austria), es así, y sólo contigo. 
    Espero que me entiendas. Siempre me has entendido y me sentía orgulloso de tener a una querida y buena amiga como tú. 
    Querida Inge, incluso ahora que estoy lejos de ti, sigo estando contigo."

DISCURSO DEL PREMIO NOBEL DE LITERATURA,de Wole Soyinka

DISCURSO DEL PREMIO NOBEL DE LITERATURA,de Wole Soyinka

    "...cuántos estudiantes del pensamiento europeo, incluso entre nosotros los africanos, recuerdan hoy que varios de los personajes más venerados de la filosofía europea —Hegel, Locke, Montesquieu, Hume, Voltaire, y una lista interminable— fueron desenfadados teóricos de superioridad racial que denigraron la historia y el ser africanos. Y a cuántos de los más prominentes nombres de los teóricos de la revolución y lucha de clases tendremos que dibujarles una cortina para atenuar sus aberraciones intelectuales, perdonándolos un poco por su visión de la terminación de la explotación humana."

miércoles, 27 de marzo de 2019

MAGNIFICOS PAISAJES. MI PRIMER VERANO EN LA SIERRA, de John Muir

MAGNIFICOS PAISAJES. MI PRIMER VERANO EN LA SIERRA, de John Muir

    "No me canso de mirar el fantástico pico de Cathedral Peak. Tiene un carácter más individual que ninguna otra roca o montaña que yo haya visto, a excepción, tal vez, del South Dome de Yosemite. Los bosques también me resultan agradablemente familiares, y los lagos y las praderas y los alegres ríos cantarines. Me gustaría vivir en ellos por siempre. Aquí sería feliz con un poco de pan y agua. Incluso si no se me permitiera vagar y escalar, sí estuviera atado a una estaca o a un árbol en alguna pradera o arboleda, incluso así estaría siempre feliz. Bañado en tal belleza, observar los gestos siempre cambiantes en los rostros de las montañas, contemplar las estrellas, que tienen aquí una grandiosidad con la que el habitante de las tierras bajas ni siquiera puede soñar, ver pasar los ciclos de las estaciones, escuchar las canciones de las aguas, los vientos y los pájaros; todo ello sería un placer infinito. Y qué magníficos paisajes de nubes vería, durante las tormentas y durante las calmas; cada día un nuevo cielo, una nueva tierra, nuevos habitantes. Cuántos visitantes tendría. Estoy seguro de que no me aburriría ni un solo instante. ¿Por qué ha de parecer esto algo extravagante? Es tan solo sentido común, un síntoma de salud, de salud genuina, natural y plenamente consciente. Uno estaría frente a una interminable representación divina, y qué discursos, música, actores y escenario el que esta tiene, y qué luces: el sol, la luna, las estrellas, las auroras. Recién comenzada la creación, «cantan las estrellas del alba y los seres celestiales se regocijan.»"

lunes, 25 de marzo de 2019

EL MAFIOSO GENTILE. GOTAS DE SICILIA, de Andrea Camilleri

EL MAFIOSO GENTILE. GOTAS DE SICILIA, de Andrea Camilleri

    "Gentile parece un personaje de museo, y ciertamente lo es, teniendo en cuenta la rápida deriva de la mafia hacia una violencia ciega e indiscriminada. En un encuentro posterior, Gentile me dijo: «Si quieres que alguien haga algo que no quiere hacer, tienes que persuadirlo con paciencia, tienes que demostrarle que lo mejor para todos es que haga lo que quieres; si por el contrario pierdes la paciencia y lo matas, él se muere, es cierto, pero la batalla la pierdes también tú porque no has logrado lo que querías. Para matar vale cualquiera». Una lógica perversa y criminal, sin duda, pero alejadísima de la idea de masacre."

Trapani, Sicilia 

jueves, 21 de marzo de 2019

YOSEMITE. MI PRIMER VERANO EN LA SIERRA, de John Muir

YOSEMITE. MI PRIMER VERANO EN LA SIERRA, de John Muir

    "Me gustaría vivir aquí siempre. Es todo tan tranquilo y retirado, y al mismo tiempo abierto al universo y en plena comunión con todo lo bueno. Al norte de esta pradera idílica, descubrí el campamento de unos cazadores indios. Su fuego seguía ardiendo, pero no habían regresado aún de la caza.De pradera en pradera, todas ellas más hermosas de lo que puede contarse, y de lago en lago a través de arboledas y franjas de arboles afilados, continué mi camino hacia el norte en dirección al monte Conness y encontré en todas partes una belleza elocuente, al tiempo que las montañas que me rodeaban me decían «Ven». Ojala pueda escalar todas ellas."

