RICARDO CONTRA SALADINO. LAS CRUZADAS VISTAS POR LOS ÁRABES, de Amín Maalouf
"En agosto de 1192, los nervios de Ricardo no resisten más. Se encuentra gravemente enfermo, numerosos caballeros lo han abandonado reprochándole el no haber intentado recuperar Jerusalén, lo acusan del asesinato de Conrado, sus amigos le apremian para que regrese sin tardanza a Inglaterra; no puede ya retrasar su partida. Casi suplica a Saladino que le deje Ascalón, pero la respuesta es negativa. Envía entonces un nuevo mensaje, repitiendo su petición y especificando que, si no se firma una paz adecuada antes de seis días, se verá obligado a pasar el invierno aquí . Este velado ultimátum hace sonreír a Saladino, que invita al mensajero a que se siente y le dice estas palabras: «Le dirás al rey que, en lo referente a Ascalón, no cederé. En cuanto a su proyecto de pasar el invierno en este país, creo que es algo inevitable, pues sabe que, en cuanto se vaya, recuperaremos esta tierra de la que se ha apoderado. Incluso es posible que la recuperemos sin que se vaya. ¿Desea realmente pasar aquí el invierno, a dos meses de distancia de su familia y de su país, cuando está en la flor de la vida y puede gozar de los placeres de ésta? Yo puedo pasar aquí el invierno, y luego el verano, y luego otro invierno y otro verano, pues estoy en mi país, rodeado de mis hijos y de mi familia a quienes atiendo, y tengo un ejército para el verano y otro para el invierno. Soy un anciano al que ya no le interesan los placeres de la existencia. Me voy a quedar esperando, como hasta ahora, hasta que Dios le dé la victoria a uno de nosotros.»
Aparentemente impresionado por este lenguaje, Ricardo comunica en los días sucesivos que está dispuesto a renunciar a Ascalón. Y, a principios de septiembre de 1192, se firma una paz para cinco años. Los frany conservan la zona costera que va de Tiro a Jaffa y reconocen la autoridad de Saladino sobre el resto del territorio, incluida Jerusalén. Los guerreros occidentales, que han obtenido salvoconductos del sultán, se abalanzan hacia la Ciudad Santa para orar sobre el sepulcro de Cristo. Saladino recibe cortésmente a los más importantes, incluso los invita a compartir su mesa y les confirma su resuelta voluntad de preservar la libertad de culto. Sin embargo, Ricardo se niega a acudir, no quiere entrar como invitado en una ciudad donde se había prometido a sí mismo entrar como conquistador. Un mes después de la firma de la paz abandona la tierra de Oriente sin haber visto ni el Santo Sepulcro ni a Saladino.
Al final, el sultán ha triunfado en este penoso enfrentamiento con Occidente. Es cierto que los frany han recuperado el control de algunas ciudades y han conseguido, así, una tregua de casi cien años; pero nunca más volverán a ser una potencia capaz de dictarle su ley al mundo árabe. Ya no controlarán auténticos Estados, sólo asentamientos."
Castillo de Shawback, Jordania |
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