JAGGER Y RICHARDS, INTERCAMBIO DE PAREJAS. VIDA, de Keith Richards
"No soy un tipo demasiado celoso. Ya sabía de dónde venía Anita: había estado con Mario Schifano, que era un pintor famoso, y con otro tipo que era marchante en Nueva York. Nunca tuve intención de atarla en corto. Aquello abrió una brecha considerable entre Mick y yo, pero sobre todo por parte de Mick, no por la mía. Y probablemente para siempre.
A Mick no le dije nada en relación con Anita y decidí esperar a ver en qué acababa todo. No era la primera vez que competíamos por una mujer, había ocurrido incluso con algún ligue pasajero estando en la carretera. «¿Quién se va a llevar a ésa? ¿Quién es el Tarzán por aquí?». Era una pelea de machos alfa. Todavía lo es, la verdad. Pero, claro, eso no sienta una base muy sólida para la amistad, ¿verdad? Podría haber montado un buen numerito con ella por todo aquel tema, ¿pero qué sentido tenía? Estábamos juntos. Yo pasaba mucho tiempo en la carretera y me había vuelto demasiado cínico con el rollo ese. Me refiero a que yo se la había robado a Brian y podía suponer que Mick se la tiraría bajo la dirección de Donald Cammell. Dudo que hubiese ocurrido de no ser por Cammell. Pero ¿sabes?, mientras tanto yo me estaba tirando a Marianne, tío. Vaya lo uno por lo otro. De hecho, un día tuve que abandonar la casa de forma bastante abrupta cuando se presentó el titular. Fue sólo esa vez: tórrido, mucho sudor. Estábamos allí echados, envueltos en lo que Mick llama el resplandor de después en «Let Me Down Slow», yo tenía la cabeza entre esas dos peras maravillosas, y en esto que oímos el coche: levántate de un salto, carreras por la habitación buscando la ropa… Tuve que salir por la ventana: agarré los zapatos, salté por la ventana y me largué por el jardín, pero entonces me di cuenta de que me había dejado los calcetines. Bueno, Mick no es de los que se pone a buscar calcetines. Marianne y yo todavía bromeamos con eso, me manda mensajes: «Sigo sin encontrar tus calcetines».
Anita es de las que juegan arriesgando, y todos los jugadores la cagan en una apuesta de vez en cuando. Por aquel entonces, el concepto de statu quo estaba terminantemente prohibido para ella, todo tenía que cambiar. Y además no estábamos casados, éramos libres, lo que sea. Eres libre siempre y cuando me mantengas informado. En cualquier caso no se lo pasó demasiado bien con el pequeño picha floja: me consta que tienes unos cojones como una piano, pero con eso no basta para estar a la altura, ¿verdad que no? No me sorprendió, en realidad me lo esperaba, por eso estaba aquel día en casa de Robert Fraser escribiendo I feel the storm is threatening my very life today "
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