miércoles, 20 de marzo de 2019

EL NACIMIENTO DE PIRANDELLO. BIOGRAFÍA DEL HIJO CAMBIADO,de Andrea Camilleri

EL NACIMIENTO DE PIRANDELLO. BIOGRAFÍA DEL HIJO CAMBIADO,de Andrea Camilleri

    "Así cuenta Pirandello, en uno de sus cuentos, el nacimiento de Puerto Empédocles, que él llama Nisia. Y en verdad la vida tenía que ser allí apremiante si el pequeño pueblo, tal y como se podía leer en el Diccionario Topográfico de Sicilia de 1859, tenía un importante establecimiento para el refinamiento del azufre, poseía un telégrafo, era sede de numerosos consulados extranjeros y aparecía bastante desarrollado y en vías de continua expansión. La línea fronteriza entre los dos municipios, a lo largo del litoral, fue establecida a la altura del estuario de un río desecado desde hacía tiempo inmemorial que cortaba en dos un poblado, llamado bien «u Càvusu» o bien «‘u Càusu», tan tupido de árboles que parecía un bosque. Ahora bien, en dialecto siciliano, tanto càvusu como càuso significan lo mismo: pantalones. Y verdaderamente un par de pantalones debía de parecerle aquel trozo de altiplano a quien lo mirase llegando por mar, partido en dos como estaba por aquella seca alpañata, árida y pedregosa que se extendía en medio. De este Càvusu, por lo tanto, una mitad pertenecía al Municipio de Puerto Empédocles y la otra al Municipio de Agrigento. Un buen día a algún empleado del registro civil le ha parecido que no era cosa de escribir que cualquier hijo de viddrani había nacido dentro de un par de pantalones y cambió aquel vulgar «Càusu» por «Caos». Y desde entonces aquella barriada se llamó así: Caos.
(...)
   Le dirá a un amigo en una carta: Yo por lo tanto soy hijo del Caos, y no alegóricamente, sino en justa realidad, porque he nacido en una parte de nuestra campiña que se encuentra en el interior de un intrincado bosque denominado en dialecto Càvasu por los habitantes de Girgenti… corrupción dialectal del genuino y antiguo vocablo griego Káos… De Càvasu a Caos y de Caos a Káos el nominativo nobiliario del lugar se vuelve necesario: «Los nombres son consecuentes con las cosas, pero también las cosas son consecuentes con los nombres», señalará Leonardo Sciascia."

viernes, 15 de marzo de 2019

JAGGER Y RICHARDS, INTERCAMBIO DE PAREJAS. VIDA, de Keith Richards

JAGGER Y RICHARDS, INTERCAMBIO DE PAREJAS. VIDA, de Keith Richards

    "No soy un tipo demasiado celoso. Ya sabía de dónde venía Anita: había estado con Mario Schifano, que era un pintor famoso, y con otro tipo que era marchante en Nueva York. Nunca tuve intención de atarla en corto. Aquello abrió una brecha considerable entre Mick y yo, pero sobre todo por parte de Mick, no por la mía. Y probablemente para siempre. 
    A Mick no le dije nada en relación con Anita y decidí esperar a ver en qué acababa todo. No era la primera vez que competíamos por una mujer, había ocurrido incluso con algún ligue pasajero estando en la carretera. «¿Quién se va a llevar a ésa? ¿Quién es el Tarzán por aquí?». Era una pelea de machos alfa. Todavía lo es, la verdad. Pero, claro, eso no sienta una base muy sólida para la amistad, ¿verdad? Podría haber montado un buen numerito con ella por todo aquel tema, ¿pero qué sentido tenía? Estábamos juntos. Yo pasaba mucho tiempo en la carretera y me había vuelto demasiado cínico con el rollo ese. Me refiero a que yo se la había robado a Brian y podía suponer que Mick se la tiraría bajo la dirección de Donald Cammell. Dudo que hubiese ocurrido de no ser por Cammell. Pero ¿sabes?, mientras tanto yo me estaba tirando a Marianne, tío. Vaya lo uno por lo otro. De hecho, un día tuve que abandonar la casa de forma bastante abrupta cuando se presentó el titular. Fue sólo esa vez: tórrido, mucho sudor. Estábamos allí echados, envueltos en lo que Mick llama el resplandor de después en «Let Me Down Slow», yo tenía la cabeza entre esas dos peras maravillosas, y en esto que oímos el coche: levántate de un salto, carreras por la habitación buscando la ropa… Tuve que salir por la ventana: agarré los zapatos, salté por la ventana y me largué por el jardín, pero entonces me di cuenta de que me había dejado los calcetines. Bueno, Mick no es de los que se pone a buscar calcetines. Marianne y yo todavía bromeamos con eso, me manda mensajes: «Sigo sin encontrar tus calcetines».
   Anita es de las que juegan arriesgando, y todos los jugadores la cagan en una apuesta de vez en cuando. Por aquel entonces, el concepto de statu quo estaba terminantemente prohibido para ella, todo tenía que cambiar. Y además no estábamos casados, éramos libres, lo que sea. Eres libre siempre y cuando me mantengas informado. En cualquier caso no se lo pasó demasiado bien con el pequeño picha floja: me consta que tienes unos cojones como una piano, pero con eso no basta para estar a la altura, ¿verdad que no? No me sorprendió, en realidad me lo esperaba, por eso estaba aquel día en casa de Robert Fraser escribiendo I feel the storm is threatening my very life today "


jueves, 14 de marzo de 2019

ALEMANES INOCENTES. LOS ASESINOS ENTRE NOSOTROS, de Simon Wiessenthal

ALEMANES INOCENTES. LOS ASESINOS ENTRE NOSOTROS, de Simon Wiessenthal

    "Son sus «clientes» los que fueron SS y rabiosos miembros del Partido. Después de repetidas conversaciones con ellos y años de estudio y observación, Wiesenthal ha llegado a la conclusión de que en su gran mayoría «o no tenían conciencia desde un principio o consiguieron suprimirla por completo». Se libraron de la conciencia como otros se libran del apéndice. «Befehl ist Befehl» (órdenes son órdenes). El Führer daba las órdenes y ellos las cumplían. Los alemanes tienen una expresión para esa clase de obediencia: «Kadavergehorsam» (la total obediencia del cadáver). El concepto de «Befehlsnotstand» (órdenes necesariamente ineludibles) es aceptado muchas veces como circunstancia atenuante por jurados alemanes o austríacos. Pero esos jurados nunca exigen prueba alguna de que si el acusado se hubiera negado efectivamente a cumplir la orden, hubiera puesto en peligro la vida. Semejante prueba no existe. Algunos hombres se negaron a cumplir la orden criminal y fueron encarcelados o enviados al frente. Los que de entre ellos sobrevivieron, tienen hoy la conciencia, tranquila."

miércoles, 13 de marzo de 2019

LOS MOSCOVITAS. DE VIAJE POR EUROPA DEL ESTE, de Gabriel Garcia Marquez

LOS MOSCOVITAS. DE VIAJE POR EUROPA DEL ESTE, de Gabriel Garcia Marquez

    "La sencillez, la bondad, la franqueza de la gente que andaba por la calle con los zapatos rotos no podía ser una consigna de festival. Yo pregunté muchas veces, con una crudeza deliberada, nada más para ver qué ocurría: "¿Es cierto que Stalin era un criminal?". Ellos respondían imperturbables con pedazos del informe Krutchev. No hubo un solo indicio de agresividad. Por el contrario siempre encontré la intención deliberada de que nos lleváramos un recuerdo grato del país. Eso es lo único que me permite pensar que los soviéticos -de una manera general- son leales a su gobierno. No era una multitud cargante. No se apresuraban a decirnos las cosas. Nos miraban pasar con su timidez aldeana, con su parsimonia de ganso, sin atreverse a perturbarnos. Cuando uno tenía deseos de conversar le decia a la multitud, sin dirigirse a nadie en particular: "Drushva". Es decir: "Amistad". Entonces nos asaltaban con insignias y monedas a cambio de autógrafos y direcciones. Es un pueblo que está desesperado por tener amigos."



martes, 12 de marzo de 2019

PUERCA TIERRA, de John Berger

PUERCA TIERRA, de John Berger

"...La productividad no reduce la escasez. La expansión del conocimiento no lleva inequivocamente a una mayor democracia. El advenimiento del ocio en las sociedades industrializadas no ha traído mayor satisfacción personal, sino una mayor manipulación de las masas"
PUERCA TIERRA, 1979

lunes, 11 de marzo de 2019

VIDA, de Keith Richards

VIDA, de Keith Richards 

    "Por aquel entonces, no paraba de absorber música de aquí y de allá, aunque sin saberlo. Inglaterra era un país envuelto en niebla, sí, pero es que además la niebla también se instalaba entre las personas: no se mostraban las emociones, la verdad es que en general se hablaba poco y, cuando se hablaba, era alrededor de las cosas, con códigos y eufemismos… Había cosas que no se podían decir, ni siquiera aludir a ellas. Todo aquello era todavía el poso de la era victoriana y quedaba maravillosamente reflejado en las películas en blanco y negro de los sesenta como Sábado noche, domingo mañana y El ingenuo salvaje. La vida era en blanco y negro; el tecnicolor estaba a la vuelta de la esquina pero en 1959 todavía no había llegado. Y, aun con todo, la gente quiere llegar al otro, al corazón del otro, por eso existe la música: si no eres capaz de decirlo, cántalo. No hay más que escuchar las canciones de aquella época: tremendamente mordaces por un lado y románticas por otro, y que intentaban decir cosas que no se podían decir en prosa ni sobre el papel: «Hace bueno. Ya son las siete y media y el viento ha parado. PD: Te quiero». 

    Doris era diferente porque, igual que a Gus, le encantaba la música. A los cuatro o cinco años, al acabar la guerra, yo ya escuchaba a Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Big Bill Broonzy, Louis Armstrong. Era una música que simplemente me llegaba, era lo que escuchaba todos los días porque era lo que ponía mi madre en la radio. Creo que habría acabado descubriéndola yo de no haber sido el caso, pero mi madre me entrenó el oído para tirar siempre hacia el barrio negro de la ciudad sin ni tan siquiera saber que lo estaba haciendo. Yo entonces no tenía la menor idea de si los cantantes eran blancos, negros o verdes pero, al cabo de un tiempo, si tienes un mínimo de oído musical, acabas notando la diferencia entre «ain’t That a Shame» cantada por Pat Boone y «ain’t That a Shame» cantada por Fats Domino. No es que Pat Boone fuera malo, de hecho cantaba muy bien, pero sonaba artificial, tenía poca profundidad, en cambio la versión de Fats era tan natural… A Doris también le gustaba la música de Gus, que solía recomendarle que escuchara a Stephane Grappelli, al Hot Club de Django Reinhardt (esa maravillosa guitarra de swing) y a Bix Beirderbecke. A ella le gustaba el swing tirando a jazz. Unos años después, le encantaba ir a escuchar a Charlie Watts al club de jazz de Ronnie Scott. 

    Tardamos mucho en tener tocadiscos así que, en casa, casi toda la música la oíamos en la radio, sobre todo en la BBC; mi madre era una maestra del dial. Había algunos artistas británicos buenísimos, tipos que tocaban en las orquestas de baile del norte y actuaban también en programas de variedades. Muy buenos. No eran precisamente mancos. Si había algo bueno por ahí, mi madre lo descubría. Así que me crié en ese ambiente buscando sin descanso música nueva. Ella siempre opinaba sobre quién era bueno y quién era malo, hasta cuando estaba conmigo. Tenía oído para la música, mucho oído. A veces oía cantar a alguien y comentaba «aulladora», cuando a todos los demás les parecía una soprano excelente. Esto era antes de que hubiera televisión. Crecí escuchando música realmente buena, incluyendo también un poco de Mozart y Bach de música de fondo, aunque en su día no entendí nada, pero aun así fue calando. Puede decirse que era una auténtica esponja musical, y además me fascinaba ver a la gente tocar: si había alguien tocando en la calle, indefectiblemente acababa acercándome, o me ponía al lado del pianista en el pub, donde fuera. Mis oídos lo iban asimilando todo, nota por nota. No importaba si desafinaban o no: había notas musicales, había ritmo y armonías, y todo eso empezaba a dar vueltas en mi cabeza. Era algo muy parecido a una droga. De hecho, era una droga mucho más potente que el caballo: el caballo siempre lo puedes dejar, la música no. Una nota lleva a la otra y nunca sabes exactamente qué viene después, y tampoco quieres. Es como caminar por una bellísima cuerda floja. 

    Creo que el primer single que me compré fue «Long Tall Sally» de Little Richard, una canción fantástica, incluso hoy. Las buenas, con el tiempo se hacen mejores. Pero la que me hizo despegar de verdad, la que fue como una explosión en medio de la oscuridad, la oí en Radio Luxemburgo una noche que estaba escuchando música en un transistor pequeñajo que tenía, cuando se suponía que ya estaba en la cama y dormido: «Heartbreak Hotel». Esa fue la que me dejó sin palabras. No la había oído nunca antes, ni esa canción ni nada parecido. Jamás había oído hablar de Elvis. Fue casi como si hubiera estado esperando a que ocurriera algo así. Cuando me desperté al día siguiente era otra persona; de repente, había tanto que escuchar que me abrumaba: Buddy Holly, Eddie Cochran, Little Richard, Fats… Radio Luxemburgo era conocida por lo difícil que era no perder la señal: yo tenía un trasto pequeño con antena y me pasaba las horas dando vueltas por la habitación con la radio pegada a la oreja mientras movía la antena, y todo eso sin hacer ruido porque si no iba a despertar a mis padres. Si conseguía tener buena señal, entonces me podía meter en la cama con la radio, dejando la antena fuera para moverla de vez en cuando si hacía falta. Se suponía que tenía que estar durmiendo; se suponía que tenía que ir al colegio a la mañana siguiente… Ponían muchos anuncios de James Walker («sus joyeros de confianza a la vuelta de la esquina») y también de las casas de apuestas irlandesas, con las que Radio Lux tenía algún tipo de acuerdo. La señal era perfecta durante los anuncios… «Y ahora vamos a escuchar a Fats Domino cantando “Blueberry Hill”» y… ¡joder, se iba la señal! 

    Y también ponían cosas como «Since My Baby Left Me». Era el sonido, eso fue el detonante: fue el primer rock and roll que escuché en mi vida y era completamente diferente, en la manera de interpretar; era un sonido totalmente distinto, descarnado, calcinado, nada de gilipolleces; ni violines ni coros femeninos ni sensiblerías; era completamente distinto, desnudo, iba directamente a unas raíces que sospechabas que estaban ahí pero que todavía no habías escuchado. Tengo que quitarme el sombrero ante Elvis por eso. El silencio es el lienzo en blanco, el marco, sobre lo que trabajas; y no tratas de ahogarlo. Eso fue «Heartbreak Hotel» para mí: la primera vez que oía algo tan profundamente marcado. Así que no pude evitar ponerme a investigar sobre lo que había estado haciendo aquel tío antes. Por suerte me quedé con el nombre porque la señal de Radio Luxemburgo volvió justo a tiempo: «Hemos escuchado a Elvis Presley interpretando “Heartbreak Hotel”». ¡Joooder! 

    Hacia 1959 (yo tenía quince años), Doris me compró mi primera guitarra..."


Joan Margarit

EL MALDITO, de Joan Margarit

Morir mientras se espera un inicio de alba
tras esta oscuridad es lo más digno
para un poeta. Pero levantarse temprano,
trabajar todo el día detrás de algún lluvioso
cristal en la ciudad, tener una mujer
cansada ya de versos y de libros,
que cada noche ha de dormirse sola
—él, a esa hora, está escribiendo—
con frecuencia es su suerte.
Muere por nada y por bien poco vive.

viernes, 8 de marzo de 2019

CATHEDRAL PEAK. MI PRIMER VERANO EN LA SIERRA, de John Muir

CATHEDRAL PEAK. MI PRIMER VERANO EN LA SIERRA, de John Muir

    "...¡Qué delicia estar solo aqui! Qué agreste es todo: ¡agreste como el cielo e igual de puro! Jamás olvidaré este dia enorme, divino: el Cathedral y sus miles de campanas de cassiope, y los paisajes a su alrededor, y este campamento entre los grandes riscos sobre los árboles, con sus estrellas y arroyuelos y nieve"

Cathedral Peak, verano del 2014.  Llamarlo bello es poco

LA COLUMNA. UN RUMOR DE GUERRA, de Philip Caputo

LA COLUMNA. UN RUMOR DE GUERRA, de Philip Caputo

    "La columna comenzó a apiñarse y el suboficial pasó la voz de «manténganse desplegados, cinco pasos entre hombre y hombre». Era un fenómeno que ya había observado antes: en la selva, los hombres tienden a reunirse, a buscar la seguridad que proviene de estar físicamente cerca de otro, aunque eso aumentaba el riesgo de la proverbial andanada que mata a varios hombres simultáneamente. Creo que se producía el amontonamiento porque incluso la idea de estar solo en aquel lugar acechante y peligroso, era insoportable. Se suponía que debíamos saber cómo hacer las cosas, pero los oficiales éramos tan víctimas de ese temor como los soldados. En un patrullaje anterior, yo había perdido de vista al marine que avanzaba adelante; había desaparecido por una curva cerrada de la senda. Aunque sabía que estaba a muy corta distancia, me sentí perdido, casi aterrorizado, y corrí para girar hasta que tuve la reconfortante visión de su espalda."


jueves, 7 de marzo de 2019

LA CAÍDA DE ANTIOQUÍA, 1098. LAS CRUZADAS VISTAS POR LOS ÁRABES, de

LA CAÍDA DE ANTIOQUÍA, 1098. LAS CRUZADAS VISTAS POR LOS ÁRABES,  de Amin Maalouf

    "...Se llama Firuz, un fabricante de corazas encargado de la defensa de las torres, dirá Ibn al-Atir. Musulmán de origen armenio, Firuz ha formado parte durante mucho tiempo del círculo de allegados de Yaghi Siyan, pero, últimamente, éste lo ha acusado de hacer «estraperlo» y le ha impuesto una cuantiosa multa. Buscando venganza, Firuz se ha puesto en contacto con los sitiadores. Les ha dicho que controla el acceso a una ventana que da al valle, al sur de la ciudad, y se muestra dispuesto a dejarlos entrar. Más aún, para demostrarles que no les está tendiendo una trampa, les ha enviado a su propio hijo como rehén. Por su parte, los sitiadores le han ofrecido oro y tierras. Se ha fijado un plan: hay que actuar el 3 de junio al alba. La víspera, para desorientar a la guarnición, los sitiadores han fingido que se alejaban. 

    Cuando se selló el pacto entre los frany y ese maldito fabricante de corazas —contará Ibn al-Atir—, aquéllos treparon hasta la ventanita, la abrieron e hicieron subir a muchos hombres con ayuda de cuerdas. Cuando fueron más de quinientos, se pusieron a tocar la trompeta al alba, mientras los defensores estaban agotados por la prolongada vela. Yaghi Siyan se levantó y preguntó qué ocurría. Le contestaron que el sonido de las trompetas procedía de la alcazaba, que, seguramente, había sido tomada.


    Los ruidos proceden de la torre de las Dos Hermanas. Pero Yaghi Siyan no se toma la molestia de comprobarlo. Cree que todo está perdido. Cediendo al pánico, ordena abrir una de las puertas de la ciudad y, acompañado de algunos guardias, huye. Despavorido, cabalgará así durante horas, incapaz de recobrarse. Tras doscientos días de resistencia, el señor de Antioquía se ha venido abajo. Al tiempo que le reprocha su debilidad, Ibn al-Atir evoca su fin con emoción.


    Se puso a llorar por haber abandonado a su familia, a sus hijos y a los musulmanes y, de dolor, cayó del caballo sin conocimiento. Sus compañeros intentaron volverlo a subir a la silla, pero ya no se tenía en pie. Se estaba muriendo. Lo dejaron, pues, y se alejaron. Un leñador armenio que pasaba por allí lo reconoció. Le cortó la cabeza y se la llevó a los frany a Antioquía.

  
    Han entrado en la ciudad a sangre y fuego. Hombres, mujeres y niños tratan de escapar por las callejuelas embarradas, pero los caballeros los alcanzan sin dificultad y los degüellan allí mismo. Poco a poco, los gritos de horror de los últimos supervivientes se van ahogando y en seguida se alzan en su lugar las voces desafinadas de algunos saqueadores francos ya borrachos. Se eleva el humo de las numerosas casas incendiadas. A mediodía, un velo de luto envuelve la ciudad."

PATRIA,de Fernando Aramburu

PATRIA,de Fernando Aramburu 

"Miren no le dio tiempo de llevar el paraguas a la bañera. Se lo soltó de sopetón:
—Ha muerto el Txato.
Hacía mucho que no se pronunciaba el mote del amigo de otros tiempos en aquella casa.
—No jodas.
Joxian permaneció un momento inmóvil. Como un poste. Ni pestañeaba. Y sin volver la mirada hacia su mujer, preguntó cómo había ocurrido.
—Pues como ocurren estas cosas. De sorpresa no le ha podido pillar. Ya se lo venían anunciando con pintadas.
—¿Ha sido el que han matado por la tarde? No jodas.
—Pues jodo. Se acabó el Txato. Es lo que tiene la guerra, que deja muertos.
Cagüen la puta, cagüendiós. No paraba de proferir palabrotas con cabeceos disgustados, negadores. Trató de cenar. No pudo. Le temblaba tanto la mano que era incapaz de sujetar la cuchara y esto a Miren la molestó.
—Oye, ¿no te irás a poner triste?
Cagüen la puta, etcétera. Y también:
—Un vasco, uno del pueblo como tú y como yo. Hostia, si dirías un policía, pero ¡el Txato! Yo no lo tengo por mala persona.
—No se trata de buenas o malas personas. Está en juego la vida de un pueblo. ¿Somos abertzales o qué somos? Y no se te olvide que tienes un hijo en la lucha.
Se levantó de la mesa, airada. Fregó los cacharros de la cena en silencio y Joxian no se movió de su sitio, tampoco cuando al cabo de un rato ella vino a la cocina a decirle que estaban hablando en la televisión de lo que había pasado. Que si quería mirar y él respondió que no con la cabeza.
—Pues yo me voy a la cama.
Joxian no se movió de la cocina. Se sirvió un vaso de vino del garrafón que guardaba debajo del fregadero y luego otro y otro. Bebiendo y fumando le dieron las doce, la una, las dos. Cuando se le acabó el vino, se acostó. Miren, con la luz apagada, la voz firme, le dijo que:
—Si lloras por ese, me voy a dormir a otro cuarto.
—Yo lloro por quien me sale de los cojones.
Transcurrieron los últimos restos negros de la noche. Joxian, acostado con la ropa puesta, ¿durmió? Ni medio minuto. En cuanto se llenaron de claridad las rendijas de la persiana, se levantó. Que adónde iba. No hubo respuesta. Desde el cuarto de baño, un largo chorro de orina rompió el silencio de la casa. Y en lugar de volver a la cama, Joxian se marchó a la calle sin desayunar. ¿A esas horas, teniendo turno de tarde? Se fue en bicicleta, sin chubasquero, aunque llovía, por esta carretera, por aquella otra. Le daba igual el rumbo, le daba igual todo. Y a mitad de la cuesta de Orio, en el pequeño puerto donde en viejos tiempos solía echar carreritas con el Txato, que este perdía siempre porque, por mucho corazón que les pusiese a las pedaladas, tenía menos piernas de ciclista que él, se paró a desahogarse sin testigos en el borde de la carretera, cagüendiós."

miércoles, 6 de marzo de 2019

LOS HIJOS DE ETA. PATRIA, de Fernando Aramburu

LOS HIJOS DE ETA. PATRIA, de Fernando Aramburu 

"Joxian dijo a todo que no menos a la oferta de tomar asiento.
—Ni se te ocurra consolarme. Si tienes dos dedos de frente, corre a buscar a tu hijo. En Francia, donde sea. Lo agarras, le partes la cara y te lo traes para casa o lo entregas a la policía. Reza para que te lo detengan cuanto antes. Le meten en la cárcel, pero por lo menos no lo pierdes como yo al mío.
Sentado en la silla, Joxian guardaba silencio con cara de circunstancias.
—Ni me dejaron preparar el entierro. Cogieron a mi hijo y montaron con él un numerito patriótico. Les vino de perlas que se moriría. Para usarlo con intenciones políticas, ¿sabes? Como los usan a todos. Unos borregos, eso es lo que son. Unos ingenuos. Y Joxe Mari lo mismo. Les calientan la cabeza, les dan un arma y, hala, a matar. En casa nunca hemos hablado de política. A mí la política no me interesa. ¿Te interesa a ti?
—Ni pizca.
—Les meten malas ideas y, como son jóvenes, caen en la trampa. Luego se creen unos héroes porque llevan pistola. Y no se dan cuenta de que, a cambio de nada, porque al final no hay más premio que la cárcel o la tumba, han dejado el trabajo, la familia, los amigos. Lo han dejado todo para hacer lo que les mandan cuatro aprovechados. Y para romperles la vida a otras personas, dejando viudas y huérfanos por todas las esquinas.
—Eso no lo vayas diciendo por ahí, ¿eh?
—Yo digo lo que me sale de los cojones.
—Te amargarán la vida.
—Tenía un hijo, lo perdí. ¿Qué me importa a mí la vida?
—Mira el Txato. Ya nadie le habla.
—Háblale tú, que eres su amigo.
—Me harían lo mismo que a él.
—¡País de mentirosos y cobardes! Mira, Joxian, hazme caso. Déjate de bobadas y ve a buscar a Joxe Mari."

JOHN LEE HOOKER. VIDA, de Keith Richards

JOHN LEE HOOKER. VIDA, de Keith Richards 

    "...no lo captas con la cabeza sino con las entrañas, es algo que va más allá de la musicalidad (que al final es muy variada y flexible), y hay muchos tipos de blues. Está el blues más ligero y el de la ciénaga, y en el de la ciénaga es fundamentalmente donde me siento como en casa. No hay más que escuchar a John Lee Hooker: toca de una forma poco menos que arcaica, la mayoría de las veces pasa de los cambios de acorde, los sugiere más que los toca acordes de ese otro músico cambian pero los de él no, él no se mueve. Y además es algo implacable. Y la otra cuestión fundamental (aparte de la voz y el sonido feroz de la guitarra) era el acompañamiento rítmico con el pie, como una serpiente gigante que se acercaba reptando. Siempre llevaba un bloque rectangular de madera para amplificar el golpeteo del pie. Bo Diddley era otro al que le encantaba tocar sólo un acorde elemental, todo en un acorde, y lo único que cambia es la voz y la manera de tocar. De todo esto, la verdad es que sólo aprendí más mucho tiempo después. Por otro lado, las voces tenían mucha fuerza, en especial las de Muddy, John Lee, Bo Diddley… No cantaban muy alto necesariamente, pero eran voces que venían de muy adentro, todo el cuerpo cantaba, la voz no salía del corazón sino de un lugar más hondo todavía, de las entrañas. Eso siempre me impresionó. Y por eso hay mucha diferencia entre los cantantes de blues que no tocan y los que sí, ya sea el piano o la guitarra, porque éstos tienen que desarrollar su propio código de llamada y respuesta: cantas y entonces tienes que tocar algo que responda o que plantee otra pregunta, y luego resuelves; eso hace que los tiempos y el fraseo cambien. En cambio, si eres un cantante solista te concentras en cantar y en la mayoría de los casos es mejor, pero a veces se produce una especie de divorcio entre la voz y la música."

martes, 5 de marzo de 2019

PENSAMIENTO Y POESÍA. EL SENTIDO PRIMERO DE LA PALABRA POÉTICA, de Antonio Colinas

PENSAMIENTO Y POESÍA. EL SENTIDO PRIMERO DE LA PALABRA POÉTICA, de Antonio Colinas

    "Pensamiento y poesía son, pues, de entrada, caminos diversos que conducen a una misma meta, la que está detrás de la realidad aparente y engañosa: una realidad enquistada en el misterio y que es la que da sentido de trascendencia a los seres humanos."

lunes, 4 de marzo de 2019

13 DE JUNIO DE 1869. MI PRIMER VERANO EN LA SIERRA, de John Muir

13 DE JUNIO DE 1869. MI PRIMER VERANO EN LA SIERRA, de John Muir

"Otro día esplendido en la sierra, de esos en lo que uno parece disolverse y ser absorbido e impulsado no se sabe hacia donde. La vida ni parece ni larga ni corta, y no nos preocupamos de ahorrar tiempo ni nos apresuramos más de lo que puedan hacerlo los arboles y las estrellas. Esto es verdadera libertad, una especie de inmortalidad práctica"

LA LOCURAS DE LAS FANS. VIDA, de Keith Richards

LA LOCURAS DE LAS FANS. VIDA, de Keith Richards 

    "La lujuria pura y simple lo empapaba todo; no sabían qué hacer con ella, pero de repente te encuentras con que el blanco eres tú. Era un delirio. Una vez abiertas las compuertas, la corriente era imparable y hubieras tenido más oportunidades de salir con vida de un río infestado de pirañas porque se habían ido más allá de donde en realidad pretendían estar, habían perdido el norte. Aquellas tías se agolpaban allí abajo, sangrando, con la ropa desgarrada, las bragas meadas… Y al final lo asumías como el pan nuestro de cada día. Ese era el verdadero bolo. Podría haber sido cualquiera y no necesariamente nosotros, la verdad, porque les importaba un carajo que lo que yo pretendía fuera ser un músico de blues.

    Para un tío como Bill Perks, cuando de repente se abre semejante panorama ante ti, resulta increíble; una vez lo pillamos en la carbonera con una tía, debíamos de estar en Sheffield o en Nottingham: parecían dos personajes sacados de Oliver Twist; «Bill, que nos piramos ya». Los encontró Stu. ¿Qué vas a hacer, a esa edad, si resulta que las quinceañeras de todo el país han decretado que eres «lo más»? La oferta era increíble: seis meses antes no habría conseguido echar un polvo ni a tiros, habría tenido que pagar.
(...)
    El imponente poder de las mocosas de trece, catorce o quince años que van en grupo se me ha quedado grabado a fuego. Estuvieron a punto de matarme. Nunca he temido más por mi vida que por culpa de ellas: si caías en medio de una multitud de chiquillas enloquecidas, te estrangulaban, te rasgaban la ropa… Cuesta trabajo explicar lo terrorífico que podía llegar a ser Hubieras preferido estar en una trinchera que tener que enfrentarte a aquella oleada criminal e imparable de lujuria, deseo o lo que sea (no lo saben ni ellas). La policía salía por patas y te quedabas solo frente a aquella explosión de emociones descontroladas.

    Creo que fue en Middlesborough donde no conseguí subirme al coche (un Austin Princess): yo intentando entrar y aquellas zorras haciéndome trizas. El verdadero problema es que consigan echarte la zarpa, porque no tienen ni idea de qué hacer entonces. Aquella vez casi me estrangulan con un collar: una se puso a tirar de un lado, otra del otro, y las dos tirando y chillando «Keith, Keith» y de paso ahogándome. Por fin conseguí alcanzar con la mano la puta manilla de la puerta, pero me quedé con ella en la mano… Y aun así arrancan a toda velocidad y me dejan allí tirado con la manilla en la mano. Ese día me dejaron en la estacada. Se ve que al conductor lo venció el pánico: los demás ya estaban dentro del coche y él no tenía la menor intención de aguantar más tiempo en medio de aquella turbamulta, así que me abandonó a mi suerte dejándome en manos de las hienas. Lo siguiente que recuerdo es despertarme en el callejón de la entrada de artistas del teatro (por lo visto la policía había tomado cartas en el asunto) porque me había desmayado, llegó un momento en que se me habían apagado las luces, las tenía por todas partes («y ahora que he caído en vuestras garras, ¿qué vais a hacer conmigo?»)."

domingo, 3 de marzo de 2019

FINAL DE RODAJE DE FITZCARRALDO. CONQUISTA DE LO INUTIL, de Werner Herzog

FINAL DE RODAJE DE FITZCARRALDO. CONQUISTA DE LO INUTIL, de Werner Herzog

    "Mire a mi alrededor, y en el mismo odio en ebullición se encontraba, furiosa y humeante, la selva, mientras el río, con majestuosa indiferencia y sarcástico desprecio, todo lo minimizaba: las fatigas de los hombres, la carga de los sueños y los suplicios del tiempo"


viernes, 1 de marzo de 2019

AUSTRIA, Y LA PROTECCIÓN DE LOS NAZIS. LOS ASESINOS ENTRE NOSOTROS, de Simon Wiesenthal

AUSTRIA, Y LA PROTECCIÓN DE LOS NAZIS. LOS ASESINOS ENTRE NOSOTROS, de Simon Wiesenthal

"Entre los sádicos peores de Stanislav se contaban los hermanos Mauer. Eran Volkdeutschen procedentes de Polonia y tenían todos los complejos de aquellos alemanes «inferiores». Los pocos supervivientes de Stanislav cuentan terribles historias de los dos hermanos, pero desgraciadamente daban el nombre como «Maurer», con otra r. Por consiguiente, el fiscal Sichting de Ludwigsburg buscaba dos hermanos llamados «Maurer». En 1963 conocí a Sichting, quien me contó que en sus investigaciones había encontrado muchos Maurers, pero ninguno nacido en Polonia. Entonces le sugerí que quizás el nombre fuera «Mauer». El fiscal me pidió que llevara a cabo una investigación en Austria y para ello me puse en contacto con un comité que se encarga de los Volkdeutschen en ese país. Sí, dos hermanos, Johann y Wilhelm Mauer, se hallaban en Salzburgo trabajando para las Obras Auxiliares Evangélicas, caritativa organización. Johann era «consejero de refugiados» y Wilhelm tenía a su cargo el albergue de juventud: Tareas apropiadas para dos ejecutores en masa. Uno de mis ayudantes fue a la policía de Salzburgo y descubrió que los dos hermanos habían nacido en Polonia. Volvió con una fotografía y al verla recordé que en realidad me había encontrado con Johann Mauer después de la guerra, cuando él trabajaba para una organización de caridad protestante y yo hacía algo similar para una organización de refugiados judíos. Desgraciadamente, entonces no conocía su pasado. Me puse de acuerdo con Sichting y entregué el material entero que teníamos contra los hermanos al fiscal del distrito de Salzburgo. El arresto de los Mauer causó sensación en la ciudad, y el juicio contra ellos, a principios de 1966, fue uno de los más escandalosos capítulos en los anales de la justicia austríaca de posguerra. Parecía imposible lograr la designación del jurado de tantas personas como pidieron se las excusara de serlo por enfermedad u otras razones. Cosas extrañas sucedieron en la atiborrada audiencia de la bella ciudad de los festivales, Salzburgo. El público aplaudió a los acusados y se rió cuando los testigos judíos juraron sobre la Biblia. Todos los testigos reconocieron a ambos hermanos. El testimonio era perfectamente convincente. Tras varias horas de deliberación el jurado admitió que los, acusados habían cometido asesinatos, pero que había que tener en cuenta que obraron coaccionados, ejecutando órdenes superiores. El tribunal tuvo que absolver a los acusados, pero el juez presidente informó que, de acuerdo con el código penal austríaco, el veredicto del jurado era «un patente error» y que por lo tanto se abriría un nuevo juicio contra ellos y que hasta este segundo juicio los acusados seguirían en prisión. El veredicto de Salzburgo y la conducta antisemita del público produjeron olas de reacción en Austria. El Wiener Zeitung hablaba de «veredicto vergonzoso». Estudiantes católicos y socialistas iban por las calles de Viena llevando pancartas que decían: «Austria, parque nacional de criminales nazis». No solucionó nada que yo descubriera —demasiado tarde desgraciadamente— que el presidente del jurado había sido un nazi austríaco clandestino y un SA. El segundo juicio contra los hermanos Mauer se celebró en Viena en el mes de noviembre de 1966. Johann Mauer fue condenado a ocho años y Wilhelm a doce."