CUANDO KEITH ENCONTRÓ A MICK. VIDA, de Keith Richards
"Mi tía me la dio (la carta) cuando todavía vivía, en 2009, y en esa carta hablo, entre otras cosas, de mi encuentro con Mick Jagger en la estación de Dartford en 1961. Escribí la carta en abril de 1962, sólo cuatro meses más tarde, cuando ya andábamos juntos intentando aprender cómo se hacía.
C/ Spielman n.º 6 Dartford, Kent
Querida Pat:
Siento mucho no haberte podido escribir antes (alego demencia en mi descargo) poniendo vocecilla de moscardón. Salida de las tablas por la derecha en medio de estruendosa ovación.
Espero que estés muy bien.
Hemos sobrevivido a otro glorioso invierno inglés. Me pregunto qué día llegará el verano este año.
Pero, cariño, de verdad que noooo heeeee paraaaaado desde Navidades, además de tener que ir a clase. Ya sabes que me encanta Chuck Berry desde hace tiempo y creía que era el único que lo conocía en un radio de varios kilómetros a la redonda, pero hace poco, una mañana, en la est (es para no tener que escribir entera una palabra tan larga como estación) de Dartford, estaba esperando el tren con un disco de Chuck en la mano cuando se me ha acercado un tío que conocía de la primaria y resulta que tiene todos los discos de Chuck Berry, del primero al último, y todos sus colegas los tienen también, y a todos les gusta el rhythm and blues, me refiero al R&B de verdad (no la mierda de Dinah Shore, Brook Benton y compañía): Jimmy Reed, Muddy Waters, Chuck, Howlin’ Wolf John Lee Hooker y todo el material del bueno de los músicos de blues de Chicago. Maravilloso. Bo Diddley también, otro de los grandes.
Total, que el tipo de la estación (que se llama Mick Jagger) y todos sus colegas (tíos y tías) se reúnen los sábados por la mañana en el Carousel, un garito con máquina de discos. Una mañana de enero pasaba por allí y se me ocurrió entrar a ver si estaban. Todo el mundo fue muy enrollado conmigo, en cuestión de un rato ya me habían invitado a diez fiestas, y además Mick es el mejor cantante de R&B a este lado del Atlántico, y lo digo en serio. En resumidas cuentas: yo toco la guitarra (eléctrica) al estilo de Chuck, y nos hemos buscado uno que toca el bajo y un batería, y otra guitarra para marcar más el ritmo, y estamos practicando dos o tres noches por semana. ¡NO SABES QUÉ MARCHA!
Claro que todos están podridos de dinero y viven en unas casas inmensas, es de locos, hay uno que hasta tiene mayordomo. Un día fui a casa de Mick con él en coche (en el de Mick, claro, no en el mío) ¡JODER, QUÉ DIFÍCIL ES ESCRIBIR COMO ES DEBIDO!
—¿Desea algo más el señor?
—Un vodka con lima, por favor.
—Sí, señor, se lo traigo enseguida.
Te juro que me sentí como si fuera un lord o algo así, a punto estuve de pedir que me trajeran la corona cuando me marchaba.
Por aquí todo sigue bien.
El problema es que no puedo desengancharme de Chuck Berry: hace poco me compré un LP suyo, lo pedí directamente a Chess Records Chicago y me costó menos de lo que se paga por los discos aquí en Inglaterra.
Claro, por aquí todavía nos quedan los viejos presidiarios, ya sabes: Cliff Richard, Adam Faith y esos dos nuevos que son la bomba, Shane Fenton y John Leyton. EN TU VIDA HABRÁS OÍDO UNA COSA IGUAL … A excepción del seboso Sinatra, ja ja ja ja ja ja ja ja ja.
En cualquier caso, aburrirme no me aburro. Este sábado voy a una fiesta de las que duran toda la noche.
I looked at my watch It was four-o-five. Man I didn’t know If I was dead or alive.
Chuck Berry en «Reeling and a Rocking».
12 galones de cerveza, 1 barril de sidra, 3 botellas de whisky, vino. Mamá y papá fuera todo el fin de semana… Voy a estar de fiesta hasta que el cuerpo aguante (me complace decir).
El próximo sábado Mick y yo vamos a llevar a un par de tías a nuestro club favorito de Rhythm & Blues en Ealing, Middlesex.
Actúa un tío con la armónica eléctrica que es la leche: Cyril Davies, fantástico, siempre medio pedo, sin afeitar, toca como un loco, maravilloso.
Bueno, ya no se me ocurre nada más con lo que aburrirte, así que me despido, queridos telespectadores UNA SONRISA DE OREJA A OREJA
Y un beeeso Keith xxxxxxx
Quién si no iba a escribir una mierda de carta así.
¿Fue amor a primera vista? Si te metes en un vagón de tren con un tío que lleva bajo el brazo la grabación de Chess Records del Rockin’ at the Hop de Chuck Berry y The Best of Muddy Waters también, cómo no va a ser amor a primera vista, si el tío tiene en casa el tesoro del pirata Henry Morgan, las movidas auténticas. Yo no tenía ni idea de cómo hacerme con nada de eso. Ahora caigo en la cuenta de que ya me lo había encontrado una vez antes, delante del ayuntamiento de Dartford, un verano que él estuvo trabajando de heladero. Por aquel entonces debía de tener unos quince años, fue justo antes de que se marchara de la escuela, debió de ser unos tres años antes de que montáramos los Stones porque mencionó que a veces le daba por ponerse a bailar por allí al son de Buddy Holly y Eddie Cochran. Cuando lo dijo caí: aquel día que le compré un helado de chocolate; no sé, igual era un cornete… Me acojo a la prescripción del delito. Y luego no lo volví a ver hasta ese día profético en la estación.
Y el tío iba con todo aquel material debajo del brazo. «¿De dónde coño has sacado todos esos discos?». La cuestión, siempre, eran los discos, desde que tenías once o doce años, el gran tema era quiénes tenían los discos y con ésos era con los que andabas. Los discos eran un tesoro. Yo, con suerte, podía comprarme dos o tres singles cada seis meses...
(...)
Mick había visto tocar a Buddy Holly en el Wollwich Granada, ésa fue una de las razones por las que me pegué a él como una lapa; y porque tenía muchos más contactos que yo; ¡y porque la colección de discos de aquel tío era la leche! Yo no estaba nada metido en el mundillo musical por aquel entonces, comparado con Mick, en cierto sentido era un paleto de tomo y lomo. El en cambio tenía controlada la movida de Londres, estaba estudiando económicas en la London School of Economics y conocía a gente de todos los pelajes. Yo ni tenía dinero ni sabía un carajo de nada, como mucho llegaba a leer titulares («Eddie Cochran actúa con Buddy Holly») en revistas como New Musical Express. ¡Joder, cuando sea mayor me voy a pillar una entrada! Pero claro, todos estiraron la pata antes.
Después de aquel encuentro, casi inmediatamente empezamos a quedar, y Mick cantaba y yo tocaba y «¡oye, pues no suena mal!». Además no era un esfuerzo: no teníamos a nadie a quien impresionar excepto a nosotros mismos y no nos interesaba impresionarnos… Yo estaba aprendiendo. Al principio conseguíamos un disco nuevo, de Jimmy Reed por ejemplo, nos aprendíamos los acordes (yo) y la letra (él) y sencillamente diseccionábamos las canciones hasta donde eso fuera posible:
—¿Va así?
—¡Pues sí, mira por dónde!
Y además nos divertíamos. Creo que los dos sabíamos que estábamos aprendiendo, y eran cosas que queríamos aprender y aquello era diez veces mejor que ir a clase. Me imagino que en aquellos tiempos lo que nos movía era la fascinación, el misterio de cómo se haría, de cómo era posible que sonara así, aquel incontrolable deseo de que nuestro sonido molara tanto como aquél. Y luego conocías a un grupo de tíos que estaban en lo mismo y a través de ellos a otros músicos y a más gente, y empezabas a creerte que se podía conseguir.
Mick y yo debimos de pasar un año mientras se gestaban los Stones (e incluso antes) buscando discos por todas partes..